El General Juan Domingo Perón, Presidente de Argentina entre las décadas del 40 y 50, llegó a plantear lo que denominó «triángulo geopolítico ABC», para referirse a una alianza estratégica entre su país, Brasil y Chile, con el objeto de crear un frente común geoestratégico contra la Doctrina de Seguridad y Defensa elaborada por los EEUU desde la finalización de la II Gran Guerra en 1945. Este planteamiento de Perón, implicaba asistencia recíproca, formulación de una Doctrina de Seguridad conjunta y reforzamiento de la Soberanía entre los firmantes de la propuesta. Esa idea, que fue firmemente boicoteada por los Servicios de Inteligencia de EEUU, es rescatada en pleno siglo XXI, por el Presidente Hugo Chávez, modificándola para plantear un nuevo triángulo: ABV (Argentina, Brasil y Venezuela).

La base de este nuevo triángulo, tenía el valor agregado de sumar un «espacio vital», que iba desde el Atlántico Sur hasta el Caribe, en una extensión geopolítica vital y estratégica, pero no sólo es el hecho de este vasto territorio, sino la circunstancia de las potencialidades en lo que respecta a combustibles fósiles, reservas de aguas y biomasa, con las que cuentan estas tres (3) entidades nacionales.

En torno al tema energético, es Venezuela la que tiene mayores potencialidades, representadas en reservas extraíbles cercanas a 1 billón 800 mil millones de barriles, distribuidos en los 540.000 millones de barriles en el Golfo de Venezuela, los 510.000 millones de barriles de la Faja Hugo Chávez y los 750.000 millones de barriles de la zona marítima que se le reclama a la República Cooperativa de Guyana. Por su parte Argentina, tiene unas reservas que oscilan entre los 661.000 millones de petróleo no convencional y cerca de 802 billones de pies cúbicos de gas. Por su parte Brasil estima reservas extraíbles cercanas a los 273.000 millones de barriles. En conjunto, la unidad geopolítica ABV reuniría la extraordinaria reserva de 2 billones 734 mil millones de barriles, convirtiéndolos en la zona geográfica más importante en petróleo del mundo, superando ostensiblemente las reservas de toda la Península Arábiga.

En lo que respecta a las reservas de agua, hay que agregar las diversas Cuencas que potencian el valor estratégica de esa unidad geopolítica. En el caso de Venezuela, la Cuenca del Orinoco aporta unos 880.000 km2, Brasil aporta gran parte de la Cuenca del Río Amazonas, es decir, unos 7.050.000 Km2 y la Argentina, agrega los acuíferos guaraníes de unos 1,2 millones de km2, sumados a las reservas de hielo que tiene en la Antártida (unos 16.800 km2) y la Cuenca del Río de la Plata, que son otros 3.200.000 km2. Entre los tres (3) países tienen reservas que están cercanas a los 12.346.800 km2, que contrastan con el total de toda América del Norte (6.428.000 km2) o toda Europa (7.580.000 km2). Petróleo y agua, dos de los condicionantes para el desarrollo y el mantenimiento de la capacidad productiva de las grandes naciones, están en cuantiosas cantidades fuera del «espacio vital» de la tríada EEUU, Unión Europea y Japón. Esto es sin duda, una debilidad geoestratégica que conocen perfectamente los organismos de Seguridad y Defensa de las grandes potencias.

Si no fuera poco, hay que agregar el valor que le da el hecho que en Suramérica se encuentran las mayores potencialidades en biomasa o bioenergía del mundo. Es decir, el peso de la materia viva en un área determinada. En este sentido, del gran total de 230 mil millones de toneladas de materia viva en el mundo, es más abundante en el sur del hemisferio que en el norte desarrollado. Para ilustrar mejor este valor estratégico, se debe indicar que las casi 500 mil toneladas de vegetación terrestre, se estima que el 86% de ese total (430 mil toneladas) están en las zonas tropicales y buena parte de ellas ubicadas en el Amazonas, en Suramérica. En contraste, las regiones templadas solo cuentan con unas 33 mil toneladas. América Latina tiene junto a África, la tierra más apta para la generación de biomasa del mundo.

