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Fabiana Arencibia
Red Eco Alternativo

 

En un país donde pocas familias consumen muchas “canastas de pobreza” y muchas familias no acceden a siquiera una, los más ricos tienen 21 veces más ingresos que los más pobres. Esta situación, además de no ser nueva, exige una solución que siempre estuvo al alcance del poder de turno pero nunca se tomó la decisión política para revertirla.

La pasada semana el INDEC dio a conocer las nuevas canastas que se utilizan para medir la pobreza e indigencia.

Según el organismo estadístico una familia tipo necesitó en octubre pasado para no ser pobre ingresos mensuales de casi 13.000 pesos y de cerca de 5.500 para no ser indigente Solo considerando que la mitad de los trabajadores perciben ingresos promedio de 8.000 pesos podemos tener idea cabal de la situación en la que nos encontramos. Peor aun si comparamos estas canastas con el 10 % mas pobre, cuyos ingresos promedio en el segundo trimestre fueron de 1.400 pesos.

Lo primero que vamos a decir es que lograr la “Pobreza Cero” anunciada por el actual gobierno no es un objetivo a largo plazo. Se trata de, aun manteniendo en el actual esquema económico y el que se desarrolló durante el gobierno anterior, redistribuir la riqueza producida cuya desigualdad hace que vengamos manteniendo una brecha entre los que más ganan y los que menos reciben.

El último estudio realizado con datos Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP) releva una brecha de desigualdad de reparto de los ingresos que van de 1.400 pesos y 28.500 mensuales, o sea que la población con mayores ingresos recibe casi 21 veces más que la de menores ingresos.

Del mismo informe se desprende un dato interesante que tira por la borda lo inevitable de esta situación y muestra claramente que para reducir la pobreza y la indigencia solo se necesita decisión política.

Si se toma el Producto Bruto Interno (PBI) según datos oficiales y se lo compara con las canastas básicas, resulta que en ese total de riqueza que el país produce en un año entran más de 58 millones de canastas básicas totales y casi 142 millones de canastas básicas alimentarias.

Si en lugar de tomar el PBI se realiza el cálculo con el consumo privado (sin considerar inversiones ni consumo público), sería posible cubrir con este consumo 38 millones de canastas básicas totales y casi 93 millones de las alimentarias.

Así, la riqueza que se produce hoy – a pesar de las malas estadísticas en cuanto a la baja en la producción industrial, la recesión de la actividad económica, la inflación, la pérdida de puestos de trabajo, etc – alcanzaría, si se distribuyera según los montos de las canastas, a sacar de la pobreza a 153 millones de personas y de la indigencia a 372 millones.

Resulta claro que la existencia de la concentración y extranjerización de nuestra economía son los factores de fondo que hacen que un país rico lo sea solo para algunos pocos.

Con una fuerza laborar de alrededor de 18 millones de personas, casi la mitad está precarizada y 1 de cada 3 son trabajadores no registrados. Esta situación contribuye a concentrar el dinero en pocas manos de la misma manera que lo están las ganancias. Discutir en este marco si los salarios superiores a determinada cifra deben pagar o no impuesto a las ganancias es como mínimo una ofensa para los trabajadores.

Para poner en contexto los últimos datos de pobreza dados a conocer por el INDEC (32 % de la población) habría que recordar que desde la intervención del organismo en 2007, comandada por la patota del entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno, las canastas que miden pobreza e indigencia fueron manipuladas y por lo tanto también distorsionados estos índices.

El estudio de IPyPP calcula cuáles hubiesen sido esos indicadores de seguir la metodología que actualmente aplica el INDEC. Tomando las canastas básica y total de abril de este año publicadas por el organismo estadístico y retrotrayéndolas a diciembre de 2015, la pobreza ocultada por el kircherismo ascendería al 29,5 % (13 millones de personas) y la indigencia al 5,3% (2,3 millones de habitantes).

Por lo tanto, la política de Macri desde su asunción ha arrojado a 1,26 millones de argentinos a la pobreza (14 millones de pobres) y casi medio millón a la indigencia (2,75 millones de indigentes). Cinco nuevos pobres y dos nuevos indigentes por minuto. Situación que continúa agravándose en la población menor de 14 años donde de casi 10 millones de niños, niñas y adolescentes, casi la mitad son pobres y casi un millón son indigentes.

Hablamos de personas y no de números. No se entiende por lo tanto a intelectuales defensores de la gestión anterior que ponen el ojo en si este INDEC es más o menos creíble que el intervenido, con afirmaciones tales como “la canasta es muy exigente, está sobrevalorada”. Preguntaríamos si ellos pueden comer con 45 pesos por día.

Desterrar la “fábrica de miseria”, dice el informe del IPyPP y plantea algunos datos de lo que supone el incremento macrista de la pobreza e indigencia desde su asunción a la actualidad, que compartimos como cierre de esta nota:

*Por cada nuevo nacido, 2 cayeron bajo la línea de indigencia y casi 6 bajo la línea de pobreza.

*En sus primeros seis meses de gobierno, sumió en la indigencia a toda la nueva población del 2016 (algunos de los cuales aun no nacieron) mientras que llevó a la pobreza a toda la nueva población nacida entre el 2014 y 2016.

*En esos 180 días de gestión se sumaron 7012 pobres por día, 292 por hora y casi 5 nuevos pobres por minuto.

*En ese mismo período, cayeron en la indigencia 2562 personas por día, 107por hora y casi 2 por minuto.

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