Vi a través de una página web el primer capítulo de la serie de televisión «El Comandante», creada por Sony y estrenada este lunes por el canal colombiano RCN. Mucho más decepcionante de lo que hubiera podido imaginar. Un Andrés Parra que imitaba muy mal el acento llanero de Chávez y terminaba pareciéndose más al actor cómico Emilio Lovera, cuando lo imitaba en Radio Rochela.
Les confieso que yo pensaba que Sony intentaría ser más inteligente e imparcial. Total, es una empresa cuyo fin principal es el lucro. Pensé que iba a intentar captar público de ambos lados, presentando un producto de alta calidad. Creí que iban a hacer que hasta los chavistas se engancharan con el guión, para luego, en capítulos posteriores, meterle su veneno.
Por fortuna, los guionistas fueron torpes y llenaron el primer capítulo de intentos obvios y ultraforzados para hacer parecer a Chávez como un hombre cobarde, inseguro e incapaz. Cosas que ningún venezolano que vivió este proceso, ni siquiera los más antichavistas, podrán tomar en serio. El producto fue escrito específicamente para gustarle al público de Miami y de Bogotá. No es una historia que pueda calificarse de universal, ni que vaya a ser recordada por generaciones, sobre todo con la avalancha de producciones sobre Chávez que vendrán en el futuro.
El primer capítulo trató puramente sobre la insurrección del 4 de Febrero, llena de errores históricos. Supongo que habrá otro capítulo sobre el 11 de Abril, y los otros 58 capítulos serán puro culebrón.
Los guionistas usaron recursos muy obvios para intentar desprestigiar a Chávez; se nota a leguas que ese era su fin principal, más que el de intentar contar una buena historia.
Les cuento una de las escenas más obvias, para ahorrarles el ver ese bodrío: Un joven soldado es llevado por «Chávez» (uso las comillas porque, obviamente, ese no es y nunca será Chávez) a un supuesto ejercicio; el soldado le confiesa que su esposa está embarazada y próxima a dar a luz.
Al mismo tiempo, la esposa del joven soldado daba a luz en el hospital y lloraba al no poder contactar a su esposo . El director hizo esfuerzos forzados, con música orquestal y demás recursos noveleros, para lograr ecos visuales entre la muerte del joven soldado, su esposa dando a luz y la cara de culpable de «Chávez». Y un subordinado le reclama a «Chávez», una vez fracasada la insurrección, que el joven soldado murió por su culpa, por no querer ir a defenderlo. Un cuadro barato y puramente emocional, que busca hacer ver a Chávez como un «incapaz», «cobarde» y «lento» para tomar decisiones.
En otra escena previa, Chávez y otros dos militares se reúnen debajo de un árbol inmenso (un intento de banalizar la simbología del Samán de Güere), con un empresario y dos dirigentes populares para planear la asonada. Uno de los militares (les cambiaron los nombres) le reclama a «Chávez» la presencia de alguien que no le gusta, a lo que el empresario señala que esto no va a funcionar porque no hay unidad. Entonces, el militar de pronto exclama que sí hay unidad, porque su único líder es «Chávez», a lo que «Chávez», en una mala imitación de Cantinflas, se voltea molesto para verlo, como diciendo: «¿Yo? ¿El líder?».
Recursos como esos se ven varias veces en el capítulo, con el fin obvio de desprestigiar al Comandante Chávez y tratar de quitarnos los recuerdos heroicos que todos tenemos de él. Pero recuerden que nadie nos contó esta revolución; ¡nosotros la vivimos! Quien creía que esto iba a funcionar con nosotros está muy equivocado.
Se gastaron sus buenos reales en las escenas de acción, aunque los actores que personificaban a soldados cometían errores terriblemente obvios hasta para mí, que no tengo formación militar. No está a la altura de ninguna película de acción hollywoodense, y ni por eso vale la pena verse. Otro error: los periodistas supuestamente transmitían en vivo el golpe de Estado, y eso no fue así: las primeras imágenes del golpe, captadas desde un hotel adyacente a Miraflores, se transmitieron horas después pues los periodistas no tenían forma de transmitir en vivo.
Muy desagradables ciertos fragmentos en los que es tiroteado un cuadro de Bolívar, escena que pareció ser escrita por el espíritu de Santander en persona.
El capítulo terminó con cancioncitas de Fonseca, que hicieron más telenovelero el final.
No creo que hubiera sido necesario ordenar el bloqueo de la serie a través de las empresas de televisión por suscripción. Sólo reforzará la falsa matriz de que en Venezuela hay censura… aunque la verdad es que todo el que quiera ver El Comandante podrá hacerlo por Internet o cuando salga en quemaítos.
Algo que no se dice, es que la señal en vivo de RCN por Internet no puede verse en Venezuela. Si intentas reproducirla, te sale un cuadro que dice: «Contenido no disponible: El video no está autorizado para verse aquí (VE)». No es que el gobierno venezolano la bloquee; la misma RCN lo hace, supongo que por razones de derechos de autor o ahorro de ancho de banda. También he visto que algunos trataron de subir el primer capítulo a Youtube pero les bloquearon los videos.
Si vamos a hablar de censura, hagámoslo a calzón quita’o: para la industria del entretenimiento, el que los pueblos defiendan la imagen de sus héroes es «censura», pero cuando ellos borran y bloquean videos para defender sus intereses comerciales, es «libertad de empresa». ¿Hasta cuándo tanta hipocresía?
Lo bueno es que esta agresión de parte de Sony nos obligará a sacar películas y series sobre Chávez que, de otra manera, hubieran tardado mucho más en hacerse. De nosotros depende que esta terrible imagen que Sony creó del Comandante Chávez no sea la que quede en el imaginario de las nuevas generaciones y de aquellos pueblos que no vivieron lo que nosotros sí.