Sabemos que los grandes desafíos a los que se enfrentan la Unión Europea y sus países miembros tienen que ver con la sostenibilidad, la salud y la equidad, y sabemos también que todos ellos están íntimamente relacionados con nuestro sistema alimentario. Cada vez hay más consenso no solo en movimientos sociales, sino en las propias instituciones internacionales como la FAO, que necesitamos transformar el actual modelo industrial y kilométrico a uno basado en sistemas alimentarios locales y que apuesten por una agricultura ecológica y de pequeña escala.
Pero para que estos sistemas tengan lugar, es necesario la existencia de un actor básico e ineludible, aunque la industria y multinacionales lo nieguen. Necesitamos del campesinado y, si esto no es posible, tampoco será posible una alternativa a este modelo actual que es la causa de enormes problemas en cuanto a la salud alimentaria, cambio climático, derecho a la alimentación , etc.
Lamentablemente una cosa son los discursos institucionales y de nuestros políticos, y otra cosa bien distinta es la realidad. Una realidad que arroja datos dramáticos y que se pueden comprobar en la última encuesta sobre la estructura agrícola de la UE a finales de año. Esta encuesta certifica que entre 2003 y 2013, más de una cuarta parte de todas las explotaciones de la UE desapareció mientras que la superficie media por explotación agrícola aumentó en un 38%. En 2013, había 10,8 millones de explotaciones agrícolas de la UE, que trabajan 174,6 millones de hectáreas de tierra (la superficie agrícola utilizada). Dado que la superficie dedicada a la agricultura se mantuvo casi estable durante el período 2003-2013, la disminución en el número de explotaciones significa un aumento significativo de concentración agraria. El número total de las explotaciones en la UE se ha desplomado en más de cuatro millones de explotaciones desde el año 2003, un descenso del 27,5% en tan sólo una década. El número de explotaciones disminuyó en todos los Estados miembros de la UE, con excepción de Irlanda (+ 2,9%). En España la caída es del 13, 4%. Aquí hay que recordar que el porcentaje de población activa dedicada al sector primario en España es tan solo del 3%.
El último ejemplo lo tenemos en la situación creada en el sector lechero tras la última reforma de la Política Agraria Común (PAC) que ha determinado el desmantelamiento del instrumento de cuotas de producción llevando a los pequeños ganaderos y ganaderas a una situación imposible. En este momento según el informe realizado por COAG sobre la situación del sector lechero, en España se pierde cada mes 65 explotaciones de ganadería láctea. La caída de un 20% del precio de la leche obliga a echar el cierre a 1.544 productores en los últimos dos años y reduce la cifra total a 16.490.
Dramáticos son también los datos concernientes a relevo generacional, donde vemos que en 2013, casi uno de cada tres productores de la UE tenían una edad superior a 65 años. En España el dato también es de tres.
Esta progresiva y dramática eliminación del campesinado de nuestros países ha sido el triste resultado de décadas de Política Agraria Comunitaria, que consume cada año el 40% del presupuesto de la Unión Europea y que obviamente ha tenido otros objetivos muy distintos de la defensa del modelo de agricultura y ganadería familiar.
Con estos datos ya hace tiempo que deberían haber sonado todas las alarmas. ¿Quién va alimentarnos? ¿Quién va a mantener el empleo en nuestras comarcas? ¿Quién va a mantener el medio ambiente y el territorio? ¿Quién va a mantener nuestros pueblos y su cultura?
Sin embargo nada de esto ha pasado, las grandes multinacionales siguen empujando por una agricultura en pocas manos, en sus manos, dicho de otra forma. Una agricultura sin agricultores, si acaso algunos pocos asalariados. Una agricultura que maximice su beneficio y externalice sus costes sociales, sanitarios y medioambientales.
Es urgente reflexionar y llevar al debate público el rol del campesinado y abordar consecuentemente un cambio radical de las actuales políticas en las que las grandes corporaciones no estén en el centro del interés, sino por el contrario, en la defensa y aumento del campesinado en Europa.
Javier Guzmán, director de VSF Justicia Alimentaria Global