El gobierno debe decir basta
 
Dien Luong
Truthout

 

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

De manera discreta Vietnam ha vuelto a acoger a Monsanto (la empresa biotecnológica estadounidense que fabricó el devastador producto químico agente naranja utilizado en contra de la población civil durante la guerra de Vietnam) para cultivar alimentos para animales modificados genéticamente, a pesar de que Monsanto sigue negándose a compensar a sus víctimas vietnamitas.

Esta grotesca ironía no es sino otra más de la serie de ironías vinculadas al reciente acercamiento entre Estados Unidos y Vietnam.

Durante la visita del presidente Barack Obama a Vietnam el mes pasado Estados Unidos anunció que levantaría el embargo a la venta de armas letales a Vietnam, un paso extremadamente simbólico que se ha promocionado como un hito en las florecientes relaciones entre ambos países. En otras palabras, Washington demuestra la paz y la reconciliación entre estos dos antiguos enemigos accediendo a vender armas a Hanoi.

Mientras tanto, también se ha hecho público el nombramiento como presidente de la junta directiva de la Universidad Fulbright de Vietnam de Bob Kerrey, acusado de haber cometido “atrocidades de guerra” debido al importante papel que desempeñó en una masacre espeluznante durante la guerra de Vietnam. Para situar las cosas en perspectiva, Kerrey, responsable del brutal asesinato de 20 mujeres, niños y ancianos durante aquella operación, está ahora al frente de una institución educativa que lleva el nombre del senador J. William Fulbright, un vehemente opositor a la guerra de Vietnam.

Entre todas estas ironías, puede que no sorprenda que el gobierno vietnamita también reciba con los brazos abiertos a Monsanto.

Desde 2014 se ha autorizado a Monsanto a cultivar tres variedades modificadas genéticamente de maíz destinadas a la alimentación animal en Vietnam y su objetivo es que en un futuro inmediato se le aprueben más variedades en el mismo país en el que este defoliante tóxico sigue causando estragos.

Aunque al parecer Vietnam haya hecho algunas concesiones a puerta cerrada con el fin de que se levante la prohibición de venta de armas o haya aprobado el nombramiento de Kerrey, su acercamiento a Estados Unidos no debe implicar que se consienta a Monsanto sin restricción alguna, lo que no solo supondría hurgar en la herida todavía abierta de millones de víctimas vietnamitas, sino que también auguraría un peligroso paso en la dirección contraria a la soberanía alimentaria para el país.

La amenaza de los Organismos Genéticamente Modificados bajo el Acuerdo Transpacífico

Lo más probable es que los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) se generalicen en Vietnam si el Congreso estadounidense aprueba el Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) encabezado por Estados Unidos, un acuerdo que se ha anunciado reiteradamente como precursor del acercamiento entre los dos antiguos enemigos. Existe un precedente: tras la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) en la década de 1990 Estados Unidos invadió México con maíz estadounidense barato, incluidas las variedades OGM de Monsanto.

Las autoridades vietnamitas han estado más que deseosas de firmar el TPP, pero al mismo tiempo no han sido lo suficiente transparentes acerca de los riesgos de un uso cada vez mayor de OGM ni tampoco de las repercusiones que puede tener a este respecto el ambicioso acuerdo comercial.

Además de la preocupación de algunas personas activistas por las repercusiones que pueden tener los OGM en la salud y el medioambiente, el hecho de introducir este tipo de cultivos perjudicaría a los pequeños agricultores que todavía son mayoría en la agricultura vietnamita. El TPP es el primer acuerdo comercial que crea protecciones específicas para la biotecnología y se diseñó para fortalecer la capacidad de la industria de semillas transgénicas para presionar a las naciones firmantes del TPP para que aceleren las pruebas de campo y aprueben el cultivo comercial de variedades de cultivos transgénicos.

Por lo que se refiere a las patentes y a la propiedad intelectual, el TPP exige a todos los países firmantes que adopten la Concención Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales revisada en 1991 y conocida como UPOV91. Patrick Woodall, director de investigación de Food & Water Watch con sede en Washington, augura un panorama nefasto: “UPOV91 restringe o prohíbe compartir las semillas, permite a las empresas patentar variedades tradicionales, limita o prohíbe la conservación y venta de semillas, y contempla fuertes sanciones para los agricultores que violen las normas de la propiedad intelectual de las variedades de plantas”, declaró a Truthout.

Esto confiere a las empresas de semillas una influencia considerable sobre los agricultores y refuerza su capacidad para hacer respetar sus patentes de semillas. Como Vietnam pretende que en 2020 haya cultivos OMG en el 30% de sus tierras cultivables, a largo plazo la dependencia de este país de las semillas transgénicas podría acabar entregando la soberanía alimentaria nacional a Monsanto.

