A medida que Milagro avanzaba con su declaración, su propia voz la fue liberando de la cárcel. Esas paredes del edificio del Tribunal Oral Federal de Jujuy, acostumbradas a los juicios de lesa humanidad, y hasta el año pasado, acostumbradas a verla a ella misma sentada entre los que esperaban las sentencias, volvieron a escuchar después de muchísimo tiempo a la líder indígena y tupaquera completamente plena.
En términos formales empezó el juicio oral y público por una manifestación popular realizada el 16 de octubre de 2009. Fue durante una conferencia sobre control de gestión prevista en la sede del Consejo Profesional de Ciencias Económicas, organizada por diputados radicales, encabezada por el entonces senador Morales y Leandro Despouy, quien era presidente de la Auditoría General de la Nación. La conferencia, que efectivamente se hizo más tarde, comenzó con un escrache de un grupo de personas. Esa escena es la que hoy está en discusión. Por ese hecho fueron procesadas tres personas: Graciela López, una vieja amiga y dirigente de otra organización social distinta a la Tupac Amaru; Ramón Gustavo Salvatierra, cercano a las organizaciones y Milagro Sala. Los acusaron por daños y amenazas simples al comienzo, figura por la que fueron sobreseídos en mayo de este año por el mismo TOF 1 que lleva adelante el juicio. Pero que los jueces de la Sala IV de Casación Penal de la Nación que otrora salvaron a Carlos Pedro Blaquier de los procesos por crímenes de lesa humanidad con un sobreseimiento, reabrieron al exigir una investigación sobre la figura de amenazas coactivas con una pena duplicada de cuatro años. Sala no estaba en San Salvador Jujuy ese 16 de octubre, sino en Monterrico –como ayer lo dijo ella misma– a 50 kilómetros de distancia. Sin embargo, Morales la denunció como quien comandó la manifestación. Para eso, la imputación sumó, un año más tarde, a un sólo testigo de prueba: René Orlando Arellano, quien habló de una reunión previa a la protesta en la casa de Sala, reunión sin testigos, que en realidad no existió.
Sala nunca había declarado en esta causa. Pero ayer, antes del comienzo formal del debate, respondió a esta y a todas las acusaciones que se le abrieron después.
La Flaca
Milagro Amalia Angela Sala Leytón de Noro, la llamó el presidente del TOF, Mario Juárez Almaráz al presentarla. “¿Sobrenombre Flaca?”, preguntó. Dijo que había sido diputada provincial durante dos años. Cuando el presidente se preparaba para interrogar a la siguiente acusada, Milagro lo interrumpió. Estaba de pie. “Momentito -le dijo– quiero agregar que soy diputada del Parlasur”.
En lo que se abrió de allí en adelante, ella habló como parte de un pueblo que durante todos estos años logró organizarse, formarse, apostar a lo que llamó una “revolución de la cabeza” y donde lograron ser “señores y señoras, y hoy nos tratan de usted y no de negros villeros, y donde creo que estas cosas son las que no nos perdonan, por eso siento que estoy en la cárcel”.
“Los compañeros querían seguir estudiando más –afirmó–. Es la escuela que mi padre me enseñó a trabajar, a ir, de transpirar la camiseta, en el trabajo, en el estudio, en la militancia. A mi nadie me ha regalado nada, mientras estudiaba, siempre trabaje desde los 14 años, vendía cohetes, juguetes, y mientras militaba en el peronismo. Y no tengo vergüenza de decirlo, estoy orgullosa de ser negra, coya. Y creo que todas esas cosas son las que les han molestado a Morales y si el sintió eso, le pido perdón. Si le molesto eso, le pido perdón. A muchos les ha molestado.
Flaquísima, con muchos kilos perdidos en el año de detención, habló debajo de una campera marrón que se levantó en algún momento para mostrar “esta piel negra”, sobre una camisa a cuadros cerrada hasta la punta del último botón. Las manos hablando. Una silla fue su único escenario durante el tiempo de la indagatoria. Adelante, miraban los jueces. A los costados, fiscales, abogados de Morales, sus defensas y los escuadrones de cámaras de todo el país. Atrás, sus compañeras levantaron enormes carteles en los que lograron decir en palabras escritas: “Macri cumplí con la ONU. Libertad a Milagro”.
“¿Suspendieron un juicio de lesa humanidad para sentarme acá?”, les preguntó a los jueces. “Lo lamento porque los hijos y los familiares vienen esperando hace treinta y tres años y ustedes le dieron más importancia a la tirada de huevos que a esos compañeros a los que acompañamos desde hace años, desde cuando empezábamos en el PJ. Diría que cuando uno hace cosas, hace cosas buenas y malas. Para mí las cosas fueron estas, sólo que a mí me las están haciendo sentir. No lloro. No me arrepiento de haber trabajado mucho con los compañeros”.
