Sin embargo, el recorrido de la presidencia de Temer no parece estar mostrando la fortaleza institucional y política que muchos pretendían. Sin mencionar el impacto que las medidas tomadas hasta el momento puedan tener sobre la izquierda o el progresismo -que no son pocas-, los grandes grupos políticos, empresariales, mediáticos, judiciales y de los ciudadanos que apoyaron el golpe -cuyo eufemismo fue “impeachment”- a poco menos de dos meses no están ya del todo seguros que Temer pueda finalizar, al menos exitosamente, su mandato. Hoy Michel Temer es sólo la cabeza visible de un proyecto de país que puede ser llevado adelante por cualquier otro, mejor si cuenta con mayor popularidad y legitimidad entre la población.
I
Uno de los primeros golpes sufridos por el gobierno interino de Temer fue la renuncia de Romero Jucá como Ministro de Planeamiento. Jucá, hombre muy cercano al Presidente y uno de los principales articuladores del impeachment, se vio obligado a dejar su cargo a finales del pasado mayo por la filtración de una conversación con Sergio Machado -ex Presidente de Transpetro- en la que deslizan que un cambio en el Gobierno federal era necesario para parar la “sangría” de Lava Jato. Entre otro de los asuntos conversados, este aspecto en particular puso en evidencia la imperiosa necesidad de los aliados de Temer de conseguir frenar las investigaciones por corrupción que los involucraban.
Lo cierto es que, a cinco meses de esa conversación, Temer no ha logrado ser capaz de hacerle un torniquete a Lava Jato. Su principal operador en el Congreso para llevarlo a la Presidencia, Eduardo Cunha, fue preso días atrás y, con él, se diluyeron las expectativas de blindaje judicial. Cunha está en proceso de negociación de una delación premiada que puede hacer caer a muchos parlamentarios, dirigentes partidarios y actuales funcionarios de alto rango, incluido el propio Temer. Si una vez consiguió dar curso al proceso que terminó con la presidencia de Dilma por ésta negarse a protegerlo judicialmente, lo mismo puede hacer ahora ante la incapacidad de sus aliados en el gobierno de salvarlo de las investigaciones por corrupción y lavado de dinero.
II
Lava Jato ha potenciado, tras la caída de Dilma, un grave conflicto entre poderes. La imperiosa necesidad de las élites políticas y empresariales implicadas en ese gran caso de corrupción que, se creía, mermaría su capacidad de fuego tras la salida del PT, se ha recrudecido al notar que su potencialidad de daño político sigue su curso. Recién ahora las arbitrariedades y excesos procedimentales de ciertos juzgados indignan a miembros del Supremo Tribunal Federal (STF) y del Senado. Renan Calheiros, Presidente del Senado, ha introducido una acción en el STF para limitar el “abuso de poder” con que se viene conduciendo el afamado juez y establecer claridad en las competencias y límites de cada uno de los Poderes. La acción fue motivada por un operativo la semana pasada -posteriormente suspendido por el STF-, en el que la Policía Federal irrumpió en el Senado y detuvo a cuatro policías legislativos, sospechados de obstruir las investigaciones de Lava Jato. Calheiros se anotició recién ahí que “la policía Federal es fascista” y que “juecesitos de primera instancia” -en este caso el juez Vallisney de Souza Oliveira, pero lo mismo vale para Sergio Moro- puedan sobrepasar tales límites institucionales. También disparó contra el Ministro de Justicia (del PSDB y cercano al presidenciable Geraldo Alckmin) al llamarlo “jefecito de policía”. Estos exabruptos fueron duramente condenados por la Presidenta del STF, pero otros miembros del Tribunal ya abiertamente se pronuncian a favor del proyecto que pune el abuso de autoridad del poder judicial y de la Policía Federal, en clara alusión a la pesadilla en que se han convertido Lava Jato y Moro, su juez. Este representa otro ejemplo del accionar poco respetuoso de las élites conservadoras, que utilizan la Justicia como arma política contra sus opositores, mas cuando ésta opera en su contra recurren a limitar su poder.
