Es muy triste investigar el curriculum de este doctor en química y político argentino que actualmente ejerce el cargo de ministro en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la República Argentina. Lino Barañao es además investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, en el área de la biotecnología animal aplicada a la reproducción bovina. y profesor titular regular con dedicación exclusiva (en uso de licencia, ocupa interinamente un cargo dedicación simple), en el Departamento de Química Biológica, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, (UBA).

Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, José Lino Barañao presidió la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dependiente de la Secretaría de Ciencia y Técnica, la que a su vez dependía del Ministerio de Educación.

CORRUPCIÓN INSTITUCIONAL Y AMISTAD CON MONSANTO

Un reporte del 2015 publicado por Informador Público dice:

       Según informó el programa periodístico «Prende la Luz», emitido por la FM Flores 90.7 de Buenos Aires, en el 2014 el investigador independiente del CONICET Eduardo Saguier denunció una enorme cadena de corrupción entre esa entidad, sus comisiones asesoras, las Universidades nacionales, sus consejos directivos y la Secretaría de Ciencia y Técnica. Dentro de esa red, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica cumpliría un rol fundamental en la «cadena de la felicidad» utilizada para beneficios personales, cooptación de científicos para intereses políticos y privados y el desvío de fondos a empresas privadas.

La denuncia jamás fue refutada de manera consistente, pese a consignar cómo medio centenar de coordinadores de áreas de la Agencia Científico-Técnica, setenta miembros de las Comisiones Asesoras del CONICET y medio centenar de Secretarios de Ciencia y Técnica de las Facultades y Universidades Nacionales se habrían otorgado subsidios a sí mismos o a terceros que son afines por amistad o parentesco. «Unos dos mil investigadores, que son jueces y parte», señala Informador Publico, habrían recibido la suma anual de 100.000 dólares promedio cada uno.

      En el año 2001, el propio José Lino Barañao participó del «reparto» con un subsidio de 140.000 dólares, el informe añadió que «con multiplicar 100.000 dólares por dos mil presuntos investigadores, la cuenta de lo que estos buenos muchachos roban al Estado es fácil».

Negocios con Monsanto

       En 1991, cuando las multinacionales de los agronegocios habían definido a la Argentina como el gran campo de experimentación de cultivos transgénicos, el gobierno de Carlos Menem creó un órgano de «asesoramiento técnico» del secretario de Agricultura: la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA).

       La CONABIA se encarga de regular la liberación al ambiente de materiales animales y vegetales obtenidos mediante ingeniería genética. Está constituida por representantes de los sectores público y privado interesados en los grandes negocios transgénicos, por lo tanto se comporta como un colador y nada está prohibido. A modo de ejemplo: el evento T25 del maíz transgénico de Bayer, el denominado Liberty Link, está prohibido en Brasil pero en nuestro país fue autorizado por la CONABIA en junio de 1998.

      Dentro de este grupo “interdisciplinario e interinstitucional” se encuentra el CONICET, ¿y quién participa de la CONABIA en representación del CONICET? Pues el doctor José Lino Barañao. El mismo que participó en 2004 de la elaboración del «Plan Estratégico 2005-2015 para el Desarrollo de la Biotecnología Agropecuaria» que el entonces ministerio de Economía de Néstor Kirchner y Roberto Lavagna redactó a la medida de las multinacionales como Advanta, Bayer, Nidera, Syngenta y Monsanto.

      Como todos sabemos, la alquimia transgénica ha tenido rutilantes fracasos como la clonada oveja Dolly, “creada” en 1997 y sacrificada en 2003 con signos evidentes de envejecimiento prematuro.

      Asimismo, los cultivos transgénicos han ocasionado -y siguen ocasionando- severos impactos ecológicos, ambientales y socioeconómicos que obliga a las multinacionales de los agronegocios a destinar una parte de sus ingentes ganancias a una profusa propaganda en los medios, al soborno de funcionarios y a la cooptación de científicos.

Añade el escrito de Informador Público publicado en el 2015:

        Algunos ocupan encumbrados cargos públicos, como entre otros los aquí mencionados titulares de la ANMAT y de la nueva cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Todo un ensamblaje que depende del ministerio de Salud. El alborotado hormiguero del que ha sido enviada a hacerse cargo “la hormiguita” Graciela Ocaña.

