Viendo desde esta distancia venezolana los resultados del plebiscito que por ratificar los acuerdos de paz recientemente firmados entre la poderosa guerrilla de las Farc-Ep y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, ganó el NO nacionalmente con una pírrica y precaria mayoría del 50,23% (6.419.759 millones de votos), contra el 49,76% (6.359.643 millones de votos). Es decir, el NO le ganó al SI con apenas 0,47%. Pudiera decirse objetivamente que se produjo un empate técnico, pues 60.116 votos de ventaja así lo indican.

Lo primero que se nos ocurre pensar es que los resultados del plebiscito, si nos atenemos a la promoción propagandística y triunfalista que daban las poco objetivas encuestas colombianas y ubicaban por encima de un 70 por ciento al SI, es que en general es un resultado que calificaremos de extraño, porque a nadie en su sano juicio (sólo un Uribe, por ejemplo o la derecha fascista venezolana) puede estar a favor de la guerra.

El SI, que se suponía arrasaría; y el NO, que se presumía derrotado, entre ambos sumaron 12.779.402, es decir, apenas un precario 37% es decir, sobre un padrón de votantes de 34.899.945, o sea, el 63% del pueblo colombiano no acudió a las urnas, la abrumadora mayoría de la población no fue a votar. Los porcentajes de votos se cuentan, entonces, a partir de ese 37% compartido en partes casi iguales por las dos opciones. Esa es la ruda, clara y contundente realidad en una Colombia en crisis política permanente, atrapada por la voracidad del capital transnacional, entregada al imperio (siete bases militares en manos de los gringos, alianza con la Otan, etc.), unas clases dominantes en crisis (el mayor perdedor de la jornada indudablemente que es el presidente Santos y su corriente de clase) y una sufrida vanguardia revolucionaria que busca redimensionarse e insertarse en la legalidad burguesa para acumular fuerzas, (dixi FMLN que se pacificó y hoy es poder), pero con la amarga experiencia de la Unión Popular y el M-19, que fueron exterminados.

Dentro del contexto de las elecciones cabe destacar como hecho altamente positivo el triunfo determinante del SI en las zonas guerrilleras o las más afectadas por la violencia. No sólo es un voto noble de los que sufren la violencia de manera permanente sino un fuerte llamado a la paz.

De manera que el análisis de lo acontecido en el proceso electoral plebiscitario para determinar si se estaba de acuerdo o no con firmar la paz entre el Estado colombiano y el movimiento guerrillero, debe ser abordado desde diversos ángulos para tratar de ver todos los aspectos del problema. Un primer hecho a destacar es que tanto el presidente Santos como el líder de las Farc, al saberse los resultados adversos al SI, declararon que seguirán abrogando por la paz, es decir, el problema de fondo que es la paz es ratificado, la entrega de las armas por parte de las Farc y su conversión en un movimiento político.

En primer lugar debemos establecer que la abstención en Colombia es un problema político recurrente, un rechazo de las grandes mayorías del país al modelo político electoral, si no véanse los números de los últimos procesos. El año 2014, en las elecciones presidenciales donde ganó el actual presidente Santos la abstención fue del 60%. Si seguimos hacia atrás vemos que en el año 2010 la abstención fue del 56% y en el año 2006, fue igual. En el proceso electoral para elegir la Asamblea Constituyente de 1991 la abstención llegó a la asombrosa cifra de 78%. Con datos en la mano, la baja participación electoral es una constante en Colombia. A casi las tres cuartas partes de la población y más de la mitad no le interesa ir a votar, es decir, rechazan el modelo político burgués. En Colombia, la exclusión histórica ha sido de tal magnitud que excluyó a las mayorías de la vida política y éstas mayorías se abstienen de votar. Si nos atenemos a esas cifras hace cerca de 30 años los colombianos mayoritariamente dejaron de creer en las urnas y en las elecciones burguesas como juego o alternativa política para resolver los problemas del país. Y en una visión corta, o estrecha, o errada el 70% de los pobladores no valoraron, no supieron valorar políticamente o subestimaron la importancia de apoyar el proceso de paz en un país que lleva en guerra desde 1948 cuando es asesinado el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, es decir, 68 años de violencia y de guerra. Y la antítesis Paz-Guerra, pese a su importancia y trascendencia para los intereses de todos los sectores del país, tampoco logró atraer la atención electoral del pueblo colombiano lo que sugiere un precario nivel político o simplemente miedo. La abstención fortalece una ultra derecha fascista que venía debilitada.

El país político, el país que decide los destinos de Colombia es ese 37% que votó en el plebiscito, son esos 12.779.402 que, electoralmente empatados, buscarán unos, los sectores más progresistas seguir luchando por la paz, el cese de la guerra y ganar espacios políticos y la justicia social; los otros, el fascismo, atados a los intereses del imperio yanqui, a los intereses de la guerra y el narcotráfico, activando la violencia paramilitar, provocando a Venezuela y violando su soberanía, aprovechando la desmovilización de la mayor de las guerrillas. Seguir en su gran negocio: la guerra.

Ahora, siguiendo el análisis desde aquí uno se pregunta, si el electorado colombiano le dio a Santos la presidencia de Colombia precisamente porque levantó las banderas de la paz y el programa de ir a la pacificación de las Farc –en mucho acordado con el Presidente Chávez a partir de aquel encuentro en San Pedro Alejandrino– y lo ejecutó en 4 años, dando concesiones y recibiendo concesiones de las Farc, ¿era necesario entonces, en un país abstencionista, con un enemigo tan peligroso como Uribe y la corriente guerrerista de la oligarquía que estaba apoyado por los halcones norteamericanos, ir a un referéndum o plebiscito cuando ya se tenía en las manos el más grandes de los acuerdos políticos alcanzados en Colombia en sus 200 años como República?

