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[Uruguay] Entrevista a Sergio Sommaruga, Secretario de Asuntos Laborales del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza Privada (SINTEP)

 

Hemisferio Izquierdo

 

Hemisferio Izquierdo (HI): ¿Qué balance político se puede hacer del año que termina?

Sergio Sommaruga (SS): Tener como referencia un año para hacer un análisis político tiene sus ventajas y sus defectos. Por un lado tiene una virtud ordenadora, hay un ciclo preciso, determinado, cosa que ayuda a enmarcar e identificar variables, los procesos, las decisiones y sus consecuencias. Vamos de enero a diciembre, ese es nuestro terreno de análisis. No hay como perderse. Pero la utilidad de la demarcación cronológica tiene que ser acompañada de otras pistas. Se necesitan otros elementos ordenadores para hacer el análisis político.

Es importante saber qué cosas vamos a relevar. Cuáles son las áreas del comportamiento social en los que vamos a recalar, qué actores son de nuestro interés y en base a qué criterios vamos a valorar lo que tenemos enfrente.

Sepan ustedes disculpar que me extienda mínimamente en estas cuestiones de método. Pero en las circunstancias actuales, no me parece una pérdida de tiempo insistir en consideraciones de tipo epistemológicas respecto a los análisis políticos. Vale esto al menos por dos razones, p orque el análisis político es parte de la práctica política. La interpretación que hacemos de las cosas termina funcionando como una especie de brújula, una referencia de sentido para orientar nuestras propias perspectivas de intervención. No necesariamente un buen análisis nos deparara buenos logros prácticos, pero ciertamente que un mal análisis nos llevará a decaer en la incidencia de las acciones. La otra razón refiere a una consideración aún más de fondo: no hay neutralidades ideológicas en la acción política.

La lucha de clases no se detiene en las puertas de la reflexión. Menos lo hace en el ámbito de las acciones y decisiones que van dan forma y contenido al curso de la vida de las sociedades. En tal sentido, toda perspectiva de análisis político tiene presupuestos teóricos, referencias metodológicas y sobre todo, un anclaje de intereses del punto de vista de clase.

Lo que trataremos hacer aquí es aportar un conjunto de valoraciones que trasciendan los “coyunturalismos” y se inserten en la búsqueda de claves estratégicas, desde una perspectiva de compromiso con los procesos de acumulación de fuerzas para los cambios sociales.

En tal sentido lo que vamos a tratar de rastrear son algunas tendencias de comportamiento de las contradicciones principales del conflicto social y valorar las condiciones de posibilidad que habilitan en el plano de la construcción política.

Por razones de espacio, vamos a circunscribir este breve análisis a identificar solamente un par de centros de interés en relación con la coyuntura nacional. Creo que por la naturaleza de su influencia, el análisis de estos factores colabora a ordenar otras aristas posibles del análisis.

El año que cierra, y en buena medida el pasado 2015, puede ser razonablemente entendido como un punto de inflexión en curso. ¿A qué me refiero? A que hay algo nuevo y distinto en la configuración de la coyuntura que caracterizó el período progresista. La matriz causal de esa novedad en proceso refiere al flujo decreciente de renta de la tierra y, en segundo término, al enfriamiento de la captación de capitales trasnacionales. Sobre todo la primera tiene un peso gravitante en Uruguay, ya que es condición diferencial de la inserción internacional del país en el concierto de las relaciones inter-capitalistas a escala mundial.

Este movimiento contractivo de la masa de la renta tiene la suficiente fuerza condicionante como para replantear el esquema económico nacional y por tanto, a la dinámica de las tensiones y contradicciones del conflicto social.

La nueva configuración de las condiciones materiales tuvo y tiene repercusiones en el plano de la acción política.

Esta nueva materialidad empieza a mostrar su sintomatología. Se nota en el presupuesto y la tendencia a la desinversión pública, en el enlentecimiento del crecimiento del salario real, incluso con empujes decrecientes. Se nota en la persistencia del desempleo y en la caída del descenso de la informalidad. Se nota en el recorte de las políticas de amortiguación de la desigualdad social y en las iniciativas regresivas que se vienen para la seguridad social. Estos, junto a otros, son movimientos que tienden a proteger al capital sobre el trabajo.