III
La presidencia de Temer y sus engranajes partidarios dentro del Legislativo están atravesando un momento político extremadamente complicado. Que hace unos días atrás los Diputados hayan aprobado por amplia mayoría el Proyecto estrella de Temer -el famoso PEC 241 que limita los gastos públicos por 20 años al índice oficial de inflación- no implica en absoluto que Temer cuente con una base de apoyo absolutamente leal. Este proyecto que afecta gravemente las áreas de salud, educación, previsión social y programas sociales se enmarca en la segunda de las razones por las que se cambió el signo ideológico de la Presidencia, y no es de autoría de Temer sino el reflejo de la voluntad de las élites que lo condujeron al poder. Su escasa aprobación popular [2], que hoy alcanza el 14%, las extendidas protestas populares por las consecuencias de la PEC 241 -que sólo en el caso de los estudiantes descontentos se cuentan a la fecha 1022 escuelas e institutos federales tomados y 82 campus universitarios [3]-, una crisis económica que se agudiza -sólo en septiembre se perdieron casi 40 mil puestos de trabajo y casi 700 mil en lo que va del año- son indicadores de una gobernabilidad en apuros. Sumado a ello, el Presidente tiene pendiente el juicio en el Tribunal Supremo Electoral, presidido por Gilmar Mendes, que se concretará en 2017 y que podría acabar con su mandato. Se trata de una de las cuatro acciones presentadas hace tiempo por el PSDB contra la fórmula presidencial Rousseff-Temer por irregularidades en la financiación de la campaña presidencial. Ya con Dilma apartada de su cargo, una sentencia desfavorable llevaría a la acefalía de la jefatura del Estado y a la celebración de elecciones indirectas.
Sea por este camino o por el de las implosiones que puedan generar en el gobierno las declaraciones de Cunha y del otro gran “cuco” de Lava Jato, el empresario Marcelo Odebrecht, lo cierto es que hasta la prensa hegemónica que en algún momento lo mimó ya está dando por cierta la fragilidad del primer mandatario y, también, se ha atrevido a sugerir figuras para su reemplazo hasta 2018 – entre las que se encuentran el ex presidente Fernando Henrique Cardoso y Nelson Jobim, ex Ministro de Cardoso, de Lula y de Dilma [4][5]-. Siga o no Temer en la Presidencia, los dos años que restan para las próximas elecciones directas serán política y económicamente turbulentos; todo parece apuntar que serán dos años de consolidación del plan de las élites, que buscarán posteriormente legitimar con el voto. El PSDB cuenta con la gran performance de las pasadas elecciones locales, y un Lava Jato selectivamente favorable que lo ha colocado con gran ventaja frente al alicaído PT y a un PMDB en el ojo de la tormenta.
Notas
[1] http://www.celag.org/brasil-deja-vu-para-un-gobierno-tremulo-por-camila-vollenweider/
[2] http://www.bbc.com/portuguese/brasil-37558895
[3] http://www.brasil247.com/pt/247/brasil/262308/Contra-PEC-241-mais-de-mil-escolas-est%C3%A3o-ocupadas-em-21-estados-do-Pa%C3%ADs.htm
[4] http://www1.folha.uol.com.br/colunas/monicabergamo/2016/10/1826241-partidos-discutem-possibilidade-de-temer-cair-com-delacao-da-odebrecht.shtml
[5] El economista y columnista de O Globo, Paulo Guedes ya ha afirmado que “los mercados financieros están anticipando los efectos que la economía real puede experimentar en un futuro próximo, si se aprueban las propuestas encaminadas al Congreso. Pero todo eso aun es muy precario. El Gobierno Temer precisa ejercer su capacidad de coordinación política para aprobar la reforma de la Previdencia antes de que las llamas de la Operación Lava Jato incendien el Congreso”. http://www.brasil247.com/pt/247/economia/261849/Recado-do-mercado-a-Temer-corra-a-Lava-Jato-vem-a%C3%AD.htm
Fuente: http://www.celag.org/el-desgobierno-de-temer-en-brasil/