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Heinz Dieterich.-

Para Fidel. Después de ver su triunfo sobre el Imperio,
cerró 
los ojos para siempre… Gloria eterna al Comandante

1. El muerto en el closet

El más grande problema de Trump es que heredó un modelo de dominación mundial complejo, para cuya administración no tiene cerebro, ni cultura, ni equipo. Ese modelo construido por Truman, Marshall y Eisenhower, benefició al Imperio durante siete décadas, de 1945 a 2016. Su planeada expansión neofascista global (neocons) bajo Obama, sin embargo, fue abortada por la alianza estratégica sino-rusa. Las consecuencias de este fracaso ante las superpotencias emergentes, señal inequívoca del fin del modelo, llevaron al golpista al poder.

Trump capitalizó demagógicamente la derrota de Obama y la optimizó con el único modus operandi (manera de actuar) que conoce: la mentira y el empleo brutal y antiético de la fuerza. Pero, su imprevisto triunfo –facilitado por la inepta campaña de Clinton, el coup d´main (golpe de Estado) del FBI y el sistema electoral plutocrático fraudulento– le deparó una herencia tan complejo, que no sabe cómo gerenciarla. Entre la espada de sus mentiras electorales; la roca de la contraofensiva de los neofascistas (neocons) y su carencia de software de gobernanza mundial propio, la performance del elefante Trump en la tienda de porcelana global de los neofascistas, puede terminar descalabrosamente.

2. Adolf y Donald: Der Fuehrer e Il piccolo Duce

En esto, der Fuehrer Adolf Hitler le lleva una ventaja comparativa al Dangerous Donald. Cuando los nazis llegaron al poder, tenían una misión histórica claramente configurada por el Gran Capital: lograr la dominación del gran capital germánico sobre Europa Central, en un futuro sistema mundial tripolar administrado conjuntamente con Japón y Estados Unidos. Ese sueño imperial había fracasado en 1914-1918 y los nazis fracasaron por la misma vía bélica. Hoy día, Angela Merkel, junto con Obama la neofascista (neocon) más cínica y mentirosa a nivel global, persigue ese sueño imperial germánico con la Unión Europea y el Euro.

Trump, a diferencia del proyecto histórico nazi claramente estructurado, llega al poder casi por default y a contratiempo de la dirección histórica del Imperio estadounidense. Aprovechó demagógicamente la sinergia de los factores del desgaste del modelo de gobernanza mundial de 1945-2016, para instalarse en la monarquía secularizada gringa; a fin de satisfacer su ego y demostrarle a la oligarquía, qué en una democracia plutocrática capitalista, todo lo que existe es mercancía, y puede ser comprado por el mejor postor. Trump es la apoteosis política democrática del mercado capitalista — Hitler fue su apoteosis geopolítica terrorista.

3. El Presidente semioquímico y los neocons

Trump demostró que en la crematística política llamada democracia burguesa, un empresario puede conseguir la mejor presidencia, money can buy. Fue un hostile takeover (apropiación inamistosa) en términos de mercado, dentro de las reglas establecidas. Sin embargo, conducir al planeta no es lo mismo que conducir a sus pequeños casinos sin ingreso. Entra en la escena, entonces, la némesis de la historia y la venganza de los neocons.

Los neofascistas (neocons) desplazados, la power elite personificada en sus avatares Clinton, Bush, Obama, Soros, Buffet, et al., podría vivir con una figura patética de este tipo. Es decir, con la incultura, el parroquianismo y el mercantilismo de Trump, que lo han educado en un solo proyecto histórico: llenarse los bolsillos y colocar su nombre ostentosamente en todos sus clubes de golf y fachadas de hoteles, demarcando su presencia en el global village al estilo canino, pero de manera óptica, no semioquímica. Pero, la coexistencia con Trump sólo es posible bajo una condición: que no cause un daño irreparable al histórico sistema de dominación global estadounidense. Y esto es, justo, la amenaza que presenta el elefante Donald en la tienda de porcelana global de los neocons, junto con sus trogloditas del futuro gabinete.

