Bastaron algunas horas o días para que el gobierno provisorio de los golpistas asuman sus puestos para mostrar a que vinieron, con la composición de ministerios, los planes anunciados y las declaraciones públicas.
El Senado apartó sólo temporalmente a la presidenta Dilma Rousseff y le dio pose temporaria al señor Michel Temer. Según algunos juristas, al rigor, por la Constitución, el vice presidente no podría ni cambiar el ministerio. Apenas debería tomar los actos administrativos hasta que se juzgue el merito. Pero la última cosa que los golpistas y el cómplice STF (Supremo Tribunal Federal) están haciendo es respetar la Constitución. Ahora vale todo. Como dice Lula, es como «si tu fueras a viajar y dejas tu casa a los cuidados de alguien provisionalmente, y él la vendiese y alterase todo allí dentro».
El ministerio de los golpistas es una broma. Un verdadero festival de la ratería partidaria. Todos hombres, blancos, hipócritas y podridos. La Rede Globo hizo campaña intensa durante los últimos meses insinuando que la presidenta Dilma
debería ser depuesta por los niveles de corrupción del gobierno. La pequeña burguesía en las calles clamaba la vuelta de la dictadura militar para acabar con los corruptos del PT.
Pues bien, entre los actuales ministros de Temer, nada menos que siete está acusados en la Operación Lava Jato y en otros procesos de corrupción. Como dice el político Ciro Gomes, «entregaron el gobierno al sindicato de los ladrones» y nadie tuvo coraje de procesarlo.
Las medidas anunciadas o ya tomadas por el gobierno golpista son una tragedia para la vida y el futuro del pueblo brasileño. Pero son coherentes con su plan neo-liberal de reducir costos del trabajo, entregar nuestras riquezas, privatizar lo que pueden y destinar los recursos públicos que iban a la educación, salud y previsión social para los empresarios. Como advirtió el investigador y economista Márcio Pochmann, «está en juego la apropiación privada de 10% del PBI, en recursos públicos!».
Enviaron una Medida Provisoria que prevé la posibilidad de privatización de todas las empresas estatales, como la Petrobras, empresas de energía eléctrica, puertos y aeropuertos que aun quedaron para atrás. Probablemente, comenzaron por la energía eléctrica y por las reservas del pré-sal – nuevas reservas de petróleo en aguas profundas. Delante de eso, el próximo día 6 de junio habrá un acto nacional en Rio de Janeiro para denunciar ese ataque contra la soberanía nacional.
En la previsión social, quieren imponer una jubilación con edad mínima de 65 años para hombres y mujeres del campo y de la ciudad, desvinculada del salario mínimo. Será una tragedia para la clase trabajadora.
En salud, anunciaron cortes en el SUS [Sistema Único de Salud] y el fin del programa Más Médicos, que atiende 50 millones de brasileños pobres de nuestra periferia y grutas, locales donde nunca había llegado ningún chaleco blanco. Dicen hasta de cortar el SAMU [Sistema de Atención Móvil de Urgencia].
En relación a las tasas de interés, ninguna palabra sobre los R$ 500 mil millones destinados todos los años a los banqueros con el pago de intereses de la deuda interna. Para eso colocaron dos banqueros cuidando de el gallinero: el señor Henrique Meirelles (Ministro de Hacienda) y el señor Illan Goldfain (Banco Central), cuya familia vive en Israel por considerar a Brasil un país inseguro… Pobrecitos de nosotros, 210 millones de seres humanos que vivimos por aquí.
En agricultura y reforma agraria, ademas de la medidas sociales descritas encima que afectan a los más pobres del campo, no tuvieron ningún inconveniente en cerrar el Ministerio de Desarrollo Agrario (MDA) y sus programas que atendían a los campesinos.
Convengamos, el gobierno golpista fue didáctico. Dejó claro para el pueblo cuáles son sus intereses y sus formas de actuar.
Por eso, todos los movimientos populares y entidades que hacen parte del Frente Brasil Popular y del Frente Pueblo Sin Miedo, así como otras articulaciones, se unificaron en la palabra de orden «¡No al Golpe, Fuera Temer!».
Nadie aceptará ningún proceso de negociación o se sentará en la mesa con representantes de un gobierno golpista, ilegitimo y apátrida.
Felizmente, la sociedad brasileña y la comunidad internacional entendieron rápidamente la naturaleza de ese gobierno ilegitimo. Y la voz del «¡No al Golpe, Fuera Temer!» hizo eco en innumerables eventos, actos públicos y ceremonias.
En el exterior, acontecieron centenas de manifestaciones en las embajadas brasileñas. Los medios internacionales que aun siguen el manual de oír las dos lados desmoralizó a los medios locales, al defender en editoriales y noticias el carácter del golpe.
Personalidades de todo el mundo se manifestaron contra. El Papa Francisco llamó la atención a los golpes blancos en algunos países, aunque no tenga citado a Brasil directamente. El respetado pensador estadounidense Noam Chomsky, así como los ganadores del premio Nobel de la Paz, como Adolfo Pérez Esquivel y Rigoberta Menchu, y hasta artista de Cannes se solidarizaron y denunciaron el golpe.
En Brasil, se multiplicaron los actos públicos de diversos sectores, como los estudiantes secundarios y los artistas e intelectuales, que ocuparon por primera vez en la historia más de 20 predios de la Fundación Nacional de Artes (Funarte) en todo el país, obligando a los golpistas a reinstalar el Ministerio de Cultura. La juventud volvió a las calles para protestar.
¿Y dónde están los que apoyaron del golpe? ¿Y los «verdes y amarillos» contra la corrupción? Están avergonzados, en casa, pues ayudaron a entregar el queso a los Jucás, Padilhas, Gedeis y otros especialistas en recursos públicos. Desaparecieron.
Ciertamente, de ahora en adelante las movilizaciones populares aumentaran en tamaño y en cantidad de sectores comprometidos.
El Frente Brasil Popular organizó un calendario de movilizaciones y actividades en todo el país para los próximos meses. En el movimiento sindical comienzan a sonar los tambores para la preparación de una huelga general, paralizando las actividades productivas contra las medidas del gobierno golpista.
Por otro lado, crece la solidaridad a la presidenta Dilma, a pesar de las varias críticas que hacemos en relación a los últimos años de su mandato. Ella será invitada para participar de las innumerables actividades de masa en Brasil, aparte de, en que diremos en alto y con buen sonido que 54 millones de electores –la mayoría del pueblo brasileño– la eligió para gobernar e país hasta diciembre del 2018.