La Jornada / J. Jaime Hernández y David Brooks
21 de diciembre de 2016.-
Tras su cena con el multimillonario mexicano, Carlos Slim, a quien recibió el pasado sábado en sus dominios de Mar-a-Largo, en Florida, el presidente electo Donald Trump ha vuelto a exhibir su método preferido para limar asperezas o para construir puentes y relaciones con gobiernos o entidades extranjeras: el de la diplomacia corporativa.
Es decir, el tipo de diplomacia que mantiene muy preocupados a los profesionales de la diplomacia política estadounidense desde el Departamento de Estado.
Cuando el pasado 14 de diciembre la Secretaria de Relaciones Exteriores de México, Claudia Ruiz Massieu, realizó una gira de trabajo por Washington, para entrevistarse con el líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y con la Consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Susan Rice, su misión se limitó a seguir los mismos pasos que otros gobiernos ya habían seguido para tratar de entablar contacto con el gobierno entrante de Donald Trump.
Es decir, practicar una especie de diplomacia «de proximidad» que sólo ha servido de fachada a los verdaderos contactos que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha mantenido desde antes de la victoria de Donald Trump, a través de su yerno, Jared Kuchner y su hija Ivanka.
Unos contactos que se han realizado al margen de los canales diplomáticos habituales entre ambos países.
Consultados por La Jornada, funcionarios de muy alto nivel de gobiernos europeos y de Latinoamérica, han confirmado el elevado grado de dificultad que han enfrentado para establecer puentes con el equipo de transición de Donald Trump.
«Nuestros intentos a través del Departamento de Estado por establecer un contacto con la gente e Trump no han llegado a ninguna parte», aseguró un alto funcionario del gobierno alemán que pidió permanecer en el anonimato.
«Nuestros interlocutores sólo nos han confirmado que el equipo de transición de Trump por el momento sólo esta interesado en la lista de los cargos políticos que serán los primeros en reclamar para aliados y amigos en distintas embajadas», añadió esta fuente.
Precisamente, la dificultad para acceder a Trump a través del Departamento de Estado ha obligado a varios gobiernos extranjeros a echar mano de sus contactos a través del mundo empresarial o de sus conocidos en el sector inmobiliario o de Wall Street.
Así lo hizo el ex Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, al entablar contacto con el yerno de Trump para organizar la polémica visita del entonces candidato republicano a México en agosto pasado, y así lo hizo también el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, quien logró entrevistarse con el presidente electo y su hija Ivanka gracias a un poderoso intermediario del sector inmobiliario.
En medio de un vendaval de críticas, por los encuentros y contactos realizados al margen del Departamento de Estado, miembros del equipo de transición de Donald Trump han asegurado que tras su juramentación como presidente el próximo 20 de enero, el caprichoso magnate tendrá que ajustarse al protocolo que dicta Foggy Bottom
Sin embargo, tras la designación de Rex Tillerson, como su Secretario de Estado, son muchas las dudas e inquietudes sobre el futuro de la diplomacia de Estados Unidos. Famoso por haber desarrollado «su propia diplomacia» o una diplomacia alterna y, en muchos casos, contraria a los intereses de Washington, Rex Tillerson ha cultivado relaciones y amistades peligrosas o inconvenientes para la Casa Blanca.
Como por ejemplo, con el líder ruso, Vladimir Putin y con el poderoso presidente de la compañía petrolera rusa Rosneft, Igor Sechin. Como presidente de Exxon Mobil, Tillerson ha sido capaz de desarrollar una diplomacia corporativa que va más allá de intereses geoestratégicos o militares para Estados Unidos y, muchas veces, se contrapone a los valores democráticos que pregona la Casa Blanca.
«Nuestra preocupación, desde el punto de vista de la Unión Europea, es que con Donald Trump y Rex Tillerson la diplomacia prodigará el carácter corporativo y sacrificará los valores democráticos tradicionales de nuestra alianza trasatlántica», comentó un alto funcionario del gobierno español.
A la espera de que Trump asuma la presidencia, varios gobiernos de la Union Europea y de Latinoamérica analizan la posibilidad de realizar cambios en sus cancillerías. La necesidad de contar con profesionales de gran experiencia y, sobre todo, con gran peso e influencia, marcan la nueva tendencia ante la necesidad de lidiar con un Donald Trump impredecible y volátil.
En este sentido, algunos observadores ya apuestan por un recambio en la Secretaría de Relaciones Exteriores de México:
«Sería lo más lógico. Y no nos extrañaría que el presidente Peña Nieto designe a un nuevo canciller para sustituir a Ruiz Massieu. La designación de Luis Videgaray como nuevo Secretario de relaciones Exteriores sería la opción más lógica en el caso de México», comentó un diplomático latinoamericano que pidió el anonimato.
La designación de Videgaray sería, en este sentido, el paso más lógico ante el inicio de la era Trump y la práctica de una diplomacia corporativa que ya causa escozor entre funcionarios del Departamento de Estado y que podría caracterizarse, bajo la dirección de Rex Tillerson, por el desarrollo de una «política exterior a la medida» de poderosos grupos industriales o de corporaciones como Exxon Mobil.