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Homar Garcés

Generalmente, el pueblo siempre ha sido sugestionado -en un grado u otro- por las clases dominantes para que reproduzca una autoestima atrofiada y un endorracismo, de los cuales apenas tendría conciencia plena, generando en él un sentimiento extendido de impotencia y de incapacidad para enfrentar con éxito (así sea relativo) la realidad de injusticias, de desigualdades y de explotación en que éste se desenvuelve. De este modo, prosiguiendo las pautas impuestas por el colonialismo hispano en estas tierras de Abya Yala, las clases dominantes consiguieron que una gran mayoría (si no la totalidad) del pueblo se valorara a sí mismo como un elemento negativo -a pesar de sus cualidades, que las tiene, indudablemente-, induciendo en algunos individuos la preferencia por modos de pensar y estilos de vida foráneos; especialmente los provenientes de Estados Unidos, que dan cuenta de un tipo de sociedad moderna, mejor administrada, culta, pujante y donde se hallan a la mano (aparentemente) todas las oportunidades para superar la pobreza estructural de la que se es víctima y parte involuntaria.

Para ello, las élites dominantes recurrieron a la ideología, adoctrinando al pueblo según sus principios de clase, a través de la cultura, la instrucción, la religión y las leyes dictadas a su favor; todo lo cual convergió en la adopción de una visión fatalista de un mundo que jamás podría alterarse, por muchas rebeliones y revoluciones que se gestaran para lograrlo, persuadiendo a los sectores subordinados respecto al papel pasivo que les tocaría cumplir en éste. En referencia a este tema, explica Juan Carlos Barajas Martínez en «Las tres ideologías básicas del Homo Hispanicus», que «la ideología, desde el punto de vista sociológico, no es simplemente que una persona sea socialdemócrata o liberal, esa sería una visión política. Para los sociólogos la ideología tiene que ver más con una visión del mundo, construida desde la infancia, sujeta a cambios a lo largo de la vida y con una clara influencia del entorno social y familiar. Pero se trata de una visión completa del mundo que rodea al individuo construida socialmente, al menos en parte. Si se trata de una visión completa convendremos en que la ideología contendrá a la ideología política, pero también una ética, formas culturales y económicas, hábitos o costumbres, leyes no escritas más o menos inquebrantables y formas religiosas y supersticiones más o menos asumibles».

Adicionalmente, la realidad del mundo contemporáneo corrobora lo escrito puntualmente por Carlos Marx en «La ideología alemana» hace ya más de cien años: «Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante». Para conseguirlo, esta clase dominante no precisa de ejércitos exclusivamente para implantar su modelo político, económico y social. Ahora lo obtiene mediante el control desplegado sobre las redes sociales y los medios de entretenimiento y de información masivos, convirtiéndolos en elementos no convencionales de contienda, en lo que muchos concuerdan en designar guerra de cuarta generación, superando en mucho lo hecho por sus predecesores a través del tiempo. De este modo, se han asegurado que el control sobre los sectores dominados no dependa únicamente de agentes externos sino de la complicidad subconsciente de estos mismos, al hacerlos admitir la legitimidad e inevitabilidad del orden establecido, en un proceso de alienación que se reproduce de forma variada y permanente.

Por supuesto, para los beneficiarios directos de la globalización capitalista, lo ideal es lograr sin resistencia una uniformidad total de pensamiento, conciencia, lenguaje y patrones de vida de quienes habitamos este mundo, aceptándola como algo inevitable y altamente beneficioso para nosotros; claro está, incrementando día a día, sin restricción moral o legal alguna, su patrimonio particular. En contrapartida, cualquier afirmación de soberanía, de identidad cultural, de lucha anticapitalista y/o de libertad económica que lesione, contraríe e impugne los métodos, la lógica y los objetivos de la globalización capitalista será móvil para que el imperialismo gringo y sus asociados promuevan una estrategia en su contra, de forma que no exista nada fuera de su dominio. Es por eso que se requiere echar mano a un cuestionamiento generalizado del modelo civilizatorio actual y no contentarse con reformas que no eliminan del todo las causas de los diversos problemas que aquejan a la humanidad, solucionando parcialmente sus secuelas; lo que sería -aun cuando no lo desearan algunos de sus promotores- una revolución postcapitalista, sea que se le califique de socialista o no, pero revolución en un sentido bastante amplio y pluralista, a tal punto de incluir en ella a todos aquellos sectores sociales que combaten, desde sus trincheras particulares, las amenazas y la hegemonía devastadora de la globalización capitalista.-