La reciente visita de Barack Obama a Cuba y Argentina parece que ha dejado, no se sabe si con intención estratégica, un desequilibrio sobre la importancia de cada uno de las viajes del Presidente norteamericano.

El furor sobre que un Presidente Estadounidense pisase, después de 80 años, suelo cubano ha sido calificado de evento histórico y de suma trascendencia en la geopolítica. Una relación bilateral entre el Imperio de Estados Unidos y la Cuba Socialista que trae en sus manuales históricos (si son de buena historia) palabras clave tan duras como Playa Girón o Bahía Cochinos, la Crisis de los Misiles de Cuba, Bloqueo, Ley Torriceli y Helms Burton, Expulsión de Cuba de la OEA, Guantánamo, 5 cubanos antiterroristas, Vuelo 455 de Cubana Aviación que sufrió atentado terrorista o Posada Carriles, entre otras palabras clave. Por toda esta historia, y es lógico, muchos medios de comunicación y analistas internacionales (con divergentes posiciones) han estado atentos a ese encuentro bilateral. Encuentro que posiblemente perdió alguna portada por el cruento atentado de Bruselas ocurrido en la misma fecha.

Aún así, dada la importancia de la visita de Obama a Cuba no es menos importante su visita a Argentina si miramos más el contenido de futuro cercano que de pasado. Desciframos su por qué.

Desde el nombramiento del conservador neoliberal Mauricio Macri como Presidente de Argentina el pasado 10 de Diciembre, la Casa Rosada busca recuperar su rol de peón del Imperio. Argentina, bajo el mandato de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015) apostó por una política neodesarrollista y soberana contra las asimetrías neoliberales del «Libre» Comercio que impulsaba Estados Unidos con su proyecto continental ALCA. En 2005 esa postura contraria al ALCA generó consenso en la Unidad Regional del MERCOSUR (compuesta por Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, y posteriormente Venezuela) al llegar gobiernos progresistas liderados por Lula en Brasil o Tabaré Vázquez en Uruguay. El MERCOSUR, a pesar de sus dificultades y conflictos internos, salió reforzada como una estructura regionalista que unificaba a los dos grandes potencias de Sudamérica, Brasil y Argentina, contra los objetivos del Imperialismo Norteamericano y el neoliberalismo. Además se buscaba sumar a nuevos países de América Latina que apostaban por proyectos progresistas y contra el dominio histórico del Norte sobre el Sur; como Bolivia o Ecuador.

Más allá de Latinoamérica, Brasil siendo la primera potencia de América Latina y el país más poblado pasó incluso a ser miembro asociado de una organización internacional que pretende hacer frente a las estructuras históricas occidentales que concentran gran parte del poder político y económico. BRICS, entidad compuesta por potencias emergentes de diferentes continentes para sacar pecho a la dominación de Europa y Estados Unidos, donde participan Rusia, India, China, Sudáfrica y Brasil. BRICS, fundada en 2008, contiene proyectos económicos que apuestan poner en jaque al FMI y BM, como su Nuevo Banco de Desarrollo, o políticos inclinándose por un Sistema Multipolar ampliando miembros del Consejo Permanente de Seguridad de la ONU.

Brasil, un miembro del MERCOSUR y fuerte aliado de Argentina hasta el momento, acaba haciendo el papel de representante latinoamericano en la pugna por un nuevo Sistema Mundial. Incluso, no hay que olvidarse, que Argentina a finales de 2015 obtuvo el respaldo de Rusia para que también pudiera ser integrada a BRICS. Dos países latinos en una misma estructura contrahegemónica.

Volviendo a territorio latinoamericano. Frente a la estructura regional del MERCOSUR, los países sudamericanos que quedaban fuera (ni miembros asociados ni con intención de futura adhesión), eran justamente Chile, Perú y Colombia. Tres países donde la derecha política y sus recetas neoliberales (todos poseen TLCs con Estados Unidos) a favor del ALCA gobernaban institucionalmente con hegemonía según sus particularidades históricas. Además, otra potencia regional y experta en TLCs es México con su firma del TLCAN en 1994 con Estados Unidos y Canadá. Así, en 2012 se funda un nuevo regionalismo, la Alianza del Pacífico, entre estos 4 países neoliberales que buscan hacer frente al proteccionismo del MERCOSUR.

La apuesta de la Alianza del Pacífico, pensada desde Washington, no solamente era una pugna contra el MERCOSUR sino mucho más allá de estas fronteras. Al igual que Brasil como miembro de MERCOSUR se acercó a la contrahegemonía de BRICS, la Alianza del Pacífico era una apuesta a favor de un Tratado de Libre Comercio más extenso a nivel internacional, el Tratado de Asociación Transpacífico. (TTP en Inglés).

El TTP fue cerrado el pasado mes de octubre y participan 12 economías del Pacífico que suman el 40% del PIB Mundial. Desde Estados Unidos, Japón, Canadá, Brunei, Australia, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam, y tres de los cuatro miembros de la Alianza del Pacífico, México, Perú, y Chile. Un Acuerdo de Libre Comercio que pretende justamente aislar a las potencias mundiales de China y Rusia, dos miembros BRICS.

A todo esto, el acercamiento de Argentina a la política estadounidense lleva consecuentemente una debilidad del MERCOSUR a nivel latinoamericano apostando el gobierno de Macri a estrechar lazos con el regionalismo abierto y neoliberal de la Alianza del Pacífico. Una pérdida de fuerza bilateral entre Brasil y Argentina hace finalmente que BRICS, como quería apostar Rusia, pierda un nuevo aliado transcendental contra el dominio occidental. Además si Argentina establece vínculos con la Alianza del Pacífico indirectamente empieza a fortalecer lazos con los países latinoamericanos que apuestan por el TPP, el proyecto que hace frente a China.

Posiblemente sea verdad esa teoría cartográfica que los «Argentinos están el Centro del Mundo», pero justo cuando lo son en la esfera de la Geopolítica muchos no se han dado cuenta todavía. Obama parece que sí.

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