El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) esta sufriendo en la actualidad uno de los ataques más fuertes contra su funcionamiento y contra el programa de integración regional, al no reconocer tres de sus miembros, los plenos derechos de Venezuela a ocupar la presidencia pro témpore del presente período.

En poco menos de un año, la situación del MERCOSUR se ha revertido completamente, pues si en julio de 2015 había logrado acoger en su seno a seis países que abogaban por fortalecer los intercambios comerciales, la integración regional y los programas sociales, ahora su entorno se enrarece al pretender Paraguay, Argentina y Brasil, impulsar medidas neoliberales auspiciadas desde Washington y los organismos financieros internacionales.

La guerra política intestina se ha desatado, primero por la ya tradicional postura del gobierno paraguayo (después del derrocamiento del gobierno legítimo de Alejando Lugo) de tratar de impedir la entrada de Caracas a la institución. A esa actitud se unen ahora Argentina, presidido por el neoliberal Mauricio Macri y de Brasil, encabezado por Michel Temer tras el golpe institucional en curso contra la presidente Dilma Rousseff.

Estos tres países se han opuesto a que Venezuela asuma la presidencia pro témpore que oficialmente le corresponde por orden alfabético, según la reglamentación de la organización.

Son tres gobiernos muy ligados a las orientaciones provenientes de Washington, que optan por sistemas neoliberales, aplican extremas medidas de privatizaciones a favor de las transnacionales en detrimento de las empresas públicas y minimizan las políticas sociales.

El MERCOSUR se fundó el 26 de marzo de 1991 en Asunción, Paraguay, y entró en vigencia el 29 de noviembre de ese año.

Los cuatro primeros socios (Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina) buscaron la ampliación de los mercados nacionales mediante la unión, lo cual constituye una condición fundamental para acelerar sus procesos de desarrollo económico con justicia social.

Tres años más tarde, en diciembre de 1994, durante la Cumbre de Ouro Prieto se firmó el Tratado de Asunción con el objetivo de buscar la integración de los Estados miembros, mediante la circulación de bienes, servicios y factores productivos; aranceles externos y adopción de políticas comerciales comunes; coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales y armonización de legislaciones en las áreas pertinentes, para lograr el fortalecimiento del proceso de integración.

Al parecer tres de estos cuatro Estados, con la exclusión de Uruguay, se han olvidado de las directrices signadas en Ouro Prieto.

El MERCOSUR continuó creciendo y en julio de 2012, tras una fuerte oposición del Parlamento paraguayo que se había opuesto desde 2006 a la entrada de Caracas en el organismo, éste país fue aceptado.

El hecho ocurrió al producirse en junio de 2012 el golpe de Estado parlamentario de las fuerzas de derecha contra el presidente Lugo, lo que provocó la suspensión momentánea de Asunción en el organismo y facilitó la entrada de Venezuela, aprobada por Argentina, Brasil y Uruguay.

Se producía así, un despegue geopolítico de la institución al incorporar (con criterios de soberanía latinoamericana) zonas amazónicas, andina y caribeña, extender el bloque económico desde el extremo sur hasta el norte del continente, y contar con las tres grandes cuencas de los ríos Orinoco, Amazonas y La Plata.

En una región donde habían ocurrido violentas dictaduras militares (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay) y años después sufrido esos países políticas neoliberales, la integración de Caracas aportaba potencial energético y sobre todo, las experiencias llevadas a cabo sobre desarrollo integral en los sectores de salud, educación, vivienda, alimentación a favor de la población.

Bolivia, que participaba como país asociado, logró en julio de 2015 que se aceptara su entrada oficial durante la XLVIII Cumbre del grupo efectuada en Brasilia, lo cual reforzaba en esos momentos el sentido de unión sudamericana y de fortaleza integracionista, económica y política de la región.

La nación andina, por su ubicación geográfica en el centro de la región, aporta al organismo facilidades comerciales, a la par que fortalecía la integración económica y social entre esos países.

La Paz pone a disposición del MERCOSUR sus grandes recursos gasíferos y de petróleo, madera, oro, plata, caucho, estaño, litio, hierro, a la vez que puede recibir inversiones para su desarrollo productivo y social que las naciones miembros le pueden ofrecer.

Pero toda esta integración regional esta completamente en peligro pues Argentina, Brasil y Paraguay apuestan por llevar al organismo hacia políticas neoliberales que no tienen nada que ver con los postulados acordados en Ouro Prieto durante la creación del MERCOSUR.

No se puede obviar que la mayor obsesión de esos gobiernos de derecha, con apoyo y asesoría de Estados Unidos, es continuar cerrando el cerco contra la República Bolivariana que ha sido el eje fundamental de la unión latinoamericana por la política de independencia soberana llevada a cabo desde 1999 por Hugo Chávez y continuada después por Nicolás Maduro.

No cabe la menor duda que el MERCOSUR está en peligro y esas amenazas se extienden a la integración latinoamericana y a los gobiernos progresistas de la región.