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Evaristo Marcano Marín-Aporrea

El triunfo de Donald Trump puso al mundo político patas arriba. Sorprende y mucho, que a todos y todas nos haya caído la victoria de un ajeno a la política y empresario en los EEUU, como un balde de agua helada. Estamos hoy, como inventándonos explicaciones de este «curioso» fenómeno, suponiendo (creo) que la victoria de Trump además de batacazo es una situación muy especial y extraordinaria en el mundo.

El «fenómeno» Trump anda ya desde hace rato rondando por América Latina y haciendo de las suyas. Trump no es muy distinto a Macri y a Michel Temer.

Frente a una crisis sistémica, que coloca más carga en los hombros de los que ya llevan mucho peso, la derecha tiene como un renacimiento. La izquierda o los líderes que se ven dentro de ese campo no parecen entender mucho.

Bernie Sanders se dobló ante Hillary Clinton. Asumió digamos que un discurso socialdemócrata avanzado, ganó mucha simpatía y luego dejó eso hasta ahí. Entregó ese esfuerzo a Hillary Clinton. Sanders, convirtió todo ese esfuerzo en un «amor sin esperanza»,

Yo no creo hoy, que Sanders hubiese ganado a Hillary. Ella era la muñeca de ese modelo, pero dejó un sentimiento y un descontento disperso y sin esperanza y la derecha o esa derecha que se recompone supo sacarle partido.

II

A nadie le llamó la atención, que en las recientes elecciones locales en Brasil, un evangélico, que seguramente es ajeno a la política, ganó una de las más importante alcaldías de ese país (Río de Janeriro). Nadie se preguntó, cómo pudo un homofóbico ganar la Alcaldía de Río, si en Brasil hubo una política social progresista y hoy le están viendo los dientes a esa nueva derecha que se recompone allá nada más y nada menos que con lista prominentes de corruptos.

En estos momentos en Brasil se desarrolla una huelga por los recortes en los programas sociales, pero no hubo tal huelga por el impeachment de Dilma Rousseff. Al «progresismo» le interesa la torta, no el poder que pueda preparar la torta.

Para el PT y todos los gobiernos progresistas de América Latina, lamentablemente los pobres van siendo objeto-problema y no sujetos de estas experiencias de gobierno. Con toda la corrupción que hoy está al frente del gobierno de Brasil y el descontento que existe; el PT que ha debido ser la fortaleza de ese proceso, no está mejor que hace 10 años. Se enfocó en darle viabilidad a un Estado de beneficencia. No pasó de ahí.

Sucedió Igual en Argentina. El progresismo de «izquierda» se limitó a llevar adelante programas sociales, suponiendo que la pobreza es el problema, no la causa de un asunto que tiene de fondo al capitalismo. No han entendido, que superar esa condición de pobreza, significaba avanzar más allá de un programa de beneficencia. La pobreza que genera el capitalismo no se resuelve con ayudas.