Anis Amri pasó cuatro años en prisión en Sicilia, donde los investigadores creen que podría haber entrado en contacto con extremistas islámicos. La posibilidad aterra a las autoridades italianas
Anis Amri ha muerto en Italia, tiroteado por la policía milanesa. Pero el sospechoso del atentado con un camión contra un mercadillo navideño en Berlín no era un desconocido para las autoridades de este país. El joven, un tunecino de 24 años, estuvo encarcelado cuatro años en la isla de Sicilia, primero en una cárcel de Catania y luego en Palermo. Y ahí mismo, en opinión de su hermano Bdelkader, el joven emprendió su camino hacia la radicalización política y el extremismo islámico. Circunstancias que —aunque aún no han sido confirmadas por la policía italiana— ya han llevado a la apertura de una investigación por parte de la Fiscalía de Palermo, cuyos magistrados quieren ahora conocer en detalle qué ocurrió, y con quién se relacionó Anis Amri, durante su encarcelamiento siciliano.
Según las primeras pesquisas, lo que ha sido confirmado es que Amri llegó por primera vez a territorio italiano en febrero de 2011. El contexto es dramático: el exdictador Zine El Abidine Ben Ali acaba de ser derrocado en el marco de la llamada Revolución de los Jazmines, cuando miles de tunecinos se dirigen en patera hacia las costas del sur de Italia. Y es ahí cuando Amri miente por primera vez a las autoridades italianas, asegurando que es menor de edad para obtener mejores condiciones de acogida. Algo que lo lleva hasta la localidad de Belpasso, en la provincia de Catania, donde le hospedan en un centro para menores de edad mientras las autoridades evaluaban su solicitud de asilo político.
Pero no pasa mucho tiempo antes de que el joven empiece a resultar preocupante. Se queja con frecuencia por las condiciones del centro en el que vive y por el tiempo que está pasando sin que le den los papeles para regularizarse en Italia. Finalmente termina siendo arrestado por la policía italiana en octubre de 2011, acusado de haber golpeado, junto con otras cuatro personas, a un funcionario del centro de acogida y haber provocado un incendio en la misma estructura. La noticia acaba incluso en las páginas de los diarios locales de Catania, que publican sólo las letras iniciales del nombre del joven.
Amri llegó a amenazar a otro detenido, de religión cristiana, diciéndole: ‘Te corto la cabeza’”Amri paga un alto precio alto por su error. Es condenado a cuatro años de prisión por el fiscal de Catania por coacción, lesiones e incendio doloso, e ingresa primero en el reformatorio Bicocca de Catania, y luego en el penal Ucciardone de Palermo, donde vuelve a estar bajo observación por comportamientos agresivos. “Allí llegó a amenazar a otro detenido, de religión cristiana, diciéndole: ‘Te corto la cabeza’”, escribió al respecto el diario italiano ‘Il Fatto Quotidiano’, citando un informe del Departamento para las Instituciones Penitenciarias (el DAP, por sus siglas en italiano) en el que se transcribió el episodio.
Aun así, es excarcelado en mayo de 2015, cuando las autoridades lo envían al Centro de Identificación y Detención (CIE) de Caltanissetta para que se proceda con su expulsión del país. Sin embargo, algo ocurre y el procedimiento no obtiene el visto bueno. Según las autoridades italianas, Túnez se niega a reconocerlo como ciudadano propio, una condición ‘sine qua non’ para las deportaciones. Por ello, la policía italiana se limita a transcribir su expediente en el Sistema de Información de Schengen (el SIS), y luego lo dejar ir, exigiéndole únicamente de abandonar Italia. Y Amri así lo hace, en mayo de 2015.
La cuestión es que, de confirmarse la radicalización de Amri en las cárceles italianas, esto corroboraría una de las peores inquietudes de la policía transalpina de los últimos años. “Sí, hemos tenido casos de sujetos que han intentado hacer proselitismo dentro de nuestras prisiones”, explicaba en enero pasado a esta periodista Lamberto Giannini, el policía italiano que dirige el comité de análisis antiterrorista de Italia (CASA).
