Venezuela ha estado atravesando en los últimos años por una fuerte crisis económica originada fundamentalmente en la caída de los precios internacionales del petróleo, esto como consecuencia de la persistente dependencia del llamado en otrora “oro negro” como la principal fuente de ingresos para la República. Esta aseveración es muy conocida por todos desde hace mucho tiempo y aún así no hemos podido lograr revertir esta condición y avanzar hacia un modelo económico con fuentes diversificadas de ingresos que permitan explotar las enormes potencialidades que posee nuestro país. Mucho se ha escrito y se ha dicho sobre esta materia, pero lo cierto es que poco se ha hecho y muy poco se ha logrado que de manera efectiva permita visualizar algún tipo de progreso en este particular.

Nuestra actual crisis económica está caracterizada fundamentalmente por la baja producción en bienes y servicios que conlleva a una contracción en la oferta y la consecuente presión sobre los precios. Esta situación en particular no es fruto del azar, sino que ha sido el resultado de la ocurrencia concomitante de una serie de factores históricos que menciono a continuación: 1) la dependencia histórica de las importaciones como mecanismo para suplir la falta de producción (economía de puertos), 2) el modelo rentista dependiente de las exportaciones de crudo, supeditado al control y manejo de las grandes potencias consumidoras (Estados Unidos y China) 3) la lucha política interna recrudecida a raíz de la desaparición física del Presidente Hugo Chávez que ha tomado como instrumento y bastión al sector empresarial y productivo del país, a efectos de someter a la nación toda a los rigores de la paralización de un aparato productivo de por sí maltrecho y arcaico y, 4) el bloqueo en el acceso a los mercados de crédito por la baja calificación crediticia y el aumento de riesgo-país.

A raíz de esta lamentable situación, se han alzado las voces de quienes atribuyen al Estado, en la persona del gobierno y más específicamente al Presidente Nicolás Maduro Moros, la responsabilidad total de las consecuencias que hemos estado sufriendo, indicando entre otras cosas que la ineficiencia e inoperancia del jefe de Estado nos ha llevado a lo que ellos denominan “Economía de Guerra”. Por otra parte, la defensa oficialista alude que desde la oposición venezolana, encabezada por la disidencia política de derecha, el sector empresarial, agroindustrial y comercial del país, así como también y no menos importante la participación directa de personeros de países como Estados Unidos y España, y del Secretario General de la OEA, Luis Almagro. Esta colusión de los actores citados ha servido para agravar la economía del país y evitar su recuperación, todo ello como medida de presión para desplazar del poder a la Revolución Bolivariana a través de la denominada “Guerra Económica”.    

En función de los anteriores planteamientos y en aras de establecer un criterio orientado hacia la comprensión real de este complejo escenario, debemos tratar de dilucidar si se trata de una Economía de Guerra o de una Guerra Económica, o si por el contrario hay alguna relación entre estas dos posturas que a priori parecieran antagónicas, pero que como veremos más adelante pudieran estar íntimamente relacionadas.

En relación al término Economía de Guerra, este puede asociarse desde tiempos remotos a las guerras por conquistas de territorios acaecidas a lo largo de la historia, cuyo objetivo principal era la extensión del imperio y la consecuente acumulación de riqueza, pero que al hacerse demasiado largas exigían enormes “inversiones” de soldados, armas, medios de transporte, alimentos, vestidos, calzados, estipendios, contribuciones, entre otros. Esto conllevaba a que los países beligerantes tuvieran que tomar medidas especiales para financiar la guerra, normalmente se hacía con el aumento de impuestos y la racionalización a la población a efectos de dirigir la mayoría de los recursos para mantener las tropas. Lógicamente el “costo de la guerra” en algunas ocasiones sobrepasaba el futuro beneficio económico esperado.

Correa San Martín (2016) define economía de guerra como “el conjunto de contingencias asumidas por un Estado moderno para movilizar su economía en momentos históricos de fuertes convulsiones violentas, sean o no, conflictos armados”. Philippe Le Billon (2001) describe una economía de guerra como un “sistema de la producción, movilización y asignación de recursos para sostener la violencia.”

John Doe, en su artículo “Economía de Guerra” publicado en la Revista Zenbakia en su número 40 de octubre de 2012, afirma que: …“El actual complejo es una red amplia, como un cáncer formado por numerosos nodos: los militares, la clase política, sectores industriales, financieros, sindicatos, organizaciones tecno-científicas, universidades y una miríada de accionistas privados y públicos”.