4. El elefante Donald derrumba el «pivote Asia»

Sin el software de gobernanza mundial, el semioquímico presidente amenaza con derrumbar, sin entender las implicaciones, el edificio de explotación global, levantado por Truman, Marshall y Eisenhower sobre el «atlantismo» con los subordinados europeos y, en el Pacifico, con Japón. A este edificio, que ya se había dañado estructuralmente por el sismo de 8 grados en una (imaginaria) escala geopolítica de Richter, por el fallido intento de Obama de dotarlo con nuevos fundamentos a través del «pivote Asia», Trump le dio el golpe de gracia con la abolición del tratado de libre comercio del Pacífico (TPP): el área geopolítico, por cuyo control el Imperio sostuvo la Segunda Guerra Mundial con Japón. Trump dejó, de esta manera, la reconfiguración mundial del Pacífico en manos de China y, derrumbó, al mismo tiempo, la criminal agresión del Imperio neocon (Obama y Clinton), contra Rusia. En una palabra, «entregó» Eurasia a las superpotencias emergentes del nuevo orden mundial multipolar.

5. Vicepresidente Biden: Trump, un bruto sin software global

El vicepresidente neocon, Joe Biden, había diagnosticado con precisión clínica el talón de Aquiles de Trump: su incultura y falta de software de gobernanza mundial. Cuando Trump dijo que Japón tenía que pagar más a la OTAN para su protección, o, si no, desarrollar sus propias armas nucleares, Biden dijo publicamente: «¿En qué escuela estuvo dónde y cuándo? …No está calificado para conocer los códigos (nucleares)…¿No entiende que nosotros escribimos la constitución japonesa para impedir que tuvieran armas nucleares?» — «Where was he when in school?…He’s not qualified to know the [nuclear] codes… Does he not understand we wrote Japan’s constitution to say they couldn’t be a nuclear power?».

6. La retirada del embustero

La elite en el poder, los neocons, sobreestimaron la capacidad de los filtros sistémicos para evitar que Trump y la «derecha excluida» (altright) se hicieran con la Casa Blanca. Ahora necesitan controlar el daño. Para su «damage control«, las diferentes fracciones de la clase dominante, tienen tres opciones:

1. Matar físicamente a Trump, como hicieron con J.F. Kennedy;

2. Liquidarlo políticamente o jurídicamente, a través de las 75 demandas judiciales que enfrentan él o sus compañías;

3. Compartir el poder con el «Delincuente en Jefe».

Dado que los protofascistas de Trump, los neofascistas de Obama, Clinton, Bush y el establishment del Partido Republicano son «caimanes del mismo pozo», la opción «tres» es la más probable. De hecho, Trump, cuya estrategia de bully esconde su cobardía personal, ya se está retirando aceleradamente de algunos de sus embustes electorales más significativos, como el encarcelamiento de Hillary Clinton («lock her up»), la construcción de la muralla en México y la destrucción del «Obamacare». Algunos pequeños regresos de trabajos manufactureros a Estados Unidos, insignificantes en cuanto a la escala del problema; «éxitos» propagandísticos en la negociación con los débiles, por ejemplo, los latinoamericanos, y un breve boom económico artificial mediante el endeudamiento del Estado (reforma fiscal corporativa), proporcionarán la cortina de humo para la retirada.

7. Gobierno tripartito del Gran Capital y clase obrera

El golpe de Estado del piccolo Duce tiene como resultado un proyecto de gobierno que es más de lo mismo de los últimos años. Esto con dos excepciones. El escape de Eurasia de las garras del imperialismo de Occidente (neofascistas) es irreversible, al igual que la irrupción del primer sistema de gobernanza multipolar en la historia de la humanidad. La imprevisibilidad de la reacción política de la clase obrera blanca pre-universitaria, cuando la burbuja de las mentiras económicas de Trump estalla, es la segunda excepción.

Manipulados por la demagogia obrerista del embustero, esa clase trabajadora votó mayoritariamente en contra de sus propios intereses económicos objetivos, al optar por el golpista, cuya plataforma económica real es totalmente anti-obrera. Cuando llegue la hora de la verdad, esa clase trabajadora puede ir por dos caminos. Puede desarrollar su conciencia histórica y praxis adecuada frente a la plutocracia que una vez más la victimizó; o puede seguir siendo manipulado por el Duce hacia una versión proto-fascista más agresiva y resentida de la realidad que les explicaría, porque su utopía de hacer América grande, fracasó.

Dada la ausencia de una vanguardia de izquierda revolucionaria en todo el continente y todo el mundo, la segunda posibilidad es la probable. De ahí, que «el salto del tigre bajo el cielo libre de la historia» –como formuló Walter Benjamin el gran sueño de Marx de la liberación de la clase trabajadora– no se dará pronto. Mientras los bufones de la socialdemocracia y los lumpen del Gran Capital dominen las cabezas de los ciudadanos y la izquierda sigue ignorante de la antropología de la praxis humana, no hay esperanza de romper las cadenas del Capital.