Nadie puede ocultar que la Revolución Bolivariana ha sido objeto de la más despiadada conjura nacional e internacional dirigida por Estados Unidos que busca derrocarla y someter nuevamente al país a los mismos agentes políticos «nacionales» que antes se habían beneficiado de las riquezas del pueblo, la renta petrolera, sirviendo con fidelidad durante décadas al proyecto neocolonial estadounidense en éstas tierras.

 

 

Son innumerables los elementos que podemos presentar para respaldar nuestra afirmación: el golpe de Estado contra el Presidente Hugo Chávez auspiciado por Estados Unidos en 2002, el paro petrolero de 2002-2003, el financiamiento a grupos desestabilizadores y calumniadores de oficio a través de instituciones fachadas de la Central de Inteligencia Norteamericana (CIA) como las agencias NED (The National Endowment for Democracy) y la USAID (United States Agency for International Development), el envío de sicarios y mercenarios colombianos en 2004 y durante los episodios de «La Salida» en 2014, la guerra mediática de las corporaciones internacionales en función de generar mala imagen de Venezuela, los intentos de aislamiento del país de los espacios multilaterales, la promoción de conflictos con países vecinos como Colombia, la guerra económica, el bloqueo de las fuentes de financiamiento exterior, entre otros. La lista es demasiado larga.

 

 

En los últimos tres años, luego de la desaparición física del Comandante Chávez, el agresor imperialista y sus cipayos nacionales han arreciado con acciones desestabilizadoras en su afán de derrocar la Revolución Bolivariana, a costa de lo que sea.

 

 

Tras la victoria revolucionaria del Presidente Nicolas Maduro en 2013, Estados Unidos procedió ha tildar de «ilegítimo» los resultados electorales, promoviendo así una guerra civil en Venezuela. Paralelo a ello, junto a sus agentes económicos nacionales profundizaron la guerra económica que habían iniciado años atrás pero sin mucho éxito, tal como lo expresan en el Manual de Guerra No Convencional, a objeto de golpear los estándares vida civiles y económicos del pueblo para promover una insurrección popular contra el gobierno a derrocar. Seguidamente, en 2014, intentaron un nuevo «golpe suave» a través de acciones terroristas dosificadas y asesinatos selectivos por mercenarios traídos de Colombia y personas disociadas de las clase media convertidas en verdugos por las corporaciones mediáticas y las redes sociales. El 2015 se desmonta un nuevo golpe de Estado y las patrañas internacionales, pero el ataque de las mismas se volvía más intenso. El Presidente de la nación más poderosa del mundo en materia militar aprueba un Decreto contra Venezuela declarándola como «una amenaza inusual y extraordinaria» para su Seguridad Nacional, que a fin de cuentas le da carta blanca al Gobierno estadounidense y al Departamento del Tesoro de ese país para actuar contra las empresas del Estado venezolano, sus cuentas bancarias, y contra varios dirigentes del gobierno. Además, ese mismo año se agudizaba la Guerra Económica que ya venía aplicándose desde el 2013 y antes.

 

 

La guerra económica que tuvo inicio en tiempos del Comandante Chávez (1999-2013) sin mucho éxito, esta vez ha tenido un nuevo impulso gracias a la manipulación de los valores del precio de petróleo que lidera el imperialismo estadounidense por medio de la explotación del petróleo de esquisto fuera de toda lógica mercantilista (puesto que la explotación de esos crudos necesita de altos precios del petróleo para ser rentable), y la sobre facturación de los productos de primera necesidad (alimentos y medicinas) adquiridos en el exterior, que unido a la condición chupasangre de la oligarquía venezolana, quienes no vacilan en robar cada vez que pueden y especular para agrandar sus riquezas, así como por la falta de controles del Estado burgués y corrupto que la revolución heredó y no ha podido transformar.

 

 

La ofensiva revolucionaria, calificada por algunos como tímida y/o «conciliadora», ha tenido un efecto subjetivo esperanzador para el pueblo en general. La activación de 14 motores económicos que aborda cada una de las áreas productivas fundamentales, y las medidas cambiarias, están dando soluciones a los problemas más urgentes de la producción y distribución de alimentos y medicinas que necesita el pueblo. ¿De qué otra manera puede explicarse los temores despertados en la derecha venezolana que ve perder su capital político alcanzado el 6 de diciembre de 2015 gracias a la demagogia y la mentira?

 

 

El imperialismo y sus agentes políticos han activado la II Etapa de la guerra económica y política no convencional (guerra no declarada) contra Venezuela antes de que sea demasiado tarde.

