Tal como ha sucedido con la política doméstica, el primer año de gobierno de Mauricio Macri en el plano de las relaciones internacionales significó un brusco giro de las políticas que venía desplegando el kirchnerismo en los doce años previos. En este artículo analizaremos los puntos centrales de la nueva política exterior argentina, enfocándonos principalmente en el cambio en relación con América del Sur, EE.UU. y la Unión Europea. Para finalizar trazaremos una breve perspectiva sobre los desafíos venideros, tanto para nuestro país como para la región en su conjunto. a) ¿Fin de la multipolaridad? Tardía luz de giro rumbo a Estados unidos y la Unión Europea. Macri y su canciller, Malcorra, iniciaron desde el primer minuto una política exterior bajo la implícita tesis de que la unipolaridad norteamericana no estaba en jaque. A partir de esa idea subyacente intentaron configurar un relanzamiento de las relaciones exteriores rumbo al hegemón en declive y sus principales aliados, tal como lo demuestran los primeros encuentros que tuvo el Jefe de Estado: Barack Obama, Francois Hollande y Mateo Renzi, entre otros. Meses después, el derrotero de estos líderes es bien conocido: Obama sale de la Casa Blanca con la cabeza gacha tras el triunfo del pirotécnico Trump; Hollande ni siquiera se atreve a participar de la próxima contienda electoral francesa, que se dirimirá entre el conservador Fillon y la ultraderechista Le Pen y Renzi es eyectado tras perder el referéndum constitucional en Italia. Como se ve, un cambio brusco del panorama institucional en estos países, que habla de una crisis política aún en curso en la UE y los EE.UU., a contrapelo del primer diagnóstico del presidente -y su equipo de asesores- en política exterior. Argentina giró hacia países que no se habían recompuesto de la crisis económica internacional iniciada en 2008, sacrificando asimismo la creciente vinculación que nuestro país tuvo con el bloque de emergentes (Brics y G77+China, principalmente). b) Unasur y Celac, sin peso en la nueva política exterior del Palacio San Martín. La sede de la Unasur en la Mitad del Mundo se llama Néstor Kirchner, en homenaje a quien fuera el primer Secretario General del bloque. Sin embargo, en lo que lleva de mandato, a Mauricio Macri no se le conoce siquiera una opinión pública sobre este importante organismo regional, que cumpliera funciones destacadas ante los intentos de desestabilización en Bolivia 2008, Ecuador 2010 y Venezuela 2014. Lo mismo ha sucedido con la Celac. Un ejemplo de ello fue la participación en la cumbre realizada en Quito a inicios de 2016, a la cual fuera enviada la vicepresidenta Gabriela Michetti, con un perfil notoriamente bajo (y una participación abiertamente pro-OEA cuando se debatía el tema Haití). Dos opciones se desprenden de aquel accionar: a) existió un profundo desconocimiento de la instancia a la cual la vicepresidenta asistía; b) el accionar fue intencional, conociendo lo que allí se ponía en juego. Ambas marcan una profunda distancia respecto a la política que el Estado argentino desplegó en torno a la Celac con anterioridad, desde la fundación misma de esta instancia, en diciembre de 2011 en Caracas, Venezuela. c) Guiños a la Alianza del Pacífico y el TPP. ¿Y el triunfo de Trump? Durante los primeros meses del 2016, Macri pidió el ingreso de la Argentina como observador de la Alianza del Pacífico, bloque regional compuesto por México, Colombia, Perú y Chile, todos países firmantes de los Tratados de Libre Comercio con EE.UU. El ingreso se hizo efectivo, e incluso MM participó de la Cumbre Empresarial de AP realizada en Chile, con un discurso pomposo respecto al espacio allí reunido. Meses más tarde, con la consumación del triunfo de Trump en EE.UU., la Alianza del Pacífico quedó profundamente golpeada, visto y considerando que el TPP era el horizonte de funcionamiento de este bloque de países. d) Del pedido de ingreso a los Brics, al aval, al impeachment, a Dilma. Cristina Fernández de Kirchner pidió el ingreso de Argentina a los Brics públicamente, a mediados de 2015, durante un acto público que compartió en la provincia de Buenos Aires junto con el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva. Fue al histórico líder sindical a quien CFK pidió explícitamente ‘ser el embajador’ de esa causa: Argentina tenía expectativas en fortalecer la integración regional en vías a solidificar una inserción latinoamericana en el nuevo mundo multipolar. Todo cambió vertiginosamente: no solo Daniel Scioli perdió el balotaje contra Mauricio Macri, en noviembre de 2015, sino que además, durante mediados de 2016, se llevó adelante un impeachment contra la presidenta legítima Dilma Rousseff, que provocó que el Partido de los Trabajadores sea desplazado de Planalto. Esa doble operatoria impidió que Argentina ingrese al bloque Brics, pero también significó una reorientación de la política exterior brasileña, ahora capitaneada por un conocido lobbysta de la Embajada de EE.UU. en Brasilia, José Serra. Argentina fue el primer país latinoamericano que avaló el ‘golpe parlamentario’ en Brasil, acudiendo a saludar el funcionamiento instituciones -las mismas que avalaban la operatoria destituyente-. Así, nuestro país pasó de pedir el ingreso a los Brics a avalar al gobierno ilegítimo de Brasil.(O)
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