La estrategia global estuvo presente en la visita del presidente norteamericano. Hubo anuncios de provisión de capitales privados y muchas incógnitas.
El periplo de Barack Obama por Cuba y Argentina estuvo diseñado para llenar un par de objetivos claros. Uno, el del viaje a Cuba, fue reverdecer los marchitos laureles de pacificador y progresista con los que el presidente norteamericano se adornaba antes de asumir el cargo. El segundo –pero no el menos importante- fue establecer contacto con el primero de los países que abandonó el curso populista que distinguió a los principales gobiernos de América del Sur desde principios del siglo para acá.
La visita a Cuba representó un hito espectacular, dirigido a llamar la atención acerca del nuevo trato que Obama propone para con la isla durante tanto tiempo ahogada por un bloqueo que, sin embargo, todavía no cesa. La llegada a la Argentina quizá haya sido menos ostentosa, pero tal vez sea la más importante, por la definida señal que proporciona acerca de la naturaleza de los vínculos que Estados Unidos tiene pensado establecer con esta parte del continente y que están referidos a una actualización de las políticas del ALCA, hoy disimuladas con el nombre de Alianza del Pacífico. La Alianza fungió de antesala a la inclusión de los países incluidos en ella –México, Colombia, Perú y Chile- al Acuerdo Transpacífico, que incluye a 11 naciones y que tiene un definido rol de contención respecto a la expansión de la influencia china en el sudeste de Asia y en América latina.
En este plano de consideraciones, ¿es casual el hundimiento de un barco chino, que estaba pescando ilegalmente en aguas argentinas, por una nave de la Prefectura? Nuestro país no se ha distinguido por tener procedimientos severos frente a esos pesqueros de altura, en buena medida porque no cuenta con las unidades necesarias para aplicarlos. Llama la atención ese rapto soberanista de la señora Patricia Bullrich, quien ordenó la operación. No vamos a cuestionar el rigor que nuestras raquíticas fuerzas armadas pueden desplegar para contrarrestar la depredación de nuestra fauna ictícola, pero es curioso que este episodio coincida con la visita de Obama y con la paralización de los importantísimos emprendimientos que nuestro país estaba realizando con aportes chinos en la Patagonia, paralización decidida por el actual gobierno. China, además de invertir sumas cuantiosas y aportar asesoría técnica para macroemprendimientos estratégicos en el país, es, todavía, nuestro segundo socio comercial después de Brasil, y es también el principal comprador de nuestros productos agrícolas y uno de nuestros socios financieros e inversionistas más importantes.
En este momento para Washington los objetivos en nuestra región son básicamente tres: recuperar el control de Brasil, alejándolo del BRICS; extirpar al chavismo de Venezuela y ampliar y dar carácter definitivo a la Alianza del Pacífico, hacia la cual deberían ir derivando los países del Cono Sur. El apoyo del gobierno argentino a estas opciones es importante para Estados Unidos. En Brasil la ofensiva contra el PT y sus figuras señeras, Dilma y Lula, está en su apogeo y un golpe de estado parlamentario aparece a la vuelta de la esquina. Su objetivo es poner personeros del “mercado” y las finanzas en el gobierno, y licuar el Mercosur. En Venezuela la oposición cada tanto se lanza a la calle y domina ya el Congreso. La fuerza de choque, la masa crítica de esas pulsiones destituyentes son nutridos sectores de la clase media –los mismos que, con características más moderadas, dieron el triunfo a Macri en irreprochables elecciones democráticas.
No es mi pretensión descalificar a este importante sector de la opinión, pero se tiene la sensación de que muchos de sus integrantes se dejaron llevar por la irritación que les causaban los desplantes y los errores de comunicación del anterior gobierno, sin fijarse en lo que efectivamente existía detrás de las fuerzas que propiciaban su cambio. Y, por supuesto, a ello contribuyó también cierta ligereza perceptible en los sectores medios cuando de juzgar a la política y a los políticos se trata, ligereza propiciada por la trama mediática, que conspira incansablemente para lavar el cerebro del público y fomentar una vulgaridad intelectual que arraiga en un clasismo y un racismo a medias consciente, que se eriza ante el espectáculo del pobrerío que consume e invade los espacios que ese núcleo presume son sólo suyos.
La ilusión mediática exacerba el cholulismo que cupo observar durante la visita del presidente norteamericano. No es la primera vez que esto sucede: basta visitar una hemeroteca y leer los números de una revista tan prestigiosa como “Caras y Caretas” en ocasión de las visitas que el príncipe de Gales hizo a estas tierras para observar la continuidad de una admiración babeante. Esta se ha transferido hoy de Inglaterra a Estados Unidos, pero su contenido es el mismo: el éxtasis ante los rasgos de comportamiento humano y democrático que hacen parecer cotidianos y amigables a los representantes del poder. O del superpoder, como en este caso. Y así menudean las observaciones que van del reloj que lleva Obama o sus aptitudes para bailar el tango, a la vestimenta de su esposa Michelle[i], distrayendo de las “efectividades conducentes” que hay detrás de la gira.
Hablando de estas, están referidas a unas inversiones anunciadas por empresarios privados de Estados Unidos, que rondarían los 16.000 millones de dólares en varios años. Buena cifra, pero habrá que ver si se concreta y sobre todo, por cual vía se canalizan. Y cuál es el precio que el país habrá de pagar por ellas en el campo de las relaciones internacionales. ¿Esos montos se acoplarán con las inversiones chinas buscadas por el gobierno del FpV como expedientes para concretar megaestructuras necesarias para la provisión de energía y la conectividad ferroviaria y caminera, o se abocarán a inversiones puntuales en sectores que prometen un rédito rápido? ¿Qué pasará con el Plan Belgrano, caballito de batalla del PRO destinado a desarrollar el noroeste del país? ¿Estará dedicado a la promoción de las industrias extractivas sin valor agregado, tan solo? ¿Y qué papel jugará ese proyecto en la buscada gravitación argentina hacia la Alianza del Pacífico?
Son preguntas sin respuesta todavía. Pero conviene recordar que todos estos interrogantes estarán atados a la evolución del nivel de vida de las masas. Un ajuste como el que ya se está implementando y que personeros del gobierno señalan que es apenas un principio, podría generar una conflictividad social que diera al traste con toda esta ingeniería. Se verá.
Nota
[i] A quién, dicho sea de paso, sus asesores le hicieron incurrir en la ligereza de olvidar, cuando habló elocuentemente sobre el rol de la mujer en la política, a Evita y a Cristina Kirchner (protagonistas centrales del quehacer político de este país, se piense lo que se quiera de ellas) destacando en su lugar a las figuras de María Eugenia Vidal y Gabriela Michetti, quienes tienen todavía todo por demostrar.
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