 

 

El 8 de marzo de 2016, cuando ya había transcurrido un año de aquel mes de abril en que Obama fuese derrotado en la Cumbre de las Américas en Panamá y reconociera públicamente que «no consideraba a Venezuela como una verdadera amenaza para su país», ratificó nuevamente la misma orden ejecutiva [1], que más allá de ser una simple «calificación» política, vuelve a dar luz verde para el inicio de nuevas acciones de desestabilización interna y directa por parte de Estados Unidos, por cuanto es la forma de poder aplicar mayores medidas coercitivas contra la Nación, atentando contra la importación de medicinas y alimentos, entre otros productos sensibles para el pueblo.

 

 

El Decreto de Estados Unidos contra Venezuela no solo es violatorio del Derecho Internacional Público, del principio del respeto entre las naciones, de soberanía nacional, de la independencia e integridad territorial, de la no injerencia en los asuntos internos, del deber de todas las naciones de abstenerse a recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza, sino también es una clara violación a todo principio de convivencia internacional, y busca justificar una agresión directa al pueblo venezolano, atentando contra su derecho a la vida, al bienestar, a la paz, a la estabilidad y desarrollo social y político de la población, contra el sistema democrático nacional, etc. En otras palabras, Estados Unidos pretende justificar una intervención militar estadounidense en nombre de la libertad y los derechos humanos del pueblo venezolan. Campañas de bombardeos humanitarios como en Irak y Libia. No por casualidad, el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, John Kelly, advirtió en octubre pasado que estaban preparado para intervenir en Venezuela si las condiciones lo ameritaba [2]

 

 

Hoy en día todas estas violaciones son las armas que utiliza el sistema expoliador estadounidense, quien no desiste en castigar a las naciones que practican la independencia y la soberanía como medio para la distribución de las riquezas, la justicia y desarrollo.

 

 

 

No podrán intimidar a los hijos de Bolívar y Chávez

 

 

 

Grandes hombres y mujeres conocieron la historia de nuestras tierras y otras muy lejanas en éste y el pasado siglo. Nobles hombres y mujeres que distinguían por su inteligencia y verbos cuyos corazones ardian con la llamarada sagrada de la justicia. Seres que lucharon por ideas justas, de redención y se convirtieron en admirables, gigantes y padres de nuestros pueblos. Así lo fueron el Libertador Simón Bolívar, el Comandante Hugo Chávez, el líder egipcio Gamal Abdel Nasser, el argelino Houri Boumediane, el congoleño Patricio Lumumba, el burkines Thomas Sankara, el gigante ruso Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), la rosa roja alemana Rosa Luxemburgo y muchos otros líderes que recogieron el sentimiento de justicia y libertad para los pueblos.

 

 

Sus vidas fueron como un relámpago que iluminaron la oscura y tempestuosa noche de la ignominia del sistema explotador. Vidas que enfrentaron las tempestades políticas de sus tiempos y espacio junto a sus pueblos; que encendieron con sus propias llamas sagradas los corazones de sus pueblos, y prendieron con sus chispas las praderas llenas de maleza secas, tristes, amarillas y tomaron el cielo por asalto.

 

Por distintas y muy extrañas situaciones, los gigantes perdieron sus vidas dejando huérfanos a sus pueblos. Ninguno de ellos vivieron lo suficiente como para alcanzar a ver la obra de sus vidas y sueños de justicia y humanidad cumplida e irreversible.

Algunas de aquellas grandes obras se perdieron por el momento. La Revolución Bolchevique fue traicionada y destruida por bastardos indignos.

Sin embargo, la Revolución Bolivariana se mantiene en marcha con el esfuerzo de los hijos de Chávez, pero hoy enfrenta nuevas y duras tempestades. El imperialismo acecha e intenta justificar nuevamente sus planes intervencionista contra el país con la ratificación de la orden ejecutiva que señala a Venezuela como «una amenaza inusual y extraordinaria para la Seguridad Nacional de Estados Unidos». Con arrogancia burlona, nos muestra la triste y dolorosa suerte de los gobiernos y pueblos de Siria, Irak y Libia que se atrevieron a desafiarlo, como pretendiendo intimidar al gobierno y pueblo venezolano, diciéndonos que podríamos correr la misma suerte. Pero se equivoca el imperialismo. La historia es indetenible. Somos los hijos de Bolívar y Chávez. Nunca podrán intimidarnos.

 

 

 

Fuentes:

 

 

 

 

[1] Barack Hussein Obama ratifica orden ejecutiva contra Venezuela.

 

http://www.telesurtv.net/bloggers/Obama-renueva-amenaza-contra-Venezuela-20160308-0001.html

 

[2] Amenaza del Jefe del Comando Sur de Estados Unidos, John Kelly.

 

http://www.telesurtv.net/bloggers/El-Comando-Sur-amenaza-Venezuela-responde-20151030-0001.html