La prensa decadente del mundo ha difundido la noticia del encuentro entre el Papa Francisco y Mauricio Macri de con una manera falaz y distorsionando la realidad. Se ha dicho que el recibimiento fue «frío», que el Papa estuvo «serio todo el tiempo», que la «reunión duró apenas 22 minutos». Yo creo que no fue tan frío como para no calentar aún más la fiebre antipopular de Macri; ni tan serio como para no «bendecir» la obra de su discípulo; ni tan corto de tiempo como para no alentar en el enemigo público de los argentinos continuar con la avanzada sionista imperial en Sud América junto a Colombia, Perú, Chile, Uruguay, Paraguay.

Lo que cuenta es el hecho. Lo recibió. Y para que no quepa duda alguna de su sentido y significado Francisco dijo: «la reunión fue muy buena».

Igual que en México donde no tuvo una sola palabra sobre los asesinados de Ayotzinapa y se negó a entrevistarse con sus deudos, esta vez «el Papa de los pobres» tampoco dijo algo sobre el criminal encarcelamiento y tortura de Milagro Sala; sobre los más de 70 mil despedidos; sobre el «Protocolo Macri» que criminaliza toda protesta social y el ejercicio libre del periodismo; sobre el pago -con el dinero de todos los argentinos- a las mafias de los fondos buitre.

No podía ser de otro modo. Macri, igual masón y sionista que el Papa, tiene de éste todo su aval y su «perdón». El sentido y significado del encuentro no puede ser otro: En esta hora de recuperación de la hegemonía sionista imperial sobre el mundo lo que cuenta es el exterminio de «los malos» y la unidad de las iglesias y de los gobiernos sionistas en la obediencia absoluta al Papa.

Los «buenos» no son Maduro, ni Morales, ni Correa, ni Cristina, ni Lula, ni Vilma Rousseff. Hay que acabar con estos, y con sus pueblos; con Cuba, con el Alba, con la CELAC, con UNASUR, con Mercosur. Hay que borrar de la memoria colectiva los nombres de Hugo Chávez, de Néstor Kirshner.

Y más allá, de América latina, hay que destruir el BRICS, la Cooperación de Shangai. Hay que profundizar la crisis energética para volver a tomar el control de los precios y los mercados; hay que fortalecer el dólar para hundir el Yuan, el Sucre y cualquier otra moneda que atente contra el patrón dólar; hay que hacer estallar una nueva crisis financiera que permita a la banca internacional (FMI, BM, BID, USAID) seguir fabricando y financiando presidentes; fortaleciendo aún más la banca privada mafiosa y especulativa para que, juntos, continúen imponiendo la financiarización de las economías del mundo y la neocolonización; hay que continuar con la «guerra santa» en Oriente Medio para el extermino étnico de los «malos».

En suma, hay que acabar con todo lo que insinúe multipolaridad y pretenda erigirse como anti-hegemónico. Hoy más que nunca hay que volver a la unidad judeo-cristiana para poder cumplir con el mandato de la Iglesia global, de la economía global, del poder único sionista y universal.

En este contexto, recibiendo a Macri, el Papa no hizo otra cosa que avalar ante los ojos del mundo al «discípulo» que sigue al pie de la letra lo que él trasunta en sus «misas campales» durante sus «visitas pastorales»: exterminar pueblos y razas. Asesinarlos, masacrarlos, quemarlos, degollarlos, desaparecerlos. Tal como lo imponen los Libros Sagrados en relación con los «gentiles».