Jesús Silva R.
La Real Academia Española define al esquirol como una persona que se presta a ocupar el puesto de un trabajador revolucionario o sindicalista. Pero también hay los que conspiran, maniobran, mienten y simulan a fin de provocar el despido de sus compañeros de trabajo que están en huelga (y de los que no lo están), sólo con el propósito de usurpar su lugar y así cobrar dos o más sueldos. Se trata pues de un comportamiento animal heredado de ancestros primitivos que vivieron bajo el esclavismo y otras formas de tiranía, cuya comunidad acumuló hambre atrasada que siglos después le fue traspasada a sus descendientes en la postmodernidad (Siglo XX).
Es ese pasado de torturas, azotes, guerras fratricidas, traición entre parientes, hambruna e inmensas privaciones materiales y espirituales es lo que explica la conducta insidiosa y lambucia de estos diabólicos enemigos de la especie humana. Su ausencia total de solidaridad humana y ética para la cohabitación no es casualidad, sino resultado de una cadena histórica originada por consecutivos regímenes de explotación.
Al examinar el devenir de la sociedad, vemos que existen básicamente dos concepciones respecto al Estado, tales son la pequeño burguesa y la progresista. Cada una está definida por la identidad de clase (dueño o asalariado) que el individuo posea frente al universo social. Los humanistas estaremos siempre con los trabajadores, pero los individuos sin filosofía afianzada siempre se venden al mejor postor.
Adentrándonos a la revisión de la concepción pequeño burguesa, vemos al que se cree propietario de algo, pero en verdad no tiene nada, a excepción de su propia fuerza humana de trabajo (vendida a cambio de un salario) y detectamos que existen reyezuelos embriagados de falso poder, que lejos de ser verdaderos servidores públicos, usufructúan los bienes y prerrogativas del estatus burocrático para su beneficio personal, el de su pandilla o sus parientes. También los hay jubilados del régimen de prebendas que buscan volver a rapiñar antiguos privilegios a como dé lugar.
En ese submundo, séptico por demás, es “natural” la abundancia de la mediocridad, el chisme y los minúsculos espacios de poder son disputados entre esquiroles con las tácticas de la maledicencia, la mezquindad, la difamación, “el quítate tú pa’ ponerme yo” y la perversidad de una competencia totalmente desleal e inclusive delictiva
En efecto, los esquiroles poseen conciencias envidiosas para las que el fin justifica los medios, y para nada les importa saberse incapaces profesionalmente a la hora de conspirar contra el legítimo prestigio que otros detentan por la gracia genuina de sus cristalinas virtudes. Estos engendros fraccionalistas son los enemigos más acérrimos de la clase trabajadora que los ha parido y obstáculo intransigente para el progreso social.
Porque en el plano transparente del talento, el estudio y el esfuerzo, ellos jamás podrían consolidarse; recurren afanosamente al descrédito, la calumnia y la conspiración como ejercicio sistemático y constante contra las nobles virtudes del prójimo. Estas personas son víctimas de las miserias humanas que el mercantilismo inyecta a quienes carecen de formación progresista, vida en comunidad y talento que los dignifique.
El resentimiento social y hambre desmedida por un veloz ascenso socioeconómico los hunde en una supervivencia basada en mediocridad, oportunismo, hostilidad contra sus hermanos de clase pero a la vez hipocresía y grosera adulancia hacia aquellos aventajados que pudieran contratarles. Porque el escenario de la honestidad y de la probidad moral les impide desplegar su corrupción, intentan borrar de la escena, y como sea, a quienes realmente enfrentan el burocratismo y la explotación mercantilista.
Nuestra consecuente defensa del interés popular nos obliga a alertar sobre la peligrosidad de estos esquiroles que destruyen cualquier posibilidad de trabajo en equipo y la creación de obras colectivas en el marco de un ambiente sano. Operando diariamente, a veces en la luz y otras en las sombras, los esquiroles conspiran, no sólo contra el socialismo, sino contra la posibilidad de una convivencia elementalmente fraterna y decorosa en cualquier espacio y tiempo. Necesario es denunciar a estos personajes de intelecto marginal, abrir el debate público y exponerlos al juicio del pueblo.