La negativa de Monsanto de indemnizar a las víctimas del agente naranja

Tampoco debemos olvidar que Monsanto creó el agente naranja y todavía se niega a indemnizar a sus víctimas por el daño causado. Pero en un país en el que la mayor parte de la población nació después de la guerra y o bien desconoce los detalles de los horrores que provocó o bien quiere hacer las paces con Estados Unidos, Monsanto no tiene el rechazo al que se enfrenta otras partes del mundo.

Parece que los altos cargos vietnamitas que refrendaron la vuelta de Monsanto quitan importancia al turbulento pasado de la empresa en el país y se aprovechan de la existencia en el país de una población joven que mira al futuro para dar un crédito inmerecido a Monsanto. Para estos altos cargos no tiene más sentido restringir a Monsanto que limitar a Boeing, el fabricante de los B-52 que arrojaron toneladas de bombas sobre el país.

Sin embargo, esta comparación es falsa. Varios tribunales han fallado que Monsanto, y no Boeing, debe pagar indemnizaciones por los productos que fabricó durante la guerra. Y, lo que es más, esos altos cargos vietnamitas que apoyan a Monsanto defienden a una empresa que en 2005 admitió haber sobornado a un alto cargo de Indonesia para que bloqueara un estudio de impacto ambiental de su algodón modificado genéticamente. Esta empresa también ha denunciado muchas veces a agricultores cuyos campos han sido contaminados involuntariamente por los productos de Monsanto. El pasado mes de septiembre un tribunal francés ratificó una sentencia de 2012 que hacía responsable a Monsanto del envenenamiento químico de un agricultor francés.

Pero ahora que Monsanto ya está de vuelta en Vietnam, el gobierno vietnamita debe en primer lugar ser justo con su pueblo. Los consumidores vietnamitas merecen el derecho de saber qué contiene lo que comen. El pasado mes de enero el gobierno promulgó una ley que obliga a las empresas a etiquetar todos los alimentos elaborados con ingredientes derivados de procesos modificados genéticamente. Esta ley se debe aplicar estrictamente en un país que tiene un pobre historial de hacer cumplir sus propias leyes.

Aunque Monsanto niega categóricamente ser responsable de la tragedia del agente naranja, el gobierno vietnamita debe exigir un requisito previo para que la empresa pueda hacer negocios en Vietnam: Monsanto debe pagar la limpieza de los principales lugares en los que el personal militar de Estados Unidos mezcló, almacenó, cargó en aviones y utilizó el agente naranja y otros herbicidas tóxicos durante la guerra.

En 2012 el gobierno estadounidense empezó a limpiar una antigua base militar estadounidense en la ciudad de Da Nang en el centro del país, que no era sino uno de los lugares contaminados que necesitan urgentemente ser descontaminados en todo Vietnam. Durante su visita Obama se limitó a decir brevemente que su gobierno “se comprometía a trabajar conjuntamente con Vietnam para hacer una contribución importante a la limpieza de la contaminación de dioxina en la base aérea de Bien Hoa”, otro importante punto conflictivo.

Antes de emprender ninguna otra acción, cada agencia gubernamental vietnamita debe dejar de consentir la ofensiva emprendida por Monsanto en el país. Al conceder el honor de considerar a Monsanto una “empresa de agricultura sostenible”, el ministerio de Agricultura de Vietnam mima a una empresa reiteradamente votada como una de las corporaciones más odiadas del mundo. Al aceptar la ridícula cantidad de unos 70.000 dólares en becas durante un periodo de cinco años, la Universidad de Agricultura de Vietnam, la principal institución agrícola del país, ha permitido a Monsanto comprar a los medios de comunicación. Para los casi tres millones de víctimas de este defoliante tóxico el colmo ya ha sido que la Cruz Roja de Vietnam Red, que lleva el recuento de la cantidad de víctimas vietnamitas del agente naranja, haya recibido donaciones del principal fabricante de este producto.

Cuando el mundo empieza a rechazar los cultivos modificados genéticamente, sería una ironía muy dura que Vietnam se convirtiera en un éxito para Monsanto. Es evidente que la cuestión del agente naranja ha quedado en segundo plano ante otras cuestiones de actualidad más acuciantes a las que se enfrentan Vietnam y Estados Unidos, la principal de las cuales es el ascenso de China. Pero en última instancia las amenazas chinas no deben ser una excusa para que el gobierno estadounidense y Monsanto consigan la aquiescencia de Vietnam. 

Dien Luong es un periodista vietnamita con un máster de la Facultad de Periodismos de Columbia en Nueva York y se benefició de una beca Fulbright. Sus artículos se han publicado en The Guardian, Al Jazeera, The Diplomat, YaleGlobal, Asia Sentinel y otras publicaciones.

Fuente: http://www.truth-out.org/opinion/item/36396-no-welcome-mat-for-monsanto-vietnam-must-draw-the-line

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