Por un lado engolosinaron mediáticamente a los sectores progresistas con la píldora de la paz y hubo exceso de manipulación, mientras la derecha apeló a sus laboratorios de guerra sucia y arremetió sin piedad contra la propuesta de paz, elevando a niveles insospechados el temor a los Acuerdos. Se amedrentó, asustó y aterrorizó a un pueblo que ha vivido 6 décadas sometido a la dictadura mediática de la derecha. El importante movimiento por la paz y la izquierda legal nos parece se dejó llevar por una propaganda inmediatista, triunfalista cuando había que macerarla más y llevar la propuesta a grandes sectores populares con más tiempo. Se engolosinó Santos y los sectores oligarcas que él representa y ni siquiera tenía un Plan B, la guerrilla tampoco; evidentemente le faltó análisis político más objetivo y profundo a pesar de ser un zorro viejo en la política, incluso cuidado con un amago de golpe de Estado, por aquello del pase rasante, inesperado, del avión de guerra cuando hablaba Timochenko en Cartagena. Algo significó aquello, en un total ambiente de paz, venido desde un sector del Ejército tan poderoso como la aviación. ¿Sabía Santos que pasaría el avión, si lo sabía por qué no se lo informaron a Timochenko que se sorprendió ante elestruendo? Tal vez se acordó de los bombardeos en los frentes de guerra.

¿Qué salida queda ante el triunfo del NO? ¿Se puede renegociar el Acuerdo firmado en Cartagena y sostenerlo en el tiempo? La Asamblea Constituyente es la alternativa?

Voces de mucho peso como el expresidente César Gaviria, Jefe de Campaña por el SI, señaló que renegociar el Acuerdo no lo veía posible, al menos en este gobierno. Dijo el derechista político una gravísima afirmación: «Es falso que los acuerdos de paz se puedan renegociar: si estos no se aprueban en el plebiscito, es duro decirlo, pero volvería la guerra», Por su parte el renunciante jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, más pesimista aún dijo que «de no aprobarse el Acuerdo, el tiempo que trascurriría para otra mesa de negociación sería de unos diez años».

Al saberse los resultados tanto el presidente Santos como el Jefe de las guerrillas hicieron un voto de fe de continuar luchando por la paz, se ratificó, incluso –pese al derrotismo de Gaviria– el cese al fuego en las zonas en conflicto, mientras la Corte Constitucional de Colombia estableció que lo firmado en Cartagena deberán renegociarse, poniéndole a Santos en las manos ir a un nuevo intento de negociación. Asoma la cabeza la posibilidad de ir hacia una Constituyente de amplio espectro como salida, esa fue una propuesta inicial de las Farc y también de los sectores fascistas del uribismo. ¿Será una salida o la que dice el derechista Gaviria, que volverá la guerra civil?

Es importante dentro de la que podría ser una salida conocer lo dicho por Timochenko al referirse a la constituyente y una crítica a las propuestas de Uribe: «Una renegociación en los términos del uribismo sería inaceptable para las Farc, salvo que la oferta fuera el llamado a una asamblea constituyente».

Pero no serán los únicos que propondrán la salida de la Constituyente. Factores de tanta incidencia en la vida colombiana como Piedad Córdova se refieren a ello: «el triunfo del no en el plebiscito del domingo revela que hay un sector de la ciudadanía con miedo y desconfianza», la salida es una asamblea constituyente, señaló.

La dirigencia de izquierda, revolucionaria colombiana se expresó de manera contundente en favor del plan de paz. El senador Iván Cepeda dijo: «El acuerdo está ahí. Hay que tejer un escenario para seguir avanzando. No vamos a permitir volver a las condiciones de la guerra». Por su parte el defensor de los Derechos Humanos Jorge Rojas dijo: «Vamos a defender el proceso de paz. Esto es como una bofetada a las víctimas. Debemos pedirle perdón a las víctimas de nuevo».

Piedad Córdova, en su dinámico estilo político se movió –y mueve– en la crisis política como pez en el agua. Su voz se dejó sentir con fuerza con propuestas concretas y reconstruyendo el optimismo. Al explicar los resultados dijo: «Este es un llamado a la concordia. Yo creo que aquí nos vamos a encontrar. Debe activarse la «pedagogía de la PAZ». Era importante haber pasado por esta experiencia del plebiscito. Es momento de despolarizarnos. Tiempo es del ramo de olivo, de buscar y erigir la paz. Es hora cuando más es necesario el diálogo nacional sin extremismos ni cegueras. Debemos pues, ser capaces de construir la paz.»

Vuelve Piedad a la Constituyente como posible salida a la crisis y aborda ese escenario. Así señala, de hecho, un esbozo de programa político. «Son necesarias nuevas reformas, por ejemplo garantías para la oposición política. La población colombiana requiere de acceso a la vivienda digna, a la educación y a la salud y esto son retos reales en la construcción de una tangible PAZ, más allá y desde los propios acuerdos trabajados en la ciudad de La Habana, Cuba». Claro suponemos tienen presente que en el referendo de 1991 la abstención fue de 78%.

Estas son unas primeras opiniones sobre un tema que atañe e interesa mucho a los venezolanos, no sólo por los lazos históricos que nos unen a Colombia, por ser países fronterizos, por tener residiendo en nuestra tierra un alto volumen de colombianos que han venido huyendo de la guerra y la pobreza un muy alto número de ellos. Por evitar la realidad de que la violencia colombiana, a través de diversos actores políticos y paramilitares, traspase nuestras fronteras nacionales, con ella su crueldad y criminalidad.