Hay que decir que el cuadro político, sobre todo a nivel de gobiernos y Estados, en nuestra América, ya no luce tan favorable para las izquierdas y las fuerzas transformadoras como al inicio de este siglo.

EEUU y las derechas pusieron en ejecución una intensa y multifacética contraofensiva continental logrando entronizar sus controles políticos primero en Honduras, Paraguay y Perú, y más recientemente en Argentina, países inicialmente situados en el campo del denominado progresismo.

En Venezuela, perteneciente al grupo de Estado con vocación transformadora, esos factores agresivos han provocado significativos cambios a su favor en la correlación de fuerzas y creado mejores condiciones para un retroceso hacia el reinado político de las viejas y las nuevas derechas; mientras que con estrategias contrarrevolucionarias (sediciosas y electorales) han logrado resultados más limitados, aunque preocupantes, también en Bolivia y Ecuador.

En Cuba, ante el fracaso relativo del cerco asfixiante y el casi seguro efecto boomerang de su añorada invasión militar, EEUU se ha visto forzado a restablecer lentamente los vínculos interestatales y comerciales con ese hermano país caribeño, en el cual al parecer la actual orientación hegemónica apunta a una preeminente combinación del viejo y estancado estatismo con el incremento del capitalismo privado, incluida relevantemente la apertura al capital corporativo transnacional; modelo, que de no ser reemplazado, tiende sacar a esa nación de toda dinámica revolucionaria anticapitalista y a embotar las perspectivas socialistas del proceso.

Es claro, sin embargo, que ese nuevo curso del proceso cubano está en fase inicial, tanto en lo que concierne al escenario político propio como al estadounidense, donde los nuevos comicios anuncian otras tormentas que precisamente no se llaman OBAMA; por lo que es temprano para juicios tajantes.

Cierto sí, que en esta fase, el actual giro de Cuba no parece inclinarse hacia la izquierda, no parece optar por más revolución, por más socialismo y más internacionalismo revolucionario.

En Nicaragua el proceso independiente respecto a EEUU luce con mucha estabilidad estratégica dentro de sus límites conocidos; exhibiendo además un cierto mejoramiento en lo inmediato de su cuadro socio-económico y mejores perspectivas; todo esto debido, entre otros factores, al fuerte impacto del gigantesco proyecto de canal transoceánico a cargo de CHINA POPULAR.

En El Salvador, por demás, el relevo de Funes por Salvador Sánchez Cerén, parecía darle otro chance a algo más que un reformismo limitado, pero son evidentes las vacilaciones y trabas ideológicas en el FMLN para optar por una profundización de corte revolucionario.

EL CASO BRASIL

En este momento el mayor esfuerzo imperial de reversión política del progresismo se concentra en el moderado Brasil gigante del PT, aprovechando a fondo su mayor derechización, expresado en el paquetazo neoliberal decretado por Dilma Roussef, y además la implosión de la corruptela estatal (escándalo PETROBRAS-ODEBRECH-GUTIERREZ ANDRADE) que arropa e involucra a la cúpula del PT, incluida la Presidenta y al propio LULA.

En este choque al parecer opera soterradamente la pugna entre los consorcios y grupos financieros estadounidenses y los propiamente brasileños beneficiados por Lula y los gobiernos del PT, porque ciertamente el cogollo de ese partido derivó de sus originales posiciones socialistas revolucionarias a administrar el capitalismo imperialista de esa potencia emergente; aprovechando el boom de sus exportaciones a China, Rusia e India, que le permitió concederles las más altas ganancias de la historia reciente al gran capital al tiempo de implementar una vasta política social fundamentalmente asistencialista y, en consecuencia, de frágil impacto a largo plazo.

CAUSAS FUNDAMENTALES DE LA RECUPERACIÓN DE LAS DERECHAS

Una larga coexistencia de los originales y diversos gobiernos alternativos al neoliberalismo con el poder multifacético del capitalismo privado, combinado con corrupción de alto vuelo y reproducción de electoralismo junto a los métodos tradicionales de la derechas, ha terminado en no pocos casos erosionando su popularidad y afectando su legitimidad a favor de la recuperación de las derechas, en tanto gran parte de las izquierdas se ha subordinado al predominio del reformismo.