Monsanto y su influencia en el gobierno

Otro informe publicado por Rebelión (más allá de su tendencia ideológica) señala:

        (…) Durante el menemato, a fines, Lino Barañao alcanzó la jefatura de CONICET, nombramiento y premio seguramente vinculado con su pasaje como investigador por universidades en EE.UU.

        Con el cambio de siglo formó parte del equipo monsantiano que logró implantar una hormona transgénica en las vacas para incrementar su “producción” de leche.
      Se trató de una transgénesis que fue muy cuestionada por varias autoridades bromatológicas y alimentarias, por ejemplo en la Unión Europea y en Canadà.

      Por lo cual, EE.UU y Argentina quedaron como únicos cultores de tal “adelanto” tecnocientífico [1].

      La implantación de somatropina en EE.UU. su cuna, no fue hecha con facilidad. Samuel Epstein, un muy destacado oncólogo estadounidense que pusiera al desnudo la pésima política del establishment médico de EE.UU. ante los cánceres, cada vez más omnipresentes en la sociedad, dijo sobre la somatropina: «Con la complicidad de la FDA (Dirección Federal de Alimentos y Medicamentos de EE.UU.) el país entero está siendo sometido a un experimento que implica la adulteración de la dieta común establecida de antiguo, por un producto biotecnológico de pobres características y sin etiquetar… esto supone grandes riesgos potenciales para la salud de toda la población estadounidense.» [2]

      Pero «para eso están los amigos». Argentina se convirtió en el aliado principal de EE.UU. en la implantación de dicha hormona, siendo el primer estado con producción de leche transgénica con dicha hormona. Y sin tantos cuestionamientos como los vividos «en casa». Lo ha recordado con orgullo Lino Barañao. [3]

      Esa alianza iba a prosperar: durante el resto del s XX. EE.UU. y Argentina fueron los únicos estados del planeta que cultivaban soja transgénica. Una vez más, desde EE.UU. se diseñaba la política con una estrategia tecnocientífica y en Argentina se aplicaba dicho diseño. Se trataba de un proyecto de grandes proporciones puesto que con el s XXI, la soja GM pasó a extenderse por buena parte de la humanidad.

      La craneoteca del USDA (United States Department of Agriculture; Ministerio de Agricultura de EE.UU.) creía que iban a alimentar al mundo con cultivos transgénicos «plantados en las praderas norteamericanas y en las pampas argentinas». [4] De allí esa exclusividad de la Argentina del menemato; una satelización integral y gozosa.

      Lógicamente, para que el plan tuviera éxito, la soja GM vino con mucho dinero bajo el brazo. Fue el acuerdo fáustico que estableció el USDA con el elenco político-gremial y tecnocientífico argentino de entonces (el Poder Ejecutivo, la CONABIA y los sojeros). Se cosechaban dólares a granel apenas a cambio de «una pizca» de contaminación; difusión de agrotóxicos y de formas de vida sin antecedentes… que podían salir bien o no se sabe… genes sin experiencia alguna anterior.

      La aparición de los dólares provino de la maravillosa estructura del mercado de valores agropecuarios asentado en Chicago, EE.UU., que entre otros instrumentos para valorizar la soja fomentó la venta a futuro, un mecanismo que facilita enormemente los sobreprecios. En Argentina durante años, los dólares parecían cumplir aquel adagio de que «caían de las ramas de los árboles», en rigor de las matitas de la soja.

El ejecutor de esa política fue, en EE.UU. y en Argentina, Monsanto.

      A caballo de lo que los gobiernos llaman desarrollos científicos, aunque en realidad se trata de caminos elegidos para determinado desarrollo científico totalmente contingente, la soja transgénica implantada en Argentina como país laboratorio, o mejor dicho país cobayo, se hizo permanente.

      Ni la Alianza ni los gobiernos transitorios del 2001 procuraron desembarazarse de ella. ¡Cómo para perder la gallina de los huevos de oro!, justo en el momento histórico, único, en que las materias primas periféricas tenían buena cotización en el mercado de Chicago.

      Si la gallinita a la vez envenenaba el aire, el agua, la tierra… era un asunto menor. Que «escapaba» a la ciencia, mejor dicho a los titulares de las empresas que se presentan como tecnocientíficas. Ahora ya sabemos: los principales afectados fueron, son, «los pobres del campo».