Nada en la lucha de clases es ajeno a la política, menos que menos, la economía. Una de las principales consecuencias cruciales en desarrollo, tiene que ver con que el modelo estabilizador del progresismo, a la luz de estas nuevas bases económicas, no tiene margen para sostenerse. El rol de redistribución del ingreso que operativizaron los gobiernos de FA y que en buena medida representaron una fuente de alivio para cientos de miles, tiene su “cortina de hierro” en el límite que impone el patrón de acumulación. Dicho de otra manera, el límite a la amortiguación social del conflicto de clase tiene su línea roja en que los ricos sigan siendo pocos y ricos y los pobres sigan siendo pobres y cientos de miles.

Mientras hubo crecimiento de la renta de la tierra, se pudo repartir sin alterar significativamente la distribución social del ingreso, pero la concentración de la riqueza quedó como el principal testigo del carácter capitalista del proyecto económico gubernamental. Ahora que baja la marea… la distribución social del ajuste se procesará en función de la clase social.

HI: ¿Qué perspectivas ves para 2017? ¿Cuáles son las principales tareas y desafíos a enfrentar?

SS: Creo que el primer paso, por decirlo así, pasa por darse cuenta que hay una suerte de articulación de factores con gran espesor político y con potencial suficiente para cambiar la forma en que se vino desarrollando la lucha de clases.

Estos factores son: una nueva base material económica, una ofensiva de la derecha que pugna por recomponer su hegemonía total y una fuerza de gobierno que hace rato llegó a los límites históricos de sus posibilidades de cambio social. Entiendo que, en términos tendenciales, hay en curso un cambio de coyuntura que puede dar lugar a un cambio de etapa, es decir, a la apertura de una nueva correlación de fuerzas.

La concreción de esa alteración en las relaciones de fuerza no está determinada de forma cerrada. No es que vaya a pasar sí o sí. Pero lo que aparece como novedad es la condición de posibilidad real y concreta para que eso acontezca. Hace 10 años atrás una cosa así no estaba en el tablero.

Lo importante es saber que este cuadro de situación no es ajeno para nadie, pero principalmente para los de arriba. Si hay algo que tiene la clase dominante es conciencia de clase. La derecha orgánica, en vistas a este nuevo escenario económico, ya pertrechó sus fuerzas y se aprestó al combate. Además, están ciertamente excitadas por sus epifanías en Argentina, Brasil y por el acecho a Venezuela. Si no fuese por la propia crisis de representación de la que adolece la derecha partidaria, la ofensiva sería mucho más furibunda. Hoy la vanguardia del proceso de recomposición de la derecha lo lleva adelante las corporaciones mediáticas y las cámaras empresariales más que los propios líderes partidarios de la derecha.

El asunto es que descansarse en el demérito ajeno no soluciona las debacles propias. En todo caso es una cuestión de tiempo.

Por su parte, la fuerza de gobierno está más preocupada por relanzar el proceso de captación de inversión extranjera directa para así recrear las condiciones que le dan oxigeno a su pacto distributivo, que en redefinir el rumbo estratégico del proceso social uruguayo. Es eso o perder. Lamentable pero cierto. Los límites del pacto policlasista en que se funda la fuerza de gobierno, se impone como una soga que se va sobando para ponerse en el propio cuello, como hizo el Don Zoilo de Barranca abajo . Lo preocupante es que ante este proceso quien más pierde son los que dependen de la venta de su fuerza de trabajo para no quedar a la vera del camino.

Ahora bien, el 2017 va a traer una gran batalla táctica y un conjunto de tareas de acumulación de fuerzas con perspectiva estratégica. Por un lado está la lucha presupuestal como gran escenario de contienda, que en definitiva es la batalla por las condiciones materiales que sostienen las funciones sociales del Estado y los derechos fundamentales de los pueblos. La lucha presupuestal va a reflejar a cuerpo entero lo que veníamos diciendo antes: el agotamiento de las bases materiales en que se sostuvo el pacto distributivo del progresismo. En ese marco hay que tener claro cuál es el trasfondo de lo que va a estar en juego, es decir, la distribución social del ajuste.

Al mismo tiempo hay que desplegar la miríada de tareas de naturaleza estratégica que necesitamos con urgencia. Porque si hay condiciones para un cambio de etapa, no las podemos desaprovechar, hay que intentarlo con todo lo que se tenga.

Pero nada será posible, ni aprestarse para la batalla presupuestal, ni para las tareas estratégicas, si no se es implacable con la defensa y fortalecimiento de la unidad del pueblo socialmente organizado.

Todos sabemos (ellos y nosotros) que lo que pasó en Brasil, aquí no lo podrían haber hecho. Solo con eso no alcanza, pero sin eso nos podemos garantizar ser meros espectadores de nuestra propia derrota.