Habló de la organización. Recuperó durante esos enormes minutos lo que ahora parece desaparecer barrido por los relatores de las nuevas políticas: Las piletas. Las viviendas. Los hornos de barro como una arma, la “verdadera arma revolucionaria”, dijo. La construcción de la dignidad de su gente, cuando “por primera vez entraban a un banco”, o “se deban el lujo de desayunar en el centro. Esas cosas me quedaron muy marcadas y pensar que cuando era chica conocí la pobreza cuando me fui de mi casa, tenía 14 años. Yo vi cómo se bañaban los chicos en el río que estaba lleno de basura, por eso la primera pileta que hicimos está en villa Belgrano”.
El hecho
La abogada de Milagro Sala es Elizabeth Gómez Alcorta, profesora de derecho penal en la UBA, entrenada en causas de lesa humanidad, ex coordinadora del programa Memoria, Verdad y Justicia del ministerio de Justicia. Ella le fue preguntando a Milagro. Primero sobre los hechos y las acusaciones de esta causa, en un debate endiablado con el TOF, fiscales y querellas.
– ¿Estuviste presente el 16 de octubre en la manifestación?
– No -dijo Milagro–. Estaba en Monterrico trabajando con las cooperativas, teníamos un programa de 400 viviendas y fui a ver cómo ampliábamos a otras localidades como Libertad, Tilcara y Palpalá. Yo estuve ahí en Monterrico y me enteré que hubo incidentes en la conferencia de prensa con Morales.
– ¿Vos organizaste la protesta social contra Morales?
– No, porque en aquellos tiempos yo tenía buena relación, me llevaba con Fredi Morales y Walter Morales, así que no tenía nada en contra de ellos.
Las preguntas siguieron el guión que hizo el fiscal Francisco Snopek en la acusación. ¿Hubo una reunión previa en tu casa? Milagro dijo que no. Pero también habló de ese espacio abierto que significó el territorio de su casa durante años. “Mi casa todos la conocen, había actividad desde las ocho de la mañana hasta la una o dos de la mañana. Mucha gente. Recibíamos a los compañeros y a los funcionarios. Pero que se haya hecho una reunión sobre Morales es una total mentira”. Luego habló del testigo principal, Arellano. Dijo que lo conoció hace mucho tiempo porque un día recibió en su casa a su hijastro –a quien crió entre otros hijos del corazón durante años– un día que fue a buscarla porque su padrastro le pegaba. Lo situó en una de las organizaciones más chicas, a las que la Tupac buscó acercar en el entramado de red de organizaciones para lograr mejoras equitativas. Dijo que los compañeros lo habían descubierto vendiendo bolsones de mercadería. Que pese a que querían echarlo, “quien les habla se opuso porque soy de las que cree el que se equivoca merece otra oportunidad”.
Cuando las preguntas se acabaron, Milagro tuvo oportunidad de continuar. La sala muda. Los ojos de muchos con lágrimas. Dijo que ella no se mete con Morales o no lo juzga. Que si tuviera que juzgarlo por sus amigos, podría decir que como comparten una compañía con Blaquier, también es genocida. Que no lo culpa por esa relación, que cada quien tiene sus amigos. Pero también dijo entonces que por las relaciones con amigos, “no me pueden haber inventado algo que no hice, y si lo hubiera hecho, hubiese estado al frente. No estoy acostumbrada a mandar a perder a mis compañeros”, dijo de nuevo. “Por eso el 14 de diciembre he preferido quedarme en la marcha cuando debía haber ido a jurar al Parlasur para pedir una audiencia a Gerardo Morales para ver cómo continuaban nuestras cooperativas. Nunca me he escondido de nada porque así me he criado. Siempre estuve al frente”.
Cuando volvió a hablar de Morales, dijo que ya lo había perdonado. “Siento mucho el rencor que tiene Gerardo Morales a mi persona, que en menos de seis meses me llene de tantas causas. Yo por mi dentro, ya lo hubiese perdonado. No le tengo rencor, al contrario pertenezco a los pueblos originarios orgullosamente, como coya, y a nosotros nos han enseñado que a las personas que nos hacen daño, perdonamos, internamente. En lo más profundo de nuestro corazón, y yo ya le he perdonado, así me haga el daño que me haga”.
Sala también interpeló a los jueces por los pronunciamientos de ONU, CIDH y OEA, organismos que reclamaron su “inmediata liberación”. “Jujuy es parte de la Argentina. No es una república aparte. No es un estado autónomo. La justicia tiene que respetar. Y no hemos tenido respeto. Por eso no declaré. Y a quién tengo que rendir cuentas es al pueblo y a la justicia justa. No es a Gerardo Morales. Quiero creer que ustedes son parte de una justicia independiente. Se los pido por mi gente y la madre tierra”.