En el despliegue dialéctico de la contradicción reformas-revolución, el reformismo ha afectado procesos reformadores e incluso algunos con vocación transformadora o revolucionaria; y el desarrollo de la contracción revolución-contrarrevolución, esta última ha ganado mucho terreno por la falta de determinación en liderazgos y fuerzas conductoras predominantes de profundizar los procesos en dirección a los cambios estructurales anticapitalistas y a la socialización de la propiedad, la producción y los poderes establecidos.

Y es que cuando los actores de los procesos impugnadores de los regímenes neoliberales no se deciden por nuevas y verdaderas revoluciones, por el desmonte progresivo de las relaciones y hegemonías capitalista-imperialistas en decadencia, finalmente quedan entrampados en sus redes y opciones; las cuales comienzan a operar introduciendo un neoliberalismo blando dentro de la social-democratización y terminan restaurando un neoliberalismo duro y cruel.

El caso de Argentina, consumado el golpe electoral de extrema derecha, es sencillamente dramático; mientras Brasil muestra riesgos parecidos.

El venezolano, en otro contexto y posiblemente con confrontaciones más masivas y violentas, podría ser aún más drámatico si las derechas y el imperialismo completan el retroceso por la vía que fuere.

Y estas lecciones son para que también el Ecuador de Correa y la Bolivia de Eva pongan sus barbas en remojo y se dispongan a erradicar las fallas y deformaciones, y a radicalizar las transformaciones.

EL COMBATE CONTINÚA

Pero la pelea sigue.

El capitalismo no tiene todavía otras respuestas a sus crisis que no sea finalmente más neoliberalismo, lo que vuelve atizar las resistencias y los contra-ataques populares. Y en ese sentido algo de gran envergadura –repito- puede olerse en Venezuela si se completa el asalto al poder por las derechas. En ambos sentidos: en la dureza de las derechas y en la radicalidad del chavismo revolucionario.

Porque la radicalidad presente en las bases populares de los procesos progresistas y/o transformadores no necesariamente se revierte cambiando para peor los gobiernos. Incluso no es descartable a corto o a mediano plazo el efecto boomerag. Esto sin negar las frustraciones, retrasos y confusiones que esos retrocesos y renegaciones, en sus complejas dialécticas, podrían generan.

La ola transformadora evidentemente declina a nivel del posicionamiento de los Estados y gobiernos, pero no necesariamente desde los pueblos; sobre todo cuando la crisis de decadencia del capitalismo no cesa de agudizarse y de caotizar las sociedades, cuando se lanza sobre ellos la traumática ofensiva neoliberal legitimada efímeramente por la degradación y moderación de los procesos de cambio de corte terceristas.

La dificultad que implican esos virajes a favor de EEUU y las derechas no deberían ser minimizados. Merecen sí ser enfrentados con firmeza y optimismo junto a sus desgarradores efectos; detectando las posibilidades de contra-ofensiva desde los pueblos y redoblando los esfuerzos por construir nuevas vanguardias y liderazgos político- sociales consecuentes, como garantía de los avances sin retornos.

¿COLOMBIA…RUTA DE PAZ?

Por otra parte, el avance de los acuerdos para la paz en Colombia, otro escenario de la lucha de clase y de la pelea por la soberanía, merece un seguimiento especial de nuestra parte.

Ellos podrían provocar cambios no despreciables en la dinámica de la política colombiana, crear nuevas coyunturas y nuevas exigencias estratégicas que logren impactar la realidad continental y mundial en dirección positiva o negativa, dependiendo del tipo de variaciones que produzca en las correlaciones de fuerza y de poder.

Es obvio que las FARC-EP apuestan a preservar su histórico acumulado insurgente, su capacidad de respuesta y permanencia en todos los terrenos y en el curso de la confrontación política no armada que se avecina, hasta tanto este garantizado el no retorno a la guerra sucia ejercida desde el poder establecido; mientras amplían y multiplican su influencia e inserción social para una transición con garantías de transformaciones democráticas profundas y cambios a futuro próximo en los sujetos que controlan tanto el poder temporal que emana del sufragio como el permanente que opera de facto.

La ampliación de los plazos de las negociaciones ayuda a esos propósitos, mientras las propuestas de las zonas de paz de las FARC van al meollo del problema.

El tema venezolano y el colombiano, por demás, tienen una estrecha interacción, sin que todavía puedan hacerse predicciones categóricas respecto a lo que pueda ocurrir en ambos lados de esa frontera neurálgica en este mundo convulso.