Vicky Peláez
El triunfo del NO al Acuerdo de Paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército Popular (FARC-EP) sorprendió no solo a los colombianos sino a toda la comunidad internacional.
«Si el enemigo te ofrece el pan con una mano, cuida su otra mano que puede tener un puñal» (Refrán georgiano) La entrega de datos sobre miles de combatientes de las FARC al Gobierno, las siete bases norteamericanas en territorio colombiano, el interés de las trasnacionales de hacer una limpieza étnica en la Amazonía donde operan los combatientes y, el resultado del NO al Acuerdo Paz en el plebiscito el pasado 2 de octubre, indican que posiblemente todo estaba fríamente calculado para darle un golpe de gracia a las debilitadas fuerzas del más antiguo movimiento guerrillero.
Nadie esperaba el NO, inclusive el mismo promotor del NO, el expresidente y actual senador Álvaro Uribe y su partido Centro Democrático, no confiaban en su propia empresa porque ni siquiera prepararon un Plan B en caso de ganar el rechazo al acuerdo. Tampoco hubo una encuesta en Colombia que advirtiera la posibilidad del triunfo del NO pues todos los sondeos pronosticaban la victoria del SÍ en un promedio del 55% para el SÍ y un 35% para el NO.
Sin embargo, las predicciones no se cumplieron y se impuso el NO por un simple 0.43% (o 60,000 votos) y con gran ayuda del abstencionismo. Solamente 13 (37.2%) de los 34,9 millones de colombianos convocados a pronunciarse sobre el Acuerdo de Paz firmado el pasado 26 de setiembre, acudieron a expresar su decisión. Otros 21,9 millones de ciudadanos habilitados (62.8%) se abstuvieron de emitir su voto, ayudando tácita o implícitamente al triunfo de la ultraderecha de Álvaro Uribe, por cuya actitud en realidad está Colombia propiciando odios, persecución de líderes progresistas, estigmatización de la protesta social y apoyo encubierto al paramilitarismo.
Todo esto quiere decir que Colombia no está lista para poner en marcha el proceso de paz y otorgar y recibir el perdón, a pesar inclusive de las presiones del departamento de Estado norteamericano. No hay que olvidar que una de las figuras claves para lograr el Acuerdo de Paz, el presidente Santos, era Ministro de Defensa durante el gobierno de Uribe (2006-2009) y ejecutó los operativos militares más certeros contra las FARC, como la Operación Fénix contra el grupo de 22 guerrilleros y el líder máximo de las FARC, Raúl Reyes, logrando aniquilarlos a todos en la provincia ecuatoriana Sucumbíos lo que agravó relaciones con Ecuador. También los ‘falsos positivos’ aparecieron precisamente durante su jefatura.
Entonces el presidente Santos no es nada de santo. La iniciativa del Acuerdo de Paz pertenece, en realidad a Washington que bajo la presión de las transnacionales energéticas y las de agricultura ‘convenció’ al presidente de entablar el diálogo con la guerrilla. Precisamente en la zona de conflicto están ubicadas reservas de petróleo y gas que anhelan apropiarse las transnacionales. Tampoco las FARC permiten la expansión de la agroindustria en las zonas rurales bajo su control, defendiendo a los campesinos y su tierra de la ‘limpieza étnica’ que necesitan las transnacionales. Ya hay muchos antecedentes de que las zonas que desocupa las FARC las están ocupando inmediatamente los paramilitares, que obligan a los pequeños propietarios de tierra desalojar su propiedad para abrir campo a la agroindustria, como pasó en El Bagre este año.
Las siete bases norteamericanas orientadas hacia el futuro control de los 600 mil millones de barriles de petróleo venezolano también necesitan un terreno despojado de peligro para una potencial invasión a Venezuela. También son vitales para el control estadounidense de Ecuador, Honduras y la República Dominicana. De otro lado, la posibilidad de ganar un Premio Nobel por acordar la paz con la guerrilla más longeva en el continente y en el mundo (52 años) ha sido un estímulo atractivo para Juan Manuel Santos para entablar las conversaciones con las FARC.
