Mariano Rosa
Atravesamos un período de novedades políticas. Lo central es el agotamiento del ciclo del progresismo y el avance de fuerzas más conservadoras. En artículos y entrevistas recientes, Maristella Svampa formuló una serie de planteos sintetizados en la consigna «reinventar el vínculo de la izquierda partidaria y los movimientos sociales». Nuestra contribución al debate.
El acceso al gobierno de Macri o Temer o el fortalecimiento de la derecha venezolana, tiene causas en las limitaciones de los proyectos populistas o progresistas. Coincidimos con Svampa en desechar teorías conspirativas y la sobreestimación de las relaciones de fuerzas de imperialismo y derechas. Está claro que como un elemento de balance está la subordinación de movimientos sociales a esas estrategias de gobierno produjo contradicciones y fracturas en el campo de la izquierda y el pensamiento crítico, es así. La dirección de esos proyectos que gobernaron, pretenden ahora arrastrar al derrotismo justificatorio de su fracaso al conjunto del pueblo, o por lo menos al sector más predispuesto a confrontar: los trabajadores, la juventud y los movimientos sociales. Fracasó el posibilismo reformista, la adaptación timorata al capitalismo en crisis, y obviamente, le pavimentó la ancha avenida al recupero de las fracciones más conservadoras del capital. Así se explican Macri en Argentina, Temer en Brasil o el desastre del chavismo burocratizado, estalinista y en retroceso que prepara el retorno de la derecha. El retroceso en Venezuela del bolivarianismo no se dio perdiendo ninguna confrontación al frente de las masas movilizadas y empoderadas, sino administrando el ajuste después de dilapidar relación de fuerzas y montañas de divisas. No hay derecha fuerte, hay posibilismo reformista que le abre la puerta. Palabras más o menos, estamos de acuerdo con Svampa en esto.
Movimientos sociales, protesta y propuesta
Los movimientos sociales estuvieron atravesados en los 90 por una corriente ideológica que los influenció: el autonomismo, entendido como construcción de espacios autónomos de coexistencia con el capitalismo. Svampa resalta la impugnación al burocratismo de esta corriente de ideas, la horizontalidad, la crítica a las estructuras partidarias. No le pone signo a esa influencia. Nosotros sí: pensamos que el autonomismo es una ideología reformista, por lo tanto utópica, ya que el capitalismo no admite coexistencia por mucho tiempo. Por eso, esa ideología, inspirada en la renuncia a la lucha por el poder y la no-construcción de herramienta organizativa para esa disputa, encontró a los movimientos sociales autonomistas ante situaciones de vacío de poder -como el 2001- sin ofrecer alternativa, facilitando la restauración amañada de lo viejo. Así el ciclo del progresismo fagocitó buena parte del autonomismo, provocando rupturas en movimientos de base, cooptación de intelectuales, etc. Svampa responsabiliza únicamente a los progresismos que subordinan desde la estatalidad a los movimientos sociales. Nosotros incorporamos otra reflexión: el autonomismo preparó el terreno para el progresismo, la negación a disputar el poder para una nueva mayoría y un programa de ruptura anticapitalista, hizo su aporte a la anestesia/mediación progresista de la última. Ahora, eso se acaba. Tenemos otra oportunidad.
Izquierda y movimientos sociales: reinventar el vínculo, construir síntesis, confluir
Estamos a fondo por la necesidad de construir una nueva síntesis política, con los movimientos sociales. Somos unitarios, desechamos la autoproclamación, el escepticismo y también el facilismo voluntarista. Por eso creemos que se abre una etapa donde la necesidad táctica de amplias confluencias sobre bases anticapitalistas es crucial. Y al interior de esos reagrupamientos, vertebrar una corriente que sea socialista, que sea feminista radical, revolucionaria y obviamente: ecologista anticapitalista, consecuente. Nuestra estrategia es la lucha por el poder en manos del 1% hoy para desmantelar ése, su poder, y empoderar a las mayorías: la clase obrera, el pueblo, los movimientos sociales. Esa disputa por el poder, requiere deliberación democrática en una organización militante y a la vez coordinación centralizada, no burocrática, para concentrar la fuerza de la confrontación, para luchar hasta ganar, que signifca desmantelar este estado y construir uno transitorio, basada en la autoorganización de masas. La dialéctica confluencia de izquierdas y movimientos sociales, no excluye el desarrollo de la propia organización y sin falsos hegemonismos, dar la lucha de ideas y procesar diferencias y matices por la base, democráticamente. La construcción del MST, como izquierda anticapitalista, feminista y ecosocialista, tiene todo ese enfoque renovador en el campo del marxismo revolucionario del siglo XXI. Entonces, recogemos el guante: sí, hace falta una reinvención del vínculo entre izquierda y movimientos sociales. Ahora es cuando.