      En realidad, hace tiempo lo sabemos o deberíamos saberlo: la política alimentaria de EE.UU. es la que convierte a los alimentos en «arma de destrucción masiva» como tan gráficamente nos lo expresara Paul Nicholson en su momento coordinador de la región europea de la Vía Campesina. [5]

      Con antecedentes, como su estrecha colaboración con Monsanto, no es de extrañar que el gobierno K nombrara a Lino Barañao ministro de Ciencia y Técnica. «La década ganada» conservó celosamente la orientación tecnocientífica que había desembarcado en el país durante el menemato [6].

Notas:

         1 No sabemos si el desarrollo de dicha hormona, también llamada somatotropina (la versión transgénica se apocopa: somatropina) estuvo relacionado con un accidente o incidente laboral en Azul, prov. de Buenos Aires, en 1987, donde murieran dos ordeñadores. Y no lo sabemos porque esas muertes quedaron siempre en la penumbra.
         2 Ecologistas en acción, no 15, Madrid, dic. 1998.
         3 Diario de Río Negro, 2/10/2003.
         4 Dennis Avery, Hudson Institute, Indianápolis, 1995.
         5 Vìa Campesina es la internacional de trabajadores rurales a la que pertenece, p. ej., el MST brasileño. Entrevista publicada en futuros, no. 6, Río de la Plata, otoño 2004.
         6 En realidad viene de lejos. Expresa sencilla y lacónicamente la relación entre el centro planetario y la periferia colonial o neocolonial; esa relación es de dependencia y hasta de deslumbramiento. Por eso en EE.UU. se pueden rastrear los Epstein y en Argentina los Barañao. Pero eso cambia. Lo probó Andrés Carrasco. Pese a lo que podría preferir el flamante gobierno de Argentina 2015: conservar la fe en una ciencia apolítica.

Otro reporte que alcanzó trascendencia incluso en medios como «La Voz» (de Clarín), fueron los dichos mentirosos y perversos de Lino Barañao.

Articulo en «La Voz». «Los medicos Responden«, en Fundación Patagonia. PDF.

        Lino Barañao, por entonces Ministro de Ciencia y Técnica, sorprendió al afirmar por radio que «el glifosato es como agua con sal» y que «se puede tomar un vaso de glifosato y no te pasa nada«. Barañao formó parte de una campaña mediática y falaz de Monsanto a nivel mundial. Esto significa que recibió «bajada de linea» directa de Monsanto, como lo hizo Patrick Moore (famoso lobista de Monsanto).

        Utilizando exactamente las mismas palabras que Patrick Moore, Barañao afirmó que «hay gente que se ha tomado un vaso de Glifosato para suicidarse y no le ha pasado nada». Y posteriormente continuó agregando que el Glifosato podía ser tan dañino como el «agua con sal».

Ver Patrick Moore expuesto.

      El Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao realizó sus declaraciones mientras participaba del programa «Pariendo Sueños», que condujo la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, el lunes 15 de agosto del 2012.

      Barañao se dedicó a ponderar las «bondades» del herbicida de Monsanto glifosato y destacó a su entrevistadora, Hebe de Bonafini, «las características atóxicas y seguras del glifosato» con respecto a la salud humana.

      La Red de Médicos de Pueblos Fumigados se vio en la obligación de corregir las inexactas apreciaciones del ex Ministro de Ciencia y Tecnología, por carecer de cualquier sustento científico: «Y además, porque la actitud de este destacado funcionario pone en peligro la salud de la población fumigada en la Argentina, ya que afirmando irresponsablemente la inocuidad de este veneno se promueve que se siga aerolizando cantidades crecientes del mismo sobre la población rural».

      Leer la respuesta de los profesionales de la Salud.

La continuidad de Barañao en «Cambiemos» ratifica el poder de Monsanto

Adelanto 24 publicó otro reporte explicando por qué Barañao sigue en el Gobierno de Macri. Titulando: «Barañao, el ministro que sobrevivió gracias a Monsanto»

      «Todos menos uno. El gobierno del Pro cuestionó a todo el gabinete saliente de Cristina Kirchner pero no tuvo reparos en mantener en su puesto al ministro de Ciencia y Tecnología. Adelanto 24 te cuenta el por qué».

       Si bien son innegables los cambios en el perfil ideológico de los ministros que integran el flamante gabinete de Mauricio Macri, la continuidad de Lino Barañao al mando del Ministerio de Ciencia y Tecnología, marcó una diferencia porque fue el único titular de una cartera en pasar de las filas del kirchnerismo al gobierno de Macri.

