En la amplia red de economistas de la ortodoxia y de un sector de la heterodoxia existe consenso acerca de que el consumo será uno de los principales motores para mostrar crecimiento del Producto Interno Bruto en 2017. El gobierno se entusiasma con ese pronóstico pensando en las próximas elecciones. La comparación interanual de esa variable clave de la economía local será contra meses pésimos de este año. El nutrido equipo de profesionales que se excitan realizando pronósticos todavía no están ofreciendo elementos concretos para sostener que el consumo privado subirá. En caso de que se concrete, sería el resultado de una ilusión estadística. El consumo seguiría en niveles deprimidos pero en comparación con un año malísimo puede llegar a mostrar cifras positivas. Aunque también es posible que ni esa pobre recuperación estadística pueda ofrecer el gobierno. El equipo oficial de manipulación de las expectativas sociales apuesta a que el consumo no bajará en un año electoral, convencido de que son personas aptas para imitar la estrategia del kirchnerismo de fomentarlo, hipótesis demasiada arriesgada teniendo en cuenta quienes están gestionando la economía. Además aseguran sin ningún indicador relevante que lo respalde que lo peor del ciclo recesivo ha pasado. Ambos postulados son por ahora expresiones de deseos que datos duros están dejando en posición incómoda al departamento de propaganda público-privada del macrismo.
El consumo privado representa el 74 por ciento del Producto Interno Bruto (a precios constantes de 2004). Es la variable clave a observar de la Demanda Global si el objetivo es impulsar el crecimiento económico. Ni el consumo público (12 por ciento del PIB), ni la inversión privada (20) y las exportaciones (18) pueden actuar hoy como motores potentes en la economía argentina para alimentar un sendero sostenido de crecimiento (el total da 124, a lo que hay que restar las importaciones -Oferta Global- que representa el 24 por ciento del PIB). Si el consumo privado sube 1 por ciento, con el resto de los factores constantes, el PIB aumenta 0,74 por ciento. Por eso es tan importante lo qué pasa con el consumo privado. Quienes pueden acelerarlo son los trabajadores, jubilados y titulares de derechos sociales porque tienen una muy elevada propensión a consumir la totalidad de sus ingresos. El resto de los participantes en el consumo privado son sectores que si aumentan ingresos destinan gran parte de ellos al ahorro.
El interrogante que por ahora no encuentra respuesta convincente es cuáles será los impulsos para animar el segmento más importante del consumo privado. El grupo de economistas que militan el optimismo 2017 señalan que será la baja de la tasa de inflación, el aumento salarial por paritarias por encima de la evolución de los precios, el otorgamiento del bono de fin de año a trabajadores estatales, privados, jubilados y titulares de la Asignación Universal por Hijo y la revitalización del mercado laboral a partir de un fuerte incremento de la obra pública. Vale analizar cada uno de esos factores para acomodar a la realidad esas esperanzas de la Alianza macrismo-radicalismo.

Inflación

Pese a las reiteradas promesas del oficialismo acerca de que la inflación bajará, las tasas mensuales del último trimestre del año no están acercando buenas noticias. La de octubre se ubicó por encima de las previsiones del Ministerio de Deshacienda y del Banco Central. Los relevamientos privados muestran que el alza de precios no ha perdido intensidad en lo que va de este mes. Para diciembre no existen señales de desaceleración por cuestiones estacionales. Para 2017, el Ministerio de las Petroleras adelanta que habrá varias tandas de aumentos en las tarifas de gas y electricidad. A lo que se sumará otra suba en transporte. En el panorama económico publicado ayer en este diario, David Cufré detalló las tensiones inflacionarias mes a mes para la primera mitad del próximo año. Ni la recesión ni el incremento de importaciones de bienes de consumo final están logrando domar la tasa de inflación. Las fuentes inflacionarias siguen estando muy activas. Hay que tener mucha voluntad macrista para prever una inflación en retroceso, es decir una tasa anualizada por debajo de la existente en el último año del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
No aparecen en el horizonte síntomas de alivio en el recorrido de la inflación para mejorar el estado de ánimo del consumidor. Poco colaborará para modificarlo que el rubro servicios públicos y privados (prepagas, educación) exigirá una porción cada vez mayor del ingreso disponible de la mayoría de la población.

Salarios

El postulado más fuerte para sostener que el consumo será el motor principal del crecimiento 2017 es que los salarios a negociar en paritarias se ubicarán por encima de la tasa de inflación proyectada. Esto supone varias condiciones: que los sindicatos no reclamen recuperar la pérdida salarial de este año, que acepten negociar por la inflación futura (el primer Presupuesto de Macri dice que será del 17 por ciento) y, fundamentalmente, que los empresarios acuerden aumentos por encima de la inflación. Estos comportamientos son de difícil cumplimiento en forma simultánea. Es una fantasía de consultores macristas. Más que los sindicatos, el mundo empresario no acompañará esa estrategia en la parte que le toca. La tasa de rentabilidad de muchos sectores se ha resentido por la recesión, el incremento de las importaciones y el aumento de los costos de los servicios públicos (luz, gas y agua). En ese escenario, incrementar los salarios por encima de la inflación significaría poner más presión sobre la estructura de costos sin trasladarla a precios. Habrá entonces un cuadro de mucha conflictividad por el salario.
Con todos estos factores de disputa por los ingresos desplegados en el escenario económico 2017, afirmar que el salario será el combustible para encender el consumo es una apuesta atrevida.

