rubèn ramos
Fueron los deportistas afrodescendientes los que ganaron la mayor cantidad de medallas para EEUU y los países europeos donde las élites “blancas” -que digitan a sus presidentes y controlan sus gobiernos- humillan a los negros y negras, los desprecian y mandan que los desaparezcan.
Sobre todo en EEUU donde el “Ku Klux Klan” (KKK) sigue imponiendo la ley del exterminio de las razas inferiores (negros, indios latinos, asiáticos, árabes). Total, “surgió para fundar el imperio blanco y para protegerlo” tal como anticipara Woodrow Wilson ex-presidente estadounidense (1913-21), con ocasión de la “refundación” de la organización en 1915. Impulsor del Nuevo Orden Mundial Capitalista de la mano con la masonería judío-sionista Wilson, fiel a su racismo contra América latina, ordenó las invasiones de México, Panamá, Haití, Santo Domingo.
El origen del KKK, se remite al tiempo de la Guerra Civil estadounidense (1861-65) que enfrentó a los usurpadores del norte del territorio norteamericano (“Los unionistas”) con los usurpadores del sur (“Los confederados”).
El KKK nació para prolongar la guerra de exterminio de todo aquél que se negara a reconocer la “supremacía blanca” por encima de cualquier otra raza. Similares versiones las hay en Canadá, Alemania, Francia, Holanda, Gran Bretaña, Italia, España, Australia y otros. Todas hunden sus raíces en el colonialismo.
Alguien puede pensar que “esto es historia” (en el sentido lineal) y que ahora vivimos tiempos distintos, pues incluso EEUU tiene un presidente negro. Puede acusarme de retrógrado o de racista. Lo cierto es que esto compromete cuestiones sobre qué entender por historia, por histórico, por racismo.
Aquí y ahora, permítanme decirle a los medalleros olímpicos afrodescendientes de Estados Unidos, de Canadá y de Europa que si algo de respeto por ellos mismos y de vergüenza deportiva les cabe, lo que deberían hacer es entregar sus medallas a las respectivas comunidades afrodescendientes a las que pertenecen por origen ancestral.
Para competencias futuras, deberían asumir la representación afrodescendiente y no la de quienes, aduciendo el mito de la “superioridad blanca”, masacraron a sus ancestros sometiéndolos a las más crueles prácticas de explotación y de castigo. Dejen ya, de ser utilizados como estadísticas para ostentar una superioridad deportiva que los “blancos” no tienen.
Los afrodescendientes deben dejar de prestarse al juego sucio de una supuesta superioridad que sirve a intereses geopolíticos. Deben igualmente sustraerse a la mercantilización de sus fortalezas, su disciplina, su entrega y sus capacidades. Deben decirle no, al rédito mercantil que puedan representar individualmente para las grandes comercializadoras del talento físico. Decir no a la genuflexión y a la obsecuencia. Es un mandato de identidad, de autoestima y de respeto por vuestros ancestros
Los gobiernos racistas de EEUU, de Francia, Gran Bretaña, Canadá no tienen ningún derecho de ostentar medallas que ganaron quienes son considerados de “raza inferior”. Tampoco a las ganadas por deportistas “comprados” para asegurarse un lugar en las estadísticas. Cierto que aquí pesa mucho la decisión personal de quien “se vende”. No importa en nombre de lo que sea, pero traicionando elementales principios de identidad y de pertenencia. De amor propio y de respeto consigo mismo. Pero, el mercado lo puede todo. Al menos, mientras la “supremacía blanca” lo controle.