Los países que forman parte de OCDE, tienen mayor dependencia de la energía fósil y menos capacidad de generar energía por biomasa. Con ello, la importancia geopolítica del triángulo ABV es mayor. Algunos estudios estiman que para el 2030, cerca del 60% de la demanda mundial de energía se concentré en los países miembros de la OCDE y las principales fuentes generadoras de energía están colocadas fuera de estos países. Esto, en términos de seguridad energética, coloca en una situación peligrosa a la tríada de los Imperialismos Colectivos (EEUU, UE y Japón). Es este el punto en común que tienen las arremetidas contra la alianza estratégica tejida a través de los liderazgos de Néstor Kichner y Cristina Fernández de Kichner en Argentina, Lula da Silva y Dilma Roussef en Brasil; y Hugo Chávez y Nicolás Maduro, en Venezuela.

La alianza estratégica entre ellos, esta necesariamente enmarcada en las tensiones entre los Imperialismos Colectivos y los BRICS. Lula da Silva ha tenido muy claro, la importancia que Brasil miré más hacia Nuestra América y esa mirada coincidió con las perspectivas geoestratégicas formuladas por Chávez, tanto en el Plan Simón Bolívar (2007-2013) como en el Plan de la Patria (2013-2019), aunado a la alianza sobredimensionada a partir del No al ALCA de Mar del Plata, en el año 2005, con el apoyo de anfitrión argentino. Desde ese momento, los diseños estratégicos de los Imperialismos Colectivos han visto con preocupación las posibilidades geopolíticas de esta asociación y han actuado contra ella.

Los EEUU principalmente, pero contando siempre con el soporte y apoyo de sus aliados (la Unión Europea y Japón) se ha dispuesto a impedir a toda costa cualquier irrupción o reto de sus pretensiones como Imperio-mundo. Para ello han venido formulando y reformulando su Doctrina Estratégica. Particularmente desde el año 2002, cuando hicieron público un documento denominado «Visión Conjunta 2020» (http://www.lafogata.org/02inter/1internacional/vision1.htm#arriba ), en donde establecían claramente lo que denominaron «dominación de espectro total», entendido como «…la capacidad de las fuerzas de los EEUU, operando unilateralmente o en combinación con aliados multinacionales o fuerzas inter-agencias, de derrotar a cualquier adversario y controlar cualquier situación a lo largo de todo el espectro de operaciones militares».

El desarrollo de estos instrumentos ha implicado acciones diversas en contra del triángulo ABV, pero marcados por el objetivo común de lograr desestabilizar y/o derribar los gobiernos que ellos mismos han ubicado bajo la idea de «populismos radicales», que ya eran identificados en el 2004, a través del entonces jefe del Comando Sur, General James. T. Hill (http://www.voltairenet.org/article143425.html ).

Esas acciones, desarrolladas bajo las reglas y definiciones de «Special Forces. Unconventional Warfare» publicado en 2010, implican planes de desestabilización de gobiernos o entidades nacionales consideradas contrarias al objetivo de «dominación de espectro total».

En cada caso, han implicado mecanismos diversos, desde declaraciones de líderes prominentes advirtiendo sobre alteraciones de orden público, represión contra líderes políticos o violaciones a los DDHH, pasando por presiones económicas, intentos de embargo o acciones legales en tribunales internacionales, campañas mediáticas de ataque partiendo del eje New York, Londres, España, Colombia, entre otras.

En el caso de Argentina, vino precedido por acciones muy fuertes contra la política adelantada por los Kichner de refinanciamiento de la Deuda Externa (el denominado conflicto con los Fondos Buitres), junto con la resistencia tenaz de la poderosa empresa Clarín contra la Ley de Medios y las respectivas denuncias de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) de ataques contra la libertad de Expresión. En el caso de Brasil, las acciones han sido comunes también. Reflejadas en movilizaciones de protestas y llamados al retorno de los militares en Sao Paulo, la articulación de una atrevida campaña de denuncias sin comprobación de corrupción contra el expresidente Lula da Silva, en un esfuerzo por desestabilizar el Gobierno de la actual Presidenta de Brasil, Dilma Roussef.