“[Los islamistas radicales] tratan de ganarse la confianza de individuos con problemas de alcohol y drogas. Es algo que preocupa”, añadía el agente, cuyo organismo coordina desde el 2013 todas las unidades antiterroristas de la policía italiana. Ahora, la actuación de Giannini estará bajo lupa para entender si se podía haber hecho algo más en el caso de Amri.
Italia, curtida en la lucha antiterrorista
Y es que, en teoría, si en los últimos 15 años Italia ha sido el único gran país europeo libre de atentados y otros incidentes de calado, se debe a que se ha aplicado la extensa experiencia contra el terrorismo local de la extrema derecha e izquierda, en los años setenta, y las normas contra las mafias. “[En la lucha contra el terrorismo internacional] hemos usado las mismas medidas preventivas que antes usábamos exclusivamente contra los sujetos mafiosos”, informaba hace pocas semanas el entonces ministro de Interior, Angelino Alfano.
Una política cuya consecuencia ha sido un aumento en las deportaciones. De hecho, en total, de 2004 hasta 2014, Italia expulsó por razones de seguridad nacional a un promedio de 14 ciudadanos por año, mientras que en los últimos dos años el número de deportados superó las 120 personas, en su mayoría marroquíes y tunecinos. Además, también se incrementó la actividad investigadora. Tanto que el pasado 19 de diciembre, se condenó por primera vez incluso a una ‘combatiente extranjera’ italiana, Maria Giulia Sergio (Fátima, desde su conversión), quien fue castigada con nueve años de prisión, por terrorismo.
No obstante, Italia también ha sido acusada por sus socios europeos de no ser eficiente en el control de las personas que entran a través de sus fronteras meridionales. Lo que, en opinión del jefe de la policía de Caltanisetta (sur), Bruno Megale, se debe también a que en la policía italiana no hay agentes de origen magrebí, balcánico y medioriental. Asimismo, otros han señalado que la carencia más fuerte es la falta de políticas para prevenir la radicalización y de protocolos para la reinserción en la sociedad de personas que han sido radicales. De hecho, una propuesta de ley fue presentada hace dos años al Parlamento italiano, pero desde entonces ahí se encuentra varada.
Amri llegó de madrugada a la estación de Milán procedente de Francia, y dos horas después los agentes le dieron el alto. Sacó una pistola y disparóDicho esto, el nuevo ministro de Interior de Italia, Marco Minitti, así como las autoridades germanas, han agradecido a los policías italianos que esta madrugada se participaron en la operación contra el joven tunecino. El superintendente de la policía de Milán, Antonio de Iesu, explicó que el sospechoso “pasó por Francia y llegó a la estación central de Milán a la una de la madrugada”, y que fue interceptado en torno a las tres por dos jóvenes policías, uno de los cuales ha sido hospitalizado tras haber sido herido por una bala.
“El hombre sacó inmediatamente una pistola y disparó. Por eso, la patrulla reaccionó abriendo fuego”, dijo el ministro Minniti, quien también confirmó la identidad del fallecido pero no supo explicar por qué el joven se encontraba allí y hacia dónde se dirigía. “Lo que ha ocurrido pone en evidencia la importancia de un mayor control del territorio y de la colaboración entre distintas fuerzas de seguridad y fuerzas armadas, así como la importancia de acentuar la colaboración también a nivel internacional”, afirmó por su parte el primer ministro de Italia, Paolo Gentiloni.
Pero de Iesu ha precisado que, antes de morir, Anis Amri no gritó «Alahu akbar», como escribieron algunos medios italianos y transcribieron muchos diarios internacionales. Sus últimas palabras antes de ser abatido, pronunciadas en perfecto italiano, fueron: “Policías bastardos».