Basem y Laila Tajeldine
La política interna y externa de EE.UU. se manifiesta a través de un entramado de tendencias y contradicciones en cuanto a las formas se refiere, pero en el fondo, las políticas de las distintas administraciones estadounidenses (llámense Democráticas y/o Republicanos) se construyen para alcanzar un mismo objetivo, que es el control de los mercados, los espacios geopolíticos y los recursos estratégicos en pro de la acumulación del capital. Esto explica que las políticas adoptadas por las últimas administraciones imperiales, vale decir, por Ronald Reegan, los Bush (padre e hijo), Bill Clinton y Barack Obama han sido en esencia similares.
Las similitudes se hicieron visibles, cuando durante el gobierno de Reegan se formaron, entrenaron y armaron a grupos terroristas para ejecutar acciones contra los gobiernos revolucionarios de Daniel Ortega en Nicaragua y Mohamad Nayibulah en Afganistán. Lo mismo hizo Barack Obama, quien utilizó la misma metodología para actuar contra Libia y Siria.
Los verdaderos decisores y/o arquitectos de la política interna y externa de EE.UU., son las grandes corporaciones del temido Complejo Militar Industrial (CMI), el poder financiero global y el lobby sionista AIPAC, quienes financian las campañas electorales y obligan a sus candidatos a promover sus intereses en el mundo.
Los actuales candidatos presidenciales del sistema imperial, tanto Hillary Clinton como Donald Trump, manifestaron ciertas diferencias en sus campañas electorales que, más bien, respondieron a la población que los mismos se propusieron captar. Por su lado, Trump quiso despertar un sentimiento «nacionalista» para captar a los racistas y ultra-conservadores en lo que a su entender es prioridad rescatar la identidad de la clase blanca dominante y reconstruir la economía quebrada estadounidense cuya deuda pública y privada supera en más del 300% el PIB de ese país. Mientras Clinton aplicó una campaña muy similar a la de Obama, dirigiéndose a la población latina, entre otras, y explotando la feminidad para captar el voto de las mujeres.
Si nos preguntásemos con cuál de ambos candidatos resultaran los pueblos y naciones de la región más afectados, debemos aclarar lo siguiente:
Debido a los reveses económicos, políticos y militares que ha experimentado EE.UU., en los últimos años, incluyendo el desafío ruso en Siria, la política imperial está siendo redirigida hacia el «patio trasero», Latinoamérica y el Caribe. Justamente, ese replanteamiento político lo han hecho la administración Obama rractivando el Plan Cóndor 2.0, que sería mantenido y profundizado por la posible administración de Hillary Clinton si resultase vencedora.
En cuanto a Venezuela, es evidente que Hillary a prometido al voto apatrida venezolano activar y profundizar las sanciones contra el país, y tener un papel más público en la desestabilización y el ahorcamiento financiero a Venezuela para provocar un estallido social y derrocar a su gobierno soberano. Así lo ha manifestado en varias de sus presentaciones cuando con su particular arrogancia y prepotencia se refiere al país con desprecio, haciéndose eco de la campaña insana de sus agentes en el país que atentan contra el estado de derecho venezolano.
Diversos analistas coinciden en que las verdaderas diferencias entre los Demócratas y Republicanos se encuentran en el estilo, pero la política que siguen ambos es la misma. Los demócratas actúan manipulando los espacios multilaterales y desestabilizan países de forma encubierta, a través del financiamiento de ONG’S y partidos opositores, o grupos terroristas, y apoyándose en el formato de guerra no convencional (soft power o smart power). Mientras los Republicanos actuan de forma unilateral, menospreciando la manipulación de la diplomacia, invadiendo países, tal como lo demostró Bush hijo.
Tanto Trump como Hillary intervendrían en cualquier parte del mundo si el establishments financiero y militar (los verdaderos constructores de las estrategas políticas, económicas y militares) se plantea hacerlo. Sin embargo, en el espacio de las relaciones internacionales no es tan simple tamaña decisión. EE.UU., siempre ha debido, primero, generar las condiciones subjetivas, presentar un verdadero montaje contra sus victimas para justificar ante su pueblo y el mundo la intervención militar o el bloqueo financiero.
La puesta en escena de un mundo multipolar con Rusia y China a la cabeza, que defienden los principios de soberanía y no intervención consagrado en el Derecho Internacional, colocan dificultades a EE.UU. para poder llevar sus planes adelante.
No existe precedentes en la historia de Estados Unidos de una campaña electoral similar, llena de tantas acusaciones y escándalos. Ambos candidatos por los partidos Demócrata y Republicano, han revelado al mundo lo peor de ese país, los más profundos instintos criminales, codicia y la putrefacción espiritual que define a las hienas políticas representantes de las élites económicas que ostentan el poder real en la Meca del capitalismo mundial. La campaña estadounidense ha sido la de una especie de jauría de hienas luchando por arrebatar al otro la carroña; de chismes, acusaciones de corrupción y mal manejo de información confidencial, de exaltación de xenofobia y hasta de amenazas de desconocimiento de los resultados y guerra civil.
Hillary Clinton y Donald Trump representan los rostro más sinceros de la desgracia moral, económica, política y social que enfrenta el pueblo estadounidense. La posible victoria electoral de Trump ante su desquiciada rival, permitiría que afloren todas las contradicciones internas y externas del imperialismo decadente.
Trump removerá todo el estamento político estadounidense, devolverá al imperio su verdadero rostro maquiavelico, cruel y egoísta que supo maquillar el saliente inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama. Su brutalidad hará resentir las alianzas con Europa, impulsará a la extrema derecha en el viejo continente y acelerará la descomposición social en el nuevo. Por ello, el mejor candidato del establishments es Hillary Clinton.