       Desde el Pro se explicó que Barañao es reconocido por los importantes avances en materia de ciencia y tecnología y que por ello, se mantendría su cargo. El ministro, aclaró que la saliente presidenta lo había autorizado. Ahora bien, ¿qué lleva a dos gobiernos que no fueron capaces de acordar un traspaso de mando a coincidir tanto en este punto?

       «Es que Barañao es un ministro que escapa a las elecciones políticas. Barañao garantiza la expansión de la empresa Monsanto en el país y eso explica su permanecía. Monsanto es una multinacional estadounidense productora de agroquímicos y biotecnología destinados a la agricultura. Durante el gobierno de Carlos Menem, Barañao alcanzó la jefatura de CONICET y luego trabajo para Monsanto con la implantación de una hormona transgénica en las vacas para incrementar su «producción» de leche rechazada por la Unión Europea y Canadá», resume la periodista Clarisa Ercolano en el articulo de Adelanto 24.

        (…) Patricio Eleisegui es periodista, autor del libro Envenenados y uno de los que más investigó las relaciones entre estas empresas y los puestos de gobierno. “Aquí lo que vemos es una decisión de profundizar la política  agrícola del kirchnerismo, la apuesta es por lo transgénico y de hecho el kirchnerismo fue el gobierno que más trasngénicos aprobó, nadie había llegado a tanto”.

       «Barañao es gerente, viene de la empresa Bio Sidus, trabajó con Monsanto y la prueba además está en que mantuvo todo su equipo, porque el combo es patentes de semillas, siembra directa y agroquímicos, recordemos que el ministro asegura que el glifosato (el pesticida por excelencia en siembra directa) era similar a una mezcla de agua con sal». La Organización Mundial de la Salud admitió a principios de 2015 que el glifosato era cancerígeno.

        Por caso, Eleisegui recuerda que la mayoría de los países de la Unión Europea prohibió el uso de los productos de Monsanto y similares y ni siquiera permiten la plantación transgénica individual. «Si querés poner soja en tu balcón, no te dejan, está prohibido». Del mismo modo EEUU prohíbe a los niños alimentarse con productos derivados de soja transgénica o que la contengan en su elaboración: «Si un nene en EEUU quiere tomar Ades, no puede, porque está prohibido«, ejemplifica. Y recuerda que Barañao ha sido parte de una controversia sobre el uso del glifosato en Argentina, al restar autoridad a un trabajo presentado por el subsecretario de Investigación Científica y Tecnológica del Ministerio de Defensa, Andrés Carrasco que puntualizaba sobre el incremento del cáncer en zonas fumigadas con glifosato.

       Además, el periodista recuerda que en 2010 la empresa Bio Sidus y la FAUBA presentaron al potrillo llamado BS Ñandubay Bicentenario que fue clonado con una técnica innovadora de “agregación de embriones”. El presunto objetivo es preservar los genes de animales deportivamente valiosos. Este tipo de investigaciones y desarrollos científicos se producen con la inversión de Monsanto.

      Finalmente, Eleisegui recuerda que junto a Barañao también conserva su puesto, Alejandro Mentaberri. «Es quien articula lo público con lo privado, es un gerente total y no duda en decir que no se puede saber si la soja transgénica genera cáncer porque nadie está comiendo soja todo el día, da respuestas que son un disparate».

Un articulo de Análisis Digital, informa lo mismo.

      En el artículo titulado «Monsanto, uno de los puntos en común entre Cambiemos y el kirchnerismo» publicado por Análisis Digital, se establecía una comparación entre las posturas del gobierno saliente y el entrante en materia de soijización y la utilización de agrotóxicos. Justamente  se confirmó la continuidad en el gabinete nacional de Lino Barañao al frente de la cartera de Ciencia y Tecnología.

      El único ministro que seguirá en el gobierno de Macri se destacó «por los ciertos avances en la materia impulsados por el gobierno», guiado por la firme postura de CFK de invertir en la ciencia transgénica,

 

Otro titular destaca: Monsanto logró unir el kirchnerismo y el macrismo en la figura del Ministro Barañao, Diario Junio.

Tribuna de Periodistas y BWN Patagonia publicaron en el 2008, un articulo llamado: «El corruptisimo Dr. Jose Lino Barañao, la Anmat, la CONABIA, la Bayer, y sus multiples cómplices«.

¿Cambiamos?

Tristemente no cambiamos el PEOR PROBLEMA de la Argentina.

Celeste Fassbinder
BWN Argentina