Agapito Mañón
Después de 147 años (1868-2015) de luchas del pueblo cubano por alcanzar la libertad, comienza la recomposición de las relaciones entre Cuba y EE.UU., un largo camino de abusos e intentos de sometimiento. Que impidió el coraje de varias generaciones de mujeres y hombres dispuestos a morir por su Patria. La firmeza y perseverancia que obligó a Washington a cambiar su política y reconocer su fracaso.
El presidente Raúl Castro y la dirección histórica de la Revolución supieron mantener una trayectoria consecuente y conducir este proceso con total inteligencia y sentido práctico. Resolviendo los ataques armados, el terrorismo, la subversión, y los daños ocasionados por el bloqueo económico, tecnológico y financiero impuesto desde la comunidad de “inteligencia imperial” para acabar con el ejemplo y la obra de la Revolución Cubana.
A pesar de las acciones y medidas malévolas contra Cuba su ejemplo de solidaridad y disposición a compartir y ayudar a otros pueblos le han ganado simpatías en todos los rincones de la tierra. Hoy mantiene su solidaridad con sus aliados y las causas justas, y como prueba de ello, la cooperación con los más de 60 países del Tercer Mundo, las naciones del ALBA y el apoyo incondicional al pueblo y gobierno de Venezuela ante la pretensión imperial de apoyar la subversión interna, con la ratificación del decreto que considera a Venezuela como una amenaza «inusual y extraordinaria para la seguridad nacional» de los Estados Unidos.
El proceso de normalización de las relaciones de Cuba y EE.UU. tiene fuertes opositores, especialmente de la extrema derecha y sus aliados cubano-americanos del Congreso estadounidense. El pueblo cubano, Latinoamericano y del resto del Mundo respaldan abrumadoramente dicho proceso.
Con esperanza el Mundo observa y espera el inicio de una nueva etapa en las relaciones internacionales basada en el respeto y la autodeterminación de los pueblos. El fin del bloqueo es el turning point para la normalización de las relaciones entre los dos países. Junto a la devolución del territorio que ilegalmente ocupan, desde hace 111 años, en la base naval de Guantánamo y la indemnización al pueblo cubano por los daños materiales y humanos ocasionados como consecuencia de su política de hostilidad.
Hay la pretensión de sectores ultraconservadores por mantener el statu quo y entronizar como pretexto que EE.UU. hace cesiones a Cuba a cambio de nada e impone un ritmo en las negociaciones que la isla no puede resistir, cuando en realidad Washington adopta medidas parciales y limitadas con respecto a sus capacidades ejecutivas de actuación, estando verdaderamente marcado el ritmo de la normalización por los avances en el levantamiento del bloqueo.
Cuba y EE.UU. protagonizan un prolongado conflicto cuya salida negociada está en concordancia con la proclama de encontrar soluciones mediante negociaciones, emitida por la CELAC en la Habana, donde los países miembros acordaron declarar a la región como zona de paz.
Con ese propósito, Cuba está desempeñando un papel fundamental en el logro de la paz entre las FAR y el gobierno colombiano para poner fin al conflicto armado más antiguo del continente.
El Presidente Obama y las instituciones privadas y públicas de los EE.UU. deben dejar de patrocinar la subversión contra Cuba y reconocer la verdadera sociedad civil cubana, diversa, amplia, patriótica y saludable en lugar de atender a apócrifos grupúsculos movidos como arlequín que bailotea al compás de hilos accionados desde el exterior que resultan insostenibles porque contradicen nuestra legislación y afectan aspectos sagrados como la soberanía.
Uno de los impedimentos para el restablecimiento de la normalidad en las relaciones es la continuación del apoyo a la subversión y el mantenimiento de una oposición artificial que profundiza la desconfianza entre las dos naciones.
Los llamados «disidentes internos» no tienen poder de convocatoria en Cuba. Además ha quedado demostrado que todos están más interesados en el dinero que reciben de sus patrocinadores externos, que en los aludidos proyectos políticos.
Las cuestiones de orden interno en Cuba no son negociables. Así que no hay la posibilidad de exigir cambios en el sistema político. El Presidente Obama en su visita podrá comprobar la realidad de los cubanos y el respeto a los derechos humanos que practican como principio rector de la obra humanista de la Revolución.
El bloqueo económico, tecnológico y financiero permanece como principal obstáculo para el desarrollo de Cuba, pero a pesar de las afectaciones que ocasiona la economía cubana crece y la isla cumplió con todos los Objetivos del Milenio para el desarrollo trazados por Naciones Unidas.
Por lo tanto el bloqueo es una violación de la carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional que en su Preámbulo y Artículo Uno plantea el desarrollo de relaciones de amistad entre las naciones.
Cuba invita a los Estados Unidos a establecer mecanismos internacionales para promover el progreso económico y social de todos los pueblos. A la vez que ratifica que el bloqueo es una violación masiva, flagrante y sistemática de los derechos humanos de todos los cubanos.
El daño humanitario que ocasiona esta política de hostilidad extrema no puede expresarse en cifras. El 77% de la población cubana ha vivido toda su vida bajo el bloqueo. Hasta abril de 2015, los daños ocasionados por más de 50 años ascienden, según el valor del oro en el mercado internacional a 833 755 millones de dólares. Es decir, alrededor de un millón de millones de dólares. El bloqueo ha de ser levantado unilateralmente toda vez que fue impuesto sin ninguna concesión a cambio.
El presidente Barack Obama ha dicho que el bloqueo solo ha traído daños humanitarios y no cumple los objetivos por los que fue establecido y debe ser levantado. El bloqueo no tiene cabida. Sin embargo, aun su gobierno cuenta con numerosas prerrogativas que permiten avanzar en esa dirección.
agapitoman1926@yahoo.com