El Diccionario de Derecho General (2015) establece un concepto sobre Economía de Guerra:

…Organización económica nacional en vísperas de un conflicto armado o durante el desarrollo de éste, con vistas al enorme esfuerzo armamentista y a la disminución de brazos que las hostilidades representan para el trabajo. Características de la misma son el racionamiento o la escasez de numerosos productos, especialmente alimenticios; la movilización de la mujer para las actividades laborales; el recargo contributivo; la reserva o preferencia de materiales y elementos para la industria bélica (combustibles, metales, etc.); la intervención estatal en la industria, en los transportes y otros aspectos de la vida pública fundamentales para la movilidad, organización y eficacia de los ejércitos. Fenómeno consubstancial casi con la economía de guerra es la perturbación financiera provocada por los enormes empréstitos y la inflación a que los gobiernos recurren.

Una de las aristas de la Economía de Guerra tiene que ver con quienes no siendo parte del conflicto armado, se benefician de la guerra al proveer de los insumos necesarios para acometerla.   Muchas empresas y gobiernos se lucran de la guerra y la encuentran como un negocio muy atractivo. Un claro ejemplo son los Estados Unidos, quien ha sido durante todo el siglo XX y lo que va del Siglo XXI el principal proveedor de material bélico en el mundo.

De los párrafos anteriores se pueden extraer algunos elementos interesantes a efectos de configurar y contextualizar el concepto de Economía de Guerra. En primer lugar, esto es propio de países que están en medio de conflictos armados, o que no siendo parte beligerante directa, tienen algún tipo de interés en la guerra pues esperan beneficiarse de algún modo. Siendo así, debemos preguntarnos ¿Quién o quiénes  promueven el caos y la crisis económica en Venezuela? ¿Por qué el país es el centro de una conspiración mediática de alcance mundial? ¿A quién o a quienes beneficia en el corto o mediano plazo la crisis económica venezolana? Estas son solo algunas interrogantes que deberíamos hacernos a efectos de entender en profundidad el problema en el que estamos inmersos.

En segundo lugar, tal como lo explica Philippe Le Billon (2001) la economía de guerra “se realiza para sustentar procesos de investigación y desarrollo tecnológico que mejoran la capacidad del país, sosteniéndose por algunos economistas que, en algunos casos, éste parece ser el origen real de algunos conflictos.”

En tercer y último lugar, no podemos separar el aspecto económico del político, ya que quienes promueven la guerra y la implantación del modelo de economía de guerra son quienes detentan el control mediante el poder político, militar y económico, y que en instancias ulteriores han de beneficiarse en todas éstas áreas, permitiéndoles potenciarlas y aumentarlas toda vez que los objetivos propuestos en cada fase o etapa de la economía de guerra haya sido alcanzado.

En consonancia con el párrafo anterior es importante distinguir que la relación entre el poder económico y político es bastante estrecha, aunque técnica y conceptualmente cada uno existe de manera independiente, no es menos cierto que en la práctica ambos están profundamente interrelacionados, tanto así que el surgimiento y desarrollo de uno como del otro en la mayoría de los contextos (incluido el caso venezolano actual) podrían estar íntimamente entrelazados, siendo el caso general que uno de ellos sentara las bases para el surgimiento del otro, y viceversa, ejemplo de ello es que el poder político y militar se utiliza para alcanzar el poderío económico, a fin de cuentas, el objetivo de la guerra como decía Napoleón Bonaparte es: “dinero, dinero, dinero”; o por el contrario el poder económico se utiliza para obtener el poder político, y una vez alcanzado éste, se acrecentaría el control sobre la economía. Es en este punto donde pareciera girar y desembocar todo el interés alrededor de la crisis económica venezolana, ya que por demás son conocidas y probadas las enormes riquezas naturales y potencialidades con que cuenta nuestro país, siendo por ello objeto de “profundo interés” por parte de las llamadas potencias mundiales. En cuanto a la tenencia de estos dos factores de poder, han sido la ambición de muchas personas y grupos a lo largo de historia, en distintos países, regiones, épocas y edades, de los cuales se han escrito innumerables páginas y que para tener una idea general habría que revisar algunos casos emblemáticos que no son el propósito de este artículo.