Bono

Con el bono de fin de año a trabajadores, jubilados y titulares de AUH, el macrismo demostró que tiene limitaciones para hacer lo que no sabe. Definió un monto del auxilio monetario, que además no se  ha generalizado en el sector privado, que no mejorará sustancialmente el ingreso de los trabajadores para revitalizar el consumo. Es un pequeño paliativo para las fiestas y es por única vez lo que no permite una recuperación en el tiempo del ingreso disponible, además el monto del bono es bajísimo respecto a la pérdida acumulada en el año. El Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala señala que los 2000 pesos como referencia para el bono de fin de año se encuentran lejos de compensar la pérdida salarial de 2016. Si se considera la evolución del salario real (a precios de diciembre de 2016) del sector privado registrado deflactado por el Índice de Relevamiento de Precios del ITE (en diez meses alcanza el 38,1 por ciento) el valor del bono necesario para recuperar el poder adquisitivo perdido debería ser de 12.400 pesos. Si se utilizara un índice de precios que contemple una canasta representativa de los trabajadores, como el elaborado por el Instituto Estadísticos de los Trabajadores-UMET (42,5 por ciento), la caída sería todavía mayor: el bono necesario para empatar el poder adquisitivo de 2015 debería ser 16.400 pesos. El ITE-Abdala indica que la situación es más complicada para los trabajadores públicos de la administración nacional. En una categoría representativa (C5 del Sinep) para la que se acordó un bono de 3000 pesos, la pérdida acumulada en 2016 alcanza a poco más de 22.000 pesos.
La suma definida para el bono (los privados quedaron en libertad de darlo o no, el gobierno solo acordó pagarlo para la administración nacional y cada provincia evaluará si sus finanzas permiten otorgar uno) no reúne las cualidades de combustible para iniciar la marcha del consumo privado.

Empleo

Las cifras oficiales revelan que 127.595 empleos registrados se perdieron y cerraron más de 2100 empresas en diez meses de este año. Estimaciones privados elevan los despidos a más de 200 mil.  Las suspensiones se han generalizado en actividades que están padeciendo con más rigor la recesión y la invasión de importaciones. El salto del desempleo al 9,3 por ciento de la población económicamente activa y que en la próxima medición pasaría a ser de dos dígitos deriva en una previsible caída del consumo. Quien se queda sin trabajo retrae fuertemente su consumo, más aún cuando en miles de casos ni han cobrado la indemnización correspondiente. La caída del consumo no se produce solamente por el incremento del ejército de desocupados; también por el miedo que atrapa a quienes preservan el empleo. Así el descenso del consumo se integra por los miles que perdieron ingresos al quedar desocupados y por quienes lo mantienen con temor a perderlo y que además han padecido un fuerte retroceso del ingreso real. Esta inestabilidad laboral fue provocada por el macrismo cuando abrió las puertas a los despidos con la avanzada sobre el empleo público y cuando actúa en forma indiferente en los muchos conflictos que existen en el ámbito privado.

Marketing

Las perspectivas para el consumo privado no son entonces muy alentadoras. Los deseos del macrismo y sus satélites políticos y mediáticos están colisionando con la realidad.
La inercia inflacionaria para el 2017 ubica la variación de precios más cerca de un piso del 25 por ciento que del dibujo del 17 por ciento del Presupuesto de Macri.
El salario real promedio ha bajado de 10 a 12 por ciento en este año, según calculan la CGT y centros de estudios ligados al mundo laboral en base a la canasta representativa de trabajadores. Esa caída ha sido un objetivo deliberado del gobierno para responder a la demanda del sector privado de reducir costos laborales. No existen motivos (política oficial, recesión y aumentos de costos por tarifas) para que empresas tomen decisiones en su microeconomía para acordar salarios por encima de la inflación en 2017.
El monto del bono de fin de año es poco relevante para dinamizar el consumo.
La inestabilidad laboral por despidos, suspensiones y miedo a perder el empleo deriva en un mayor cuidado en el gasto familiar.
Otras medidas del gobierno han sido campañas de marketing con escaso impacto en la dinámica económica vinculada al consumo: la devolución del IVA por consumos realizados por jubilados y titulares de AUH no alcanza ni al 10 por ciento del universo objetivo; y la “reparación histórica” ha cubierto por ahora a apenas 600 mil jubilados con montos mínimos, y en caso de ampliarse vale recordar que poco más del 70 por ciento de los jubilados cobra la mínima y no recibe nada. Además, de acuerdo a la evolución del empleo y de la recaudación, el aumento previsto por la movilidad jubilatoria en 2017 no recuperaría el poder adquisitivo perdido y estaría por debajo de la inflación proyectada.
Hasta ahora el macrismo ha tenido éxito en encubrir la impactante transferencia de ingresos regresiva y sus previsiones fallidas de recuperación económica, resultados que reflejan diagnósticos equivocados con una importante desorganización en la gestión, con la muy efectiva política de marketing prometiendo a la sociedad que va a estar mejor en un futuro próximo. De la mano del debilitamiento del consumo y del mercado interno ese crédito se estaría agotando.

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