Todos estos planes han sido desbaratados por el momento por el voto NO. Aparentemente tanto las FARC como el gobierno de Santos están en un callejón sin salida. Con este NO la popularidad del gobierno cayó visiblemente debido a la campaña aterradora de Uribe y sus partidarios que amenazaban a los colombianos con el ‘castrochavismo’ que podría tomar el poder al poner en marcha el Acuerdo de Paz. En estas condiciones, sus 270 páginas se convierten en nada, lo que demuestra que la lucha legal por la transformación del país actualmente no es posible porque los colombianos no están listos para iniciar este proceso.
Los guerrilleros también están en una encrucijada. Para firmar este acuerdo de paz, las FARC tenían que facilitar al gobierno todos los datos personales de sus 5,700 combatientes y sus simpatizantes. A la vez, además del listado de los guerrilleros entregado al general Javier Flores, jefe del comando estratégico de transición de las fuerzas militares, los líderes de las FARC cedieron las coordinadas de sus zonas de ubicación. Todo esto los convierte en fáciles blancos de los paramilitares, del ejército y de los escuadrones de la muerte.
Si esos datos son correctos, sería muy difícil para los guerrilleros retornar a sus bases y retomar la lucha. Pero hubiera sido ingenuo por parte de las FARC entregar el 100% de la información exigida por el gobierno teniendo en cuenta la trágica experiencia histórica del M-19 y de la Unión Patriótica. Es difícil de creer que un movimiento que en los años 1970-1990 dominaba la mitad del país y era un estado dentro del otro Estado, con toda la infraestructura correspondiente, se redujera a 5,700 combatientes. Inclusive, debilitadas las FARC debido al uso de la tecnología moderna suministrada al ejército colombiano por EE.UU. e Israel, las fuerzas armadas en vísperas de las conversaciones y la firma del Acuerdo de Paz estaban muy lejos de ganar la batalla final contra los guerrilleros.
A pesar del triunfo del NO, los firmantes del acuerdo declararon estar dispuestos a hacer todo lo posible para encontrar el camino a la paz. Las FARC lanzaron un comunicado «lamentando profundamente que el poder destructivo de los que siembran odio y rencor haya influido en la opinión de la población colombiana». A la vez manifiestan «su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro». El presidente Santos, después de reconocer los resultados del plebiscito, declaró su disponibilidad para dialogar directamente con los principales partidarios del NO para analizar sus reivindicaciones y buscar un espacio para una posible renegociación de los acuerdos de paz.
Sin embargo, en la Cumbre en la Casa de Nariño (palacio presidencial) celebrada el lunes pasado, no se presentaron los representantes del mayor promotor del NO del Centro Democrático a pesar de la declaración de su líder su disponibilidad para iniciar una renegociación de la paz proponiendo inclusive sus tres primeras propuestas para avanzar en un diálogo nacional. Uribe, un experimentado manipulador de la opinión pública, después de satanizar el acuerdo en vísperas de su firma, adoptó de repente la actitud de una paloma-símbolo de paz. Propuso modificar el acuerdo buscando primero, una salida para los miembros de la guerrilla que no hayan cometido delitos atroces. La segunda propuesta del expresidente Álvaro Uribe en el Senado consistió en crear «protecciones efectivas a las FARC y una garantía al país de que no va a haber la violencia».
La tercera propuesta incluyó a los miembros de las Fuerzas Armadas que estén enfrentando líos judiciales por cuenta del conflicto armado. Pidió Uribe ante el Senado «que esa misma comisión del diálogo estudie la posibilidad de que se tramite en el Congreso el alivio judicial y sin impunidad a los integrantes de las Fuerzas Armadas». En términos generales la situación se ha vuelto muy compleja. Es muy difícil imaginar que la guerrilla acepte las modificaciones o que los partidarios de Uribe se sienten a la misma mesa para dialogar con las FARC. Resulta que el plebiscito en vez de unir el país se ha convertido en una fuerza que ha creado una grieta entre los colombianos y que no será fácil de superar en los próximos años.
Resulta que el plebiscito fue un error o un acto bien pensado de los que quieren seguir lucrando con la guerra, esto ha creado una incertidumbre de la cual nadie sabe cómo salir. También pudiera ser una trampa para las FARC. El presidente Juan Manuel Santos ya declaró que «el cese al fuego con las FARC solo se prolongará hasta este 31 de octubre».