En el mismo orden de ideas me referiré a la denominada “Guerra Económica” de la cual epistémicamente existe escasa información. En primer lugar el Diccionario de Términos Económicos y Financieros se refiere a ella como “Utilización de los medios económicos para atacar el potencial de otro país o defender el del propio”. José Gregorio Piña en su artículo Caracterización de la guerra económica, publicado por Aporrea el Jueves, 19/09/2013 02:44 PM nos indica:

Guerra económica es un término que designa un conjunto de acciones encubiertas o disimuladas ejecutadas por diversos actores económicos, por lo general bajo un plan concebido por actores políticos y estrategas militares, combinadas o no con otros métodos de ataque; destinadas a afectar de manera desfavorable el desempeño de una economía nacional, bajo la apariencia de ser consecuencia necesaria de la exclusiva gestión deficiente del respectivo Gobierno Nacional; ubicadas dentro de un marco de actuación de mayor alcance, como uno de los frentes de batalla, en este caso en el desarrollo de las actividades de producción, transporte, intercambio y consumo de bienes y servicios; en el contexto de una guerra abierta o encubierta llevada a cabo por potencias externas, aliadas o no con grupos políticos externos o locales, opositores todos, que financian los costos de esas acciones económicas y que buscan derrocar a dicho Gobierno por cualquier vía, legal o ilegal, de violencia explícita o implícita; con apoyo de medios de propaganda, incluidas las empresas de comunicación social que controlen, para resaltar, magnificar y reforzar las situaciones desfavorables propiciadas por dichas acciones económicas, creando un efecto retroalimentador sobre las expectativas de los actores económicos afectados y socavando el apoyo político del Gobierno de que se trate.

Este último concepto citado incluye un amplio número de elementos cuyo autor considera están relacionados, aunque el término académicamente aceptado hace alusión al ámbito netamente internacional, visto como una querella entre países y más específicamente de un país a otro. El punto en común de estas dos visiones tiene que ver con el ataque sistemático y cuidadosamente elaborado a la estructura económica de un país, en este caso particular manifestado por un boicot interno en la producción de bienes y servicios con la consecuente escasez y aumento de los precios que todos ya conocemos, además de la aparición de un mercado paralelo entre cuyos actores destacan: contrabandistas y bachaqueros del mercado negro.

Pudiera resultar extraño y contradictorio que el sector empresarial venezolano se haya confabulado para “ahorcar” al país económicamente, ya que aparentemente en el corto y mediano ellos sufrirían pérdidas económicas, pero esto no es realmente cierto, puesto que una de las modalidades impuestas en esta denominada guerra económica ha sido la simplificación de la producción, es decir, producir un equivalente de las cantidades “normales” pero en presentaciones de mayor denominación. Esto conlleva a que los productos que habitualmente consumía la población hayan desaparecido de los anaqueles en vista de que fueron sustituidos por otros de mayor cuantía que generalmente están fuera del alcance de la mayoría de las familias venezolanas, eso sin mencionar que esos mismos productos se comienzan a distribuir a precios elevadísimos en el mercado negro.

En razón de todo lo expuesto, es justo indicar a modo de conclusión, que Venezuela se encuentra en medio de una guerra económica promovida principalmente por actores internos (ya mencionados) y la colaboración y conspiración de factores externos que confabulados, pretenden hacerse del poder político mediante la presión económica al pueblo; a fin de crear incomodidad, miseria, desconsuelo, desesperanza y tantos otros malestares que induzcan una histeria colectiva y responsabilicen directamente al Estado y su gobierno. Esta “Guerra Económica” denunciada por los altos representantes del gobierno venezolano y por distintos voceros de la sociedad civil ha traído como consecuencia la aparición de algunas características o rasgos propios de una “Economía de Guerra“que se han descrito al inicio de este artículo. Es así, que sin estar sufriendo un conflicto armado propiamente dicho, nos hemos visto envueltos en una guerra mediática y tangible que ha desencadenado una profunda escasez de los más elementales bienes de consumo, inflación galopante (real e inducida), y el consecuente deterioro de la calidad de vida; todos éstos, rasgos distintivos de una economía de guerra.

richardhoyle@hotmail.com

Autores:

MSc. Richard Hoyle

Contador Público, Profesor Agregado de la UNELLEZ-APURE.

MSc. Alba Machado

Contador Público, Profesor Instructor de la UNELLEZ-APURE.

 

Referencias Bibliográficas

Diccionario de Términos Económicos y Financieros. Tomado de la página web: https://portal.lacaixa.es/docs/diccionario/G_es.html#GUERRA-ECONOMICA el 23/09/2016

Doe, J. (2012). Economía de Guerra. Revista Zembakia N° 40 de Octubre 2012. Consultado de la página web http://www.nodo50.org/ekintza/spip.php?article591 el 21/09/2016.

Piña, J. (2013). Caracterización de la guerra económica. Tomado de la página web http://www.aporrea.org/tiburon/a173811.html el 23/09/2016

Phillipe  Le  Billon, The  Political  Ecology  of  War,  Natural  Resources  and  Armed  Conflicts , Political Geography, Vol.20, No.5,  2001, págs. 561-584.