Nicolás Oliva
CELAG
 

El petróleo es todavía crucial para la economía ecuatoriana. Sin soberanía monetaria, el precio del petróleo era la “máquina” de dólares que permitía a Ecuador mantener el ciclo ascendente. La caída de los precios significó que uno de los motores de la economía se apague y obligó a sortear la crisis con un sólo motor: la política fiscal. Sin embargo, hay que estar conscientes que la política fiscal es tan sólo un componente del régimen monetario, es decir, la política fiscal es efectiva junto con una política monetaria expansiva. En otras palabras, Ecuador se enfrenta a las conocidas trampas fiscales, donde la política fiscal queda neutralizada cuando la política monetaria entra en crisis.

Ante esta situación es fundamental garantizar los macro equilibrios, en especial el sector externo. Al no controlar el tipo de cambio no se puede evitar la pérdida constante de reservas, producto de un déficit comercial estructural, herencia de la economía rentista importadora. La restricción a las importaciones debe seguir siendo una política fundamental para reducir la ansiedad de las élites importadoras de inundar el mercado doméstico con productos importados y también frenar una cultura de consumo importado forjada en los años 70. Dado que el sistema económico mantiene su metabolismo en el rentismo importador, la restricción a las importaciones junto con la desaceleración del gasto público presionan para que aumente el desempleo. Esta es una realidad en el año 2016. Al mes de diciembre de 2015 el desempleo registró un valor de 4,77%, mayor al valor de 3.80% reportado en diciembre de 2014. Se espera que se pierda más empleo cuando la cifra oficial de desempleo del primer trimestre 2016 se publique en abril.

En este contexto la política económica se enfrenta a una dicotomía dolorosa: preservar la dolarización con un aumento del desempleo. Es dolorosa e inevitable en un contexto de nula política monetaria y limitada política fiscal. De acuerdo a la proforma presupuestaria 2016 el déficit fiscal global (ingresos y gastos totales) ascendería a 2.5% del PIB. Es crucial poder cumplir la proforma; el incumplimiento de los supuestos presupuestarios pone en riesgo los macro equilibrios y empujará la actividad económica hacia la recesión. Los ingresos fiscales son dependientes de ciclo económico porque epistemológicamente los sistemas tributarios se han construido de esa forma: el Estado se garantiza sobre los flujos de ingresos y consumo de la actividad económica. Durante el auge, el Estado tiene recursos excedentarios (gracias al IVA y al impuesto a la renta) mientras que en recesión la política fiscal queda neutralizada arrastrando a la economía a una espiral de déficit y recesión.

Ante la ausencia de soberanía monetaria un nuevo sistema tributario debe nacer como alternativa al capitalismo vigente. No olvidemos que el sistema capitalista es por naturaleza un sistema de flujos y stocks. Entonces ¿por qué el Estado sólo se financia a través de flujos (ingreso, consumo, contaminación)? Este arreglo institucional no es más que una restricción normativa que ha convencido hasta los más confesos heterodoxos: la riqueza no debe ser perturbada sin importar su naturaleza o dimensión. ¿Es la riqueza extrema creadora o depredadora de la prosperidad económica? A nivel mundial cada vez existen evidencias que demuestran que la riqueza de los súper ricos atenta contra los valores de la meritocracia y de eficiencia del sistema capitalista. Por lo tanto, una solución estructural demanda una reforma fiscal que grave la riqueza acumulada, es decir, al gran patrimonio improductivo. Si estos recursos, producto de años de acumulación de riqueza en las clases altas, son canalizados hacia el torrente económico se podrá reactivar la economía y preservar los macro equilibrios. Este debate, recurrente en Europa, debe ser parte del plan heterodoxo ante la ausencia de política monetaria. El costo político de un impuesto de este tipo debe ser puesto en perspectiva con el costo político de una crisis económica generalizada por una disminución del gasto público. En una recesión siempre hay perdedores, la cuestión es quién: los pobres al llevarlos al desempleo producto de la reducción del gasto público o los ricos con un aporte extraordinario para superar la crisis.

También es importante considerar que la deuda pública ecuatoriana alcanzó el 33% del PIB en el año 2015. Según cifras de CEPAL, este valor está por debajo del promedio de América Latina (35%) y países como Brasil (66%), Honduras (45%), el Salvador (44,7%) o Argentina (43%). Los techos de la deuda son condiciones auto impuestas que el pensamiento hegemónico ha posicionado con éxito para cuidar a la élite financiera mundial y detonar el desastre social de América Latina en los años 80 y en la periferia europea desde el año 2008. Sin embargo, hay que tomar en cuenta dos aspectos: (I) cuando la deuda es contraída en moneda nacional no deberían existir problemas porque los gobiernos no pueden caer en default de una deuda en la misma moneda que emiten. Sin embargo, Ecuador se está endeudando en divisa extranjera lo cual imprime fragilidad al sistema; (II) los niveles de deuda deben ser analizados en relación a la capacidad de generación de ingresos permanentes: la presión tributaria del Gobierno Central. Esta es la razón adicional para consolidar el sistema tributario, dejando a un lado las recetas neoliberales y disputar verdaderamente la tasa de ganancia de las élites y el capital acumulado que mantienen.

La dificultad para preservar estos macro equilibrios con un sólo instrumento -motor- sin duda es el reto en un año pre-electoral en el cual se disputa nada menos que el Estado social para las grandes mayorías. La derecha está aprovechando la situación para resucitar al neoliberalismo y culpar al gasto público de la situación económica. Así, al dinamitar la confianza ciudadana en el Estado busca restituir las tasas de ganancia oligopólicas y rentistas en perjuicio de las grandes mayorías de trabajadores y consumidores. En esta cruzada los grandes medios de comunicación han desplegado toda la maquinaria comunicacional para interpelar al Estado por su actuación.

Durante el auge económico el sector empresarial se enriqueció parasitariamente del Estado mientras que en momentos difíciles el sector privado, cómo el camaleón, se convierte en víctima de la “imprudencia” del Estado. Cabe preguntarse ¿quién tenía la responsabilidad de cambiar la matriz productiva para superar el déficit comercial? ¿dónde están las altas ganancia del sector empresarial obtenidas en 8 años que podrían canalizarse a la inversión?. Hay cosas que no están presentes en la discusión: la impúdica tasa de ganancia de los grandes capitales y su negación a disminuirla para preservar el empleo.

Fuente: http://www.celag.org/ecuador-volando-con-un-solo-motor-por-nicolas-oliva/