En Venezuela, ha sido múltiple ese accionar. Por una parte, una acción consecuente de movilización y financiamiento de sectores opuestos al Gobierno de Nicolás Maduro, a través de la NED, que durante el año 2015 otorgó casi 2 millones de US$ (1.908.237 US$) a rubros como participación electoral, defensa de DDHH, facilitación electoral (con unos 100.000 US$), desarrollo de la economía de mercado (160.813 US$), apoyo a la Asamblea Nacional (148.063 US$), libertad de información (81.700 US$), entre otros (http://www.ned.org/region/latin-america-and-caribbean/venezuela-2015/ ). Por otra, desde el lado de Colombia, un ataque económico voraz (se ha hablado de una extracción superior a los 6500 millones US$), que ha generado no sólo contrabando de extracción sino una espiral especulativa sobre la moneda nacional (el Bolívar Fuerte) a través de la denominada Resolución N8 (http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/colombia-y-el-fraude-cambiario-al-descubierto ), junto a una campaña de denuncia internacional contra el Gobierno de Nicolás Maduro, por supuestas violaciones a los DDHH de ciudadanos colombianos. La presión inflacionaria, impulsada desde la web Dólar Today y sus efectos negativos sobre la economía ( http://www.15yultimo.com/2016/04/la-mano-visible-del-estado-pasqualina.html) aunado a los propios errores al postergar ajustes en la economía rentística, se expresaron en conjunto en los resultados del 6D-2015.

Estas acciones encubiertas, ya han arrojado resultados en el caso de Argentina, desplazando a las fuerzas del Frente para La Victoria Kichneristas y sustituyéndolos por el derechista Mauricio Macri, cuyas primeras acciones han puesto de relieve una agenda de liberalización de la economía y ajuste de la Argentina, a las pretensiones de «dominación de espectro total» de los EEUU en la región.

Los casos de Brasil y Venezuela, han aportado sólo resultados parciales, a través de presiones políticas en el primero de los países, buscando una destitución – parecido al estilo empleado para destituir a Fernando Lugo en Paraguay en 2012- de la Presidenta Dilma y en el segundo de los países (Venezuela) con una agenda de conflicto de poderes entre el Poder Legislativo (controlado por la oposición financiada desde EEUU principalmente) y el Poder Ejecutivo.

Lo más grave del caso venezolano, es que han circulado informes provenientes del Comando Sur, que hablan de un conjunto de acciones no constitucionales (enmarcadas en la Guerra No Convencional) que se ha impuesto una fecha máxima (agosto de 2016) para generar conflictos sociales de gran magnitud, que conduzcan a la salida del Gobierno de Maduro (http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/al-descubierto-la-agenda-del-comando-sur-contra-venezuela-informe-especial ). Se trata de una acción sistemática, de desestabilización y sustitución de los denominados populismos radicales, a través de la articulación de presiones internas y externas, que propicien la conformación de nuevos gobiernos más cercanos a la Doctrina Obama.

No hay duda, que la misma se enmarca dentro de tres (3) tipos de tensiones. Una, la histórica entre hemisferio norte y sur, expresada y acrecentada en los últimos diez (10) años por ascensos electorales de liderazgos de una izquierda (entre radical y moderada) en diversos países de Sudamérica. Dos, la surgida entre los nacionalismos re-emergentes y los imperialismos colectivos, que se han confrontado por el control de los recursos naturales dentro del espacio vital Sudamericano, tradicionalmente considerado por los EEUU desde 1823 como su zona histórica y tres, el derivado del choque entre los planteamientos del Foro Social Mundial de Sao Paulo y el Foro de Davos de los Países de la OCDE. Asistimos por lo tanto, a una escalada de las agresiones en Suramérica, que amenaza la estabilidad de la región, por la acción clandestina ejecutada por las estrategias de Seguridad y Defensa formulada en la administración de Barak Obama.

En el caso venezolano, sólo la movilización popular, la revisión del funcionamiento revolucionario del liderazgo del PSUV y el Polo Patriótico, la rectificación y rescate del carácter ético de la Revolución Bolivariana, podría detener una confrontación que amenaza con arrastrarnos a una agenda trasgresora muy violenta. Esperemos que pueda ser contenida.