Todo está bien con mis textos mientras yo no respalde los logros progresistas de los gobiernos latinoamericanos que se unieron al sueño del niño arañero. Todo está bien con mis textos mientras yo guarde silencio ante las injusticias que viven los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. Todo está bien con mis textos mientras yo solape con mi silencio e indolencia las intervenciones estadounidenses en los países en desarrollo. Mientras no cuestione el papel que juegan las masas amorfas en este caldero  de desinformación que nos consume a todos y nos desvincula de un posible despertar como pueblo.

 

Todo está perfectamente bien con mis textos mientras yo desde mi posición de paria no cuestione la falta de integridad de una ultra izquierda latinoamericana que le pega puñaladas por la espalda a todo gobierno que ose luchar por la liberación de sus pueblos. Entiéndase que me refiero con esto a los  gobiernos progresistas.  No todos los de la ultra izquierda entran en el mismo saco, pero a quien le quede el guante que busque la manera de enderezar el camino por el bien de su pueblo.  ¿Para qué lado  estamos pateando? ¿O qué, vamos a ir de autogol en autogol?

 

Y para explicarlo con manzanas, todo está bien con mis textos mientras yo anule de mi léxico, de mis anhelos, de mi agradecimiento   de plebeya los nombres de Fidel, Chávez, Lugo, Lula, Néstor, Maduro, Cristina, Dilma, Evo, Correa y Mujica.

 

Todo está bien mientras guarde silencio y no dé  mi opinión siquiera en los innumerables casos de feminicidios y violencia de género. Mientras no me atreva a cuestionar la misoginia que nos pudre como humanidad desde un patriarcado que nos hace añicos y que seguimos viendo como norma de una sociedad pulcra y cachureca que destila doble moral.

 

Tal vez no debería estar perdiendo el tiempo escribiendo este artículo, debería dejarlo pasar pero no puedo, ya es suficiente. Por escribir de los gobiernos progresistas desde Estados Unidos me han tildado  de mercenaria, aducen que específicamente recibo dinero de Cristina y Dilma para hablar bien de sus gobiernos.

 

A mí no me tienen que preguntar si soy Cristinista pues me brota por los poros. ¿Qué otra cosa podría ser si soy paria? Como paria pienso,  opino, cuestiono, amo. ¿Acaso no se me nota el amor por Cristina? ¿Qué otra cosa podría sentir desde la alcantarilla? ¿Odio, desprecio, envidia? Jamás. Por esos gobernantes solo se puede sentir amor y agradecimiento.  ¿Qué otra cosa se puede sentir por Chávez sino amor? ¿Qué mis artículos se inclinan hacia una postura? Por supuesto, uno no puede ser imparcial ante lo injusto, soy activista y mi voz y mi denuncia siempre estarán del lado del oprimido, siempre estarán con los pueblos y con la alcantarilla. De mí no pidan horchata en lugar de sangre en las venas.  No son gobiernos perfectos, por supuesto, pero no podemos fingir no ver los cambios visibles que le han dado a Latinoamérica. Sino pregúntenle a la oligarquía mundial que los sienten como dolor de úlcera.

 

Aducen que vivo a mis anchas en Estados Unidos gracias al dinero que me envían esos gobiernos. Qué anchas, trabajo de empleada doméstica y quien quiera venir a ayudarme a limpiar  baños es bienvenido, que venga a ver cómo me gano  mi comida a pulmón abierto. ¿Acaso por vivir en Estados Unidos no tengo derecho de expresión? ¿O acaso debo cegarme y hablar maravillas de un sueño americano que no existe y que se utiliza para manipular a las masas mundiales? ¿Acaso debo quedarme callada viendo cómo los medios de comunicación lanzan bombas mediáticas que poralizan el pensamiento crítico de las masas?  ¿No tengo derecho a cuestionar el proceder de la oligarquía latinoamericana para con sus pueblos? ¿No tengo derecho a pensar y a sentir, a estar en desacuerdo? ¿A qué tengo derecho entonces? ¿A guardar silencio?

 

Ni siquiera se debate,  y no viene ningún tipo de  cuestionamiento,  se me censura  y se argumenta que es por mi falta de raciocinio  debido a que soy iletrada y entonces me llaman fanática y mercenaria. ¡Válgame! Y entonces yo pregunto, ¿los parias por iletrados no pensamos, no tenemos materia gris en el cerebro? ¿Somos incapaces de tener un criterio propio? ¿Los parias entonces solo servimos para poner el lomo, guardar silencio y si nos rebelamos a  recibir palo y balas? ¿Solo servimos como comodín para los letrados que a raíz  de las injusticias que vivimos los nadies logran condecoraciones, viajar por el mundo dictando conferencias y la luz pública mundial al atreverse a autonombrarse intelectuales, investigadores  y periodistas destacados?

 

Y nosotros los parias, los pobres que padecemos las miserias de un sistema corrupto y de una sociedad apática,  es mejor que guardemos silencio para no incomodar a nadie. ¿Es eso lo que piden, que nos callemos? ¿Qué la denuncia la hagan quienes sí tienen el soporte de la educación superior?  ¿Quieren que  sigamos poniendo el lomo y que nos traguemos la cólera, la frustración ante tanto abuso? Si  la expresamos nos tachan de resentidos sociales, de idólatras, de ignorantes.  Claro que somos resentidos sociales, porque tenemos venas, corazón, sentimos, respiramos con intensidad y gritamos desde la entraña de un pueblo milenario que sigue resistiendo. Nos quieren sedados, indiferentes, silenciosos, ausentes.

 

Varios medios independientes que justifican su línea editorial en ser de un carácter incondicional a los pueblos, han censurado mis artículos que tienen que ver con violencia de género y progresismo latinoamericano. Ni qué decir de mencionar a Cristina y a Dilma porque la bilis se les vuelve hiel y despotrican contra mi realidad de iletrada. ¿Qué tiene Cristina que los encoleriza tanto? Yo sé, tiene una inteligencia de envidia, un carácter de guerrera ancestral, tiene belleza natural,  y un amor puro hacia los marginados no solo de Argentina sino del mundo. No pudieron con ella como no pudieron tampoco con Evita.  No han podido con Dilma que desde niña ha nadado contra corriente. Vaya mujer para tener resistencia, integridad, fuerza y brío  de favela marginada.  ¿Qué tienen contra Maduro? No les pasa ni con embudo que un piloto de autobús sea el presidente de  mi patria Venezuela. Un paria como presidente, como en Bolivia un indígena ancestral. Las cosas están cambiando y muchos quieren que sigan estancadas para que sean los mismos de siempre los que desde una política  con tintes oligarcas sigan saqueando a la Pachamama nuestra.

 

Yo solo quiero decir que me podrán censurar todos los medios que gusten. Que me podrán seguir acusando de mercenaria las veces que gusten y de plagiar a otros columnistas mis artículos ya que no creen que los iletrados podemos formular un criterio propio,  pero que desde esta alcantarilla donde nací, crecí y vivo seguiré expresando mi opinión.

 

Y para quienes desvaloran mi opinión debido a que vivo en Estados Unidos, solo quiero decirles que las voces de resistencia son necesarias en todos los países del mundo. En todos los rincones habidos y por haber, solo así lograremos cambiar el mundo. Y que todos desde donde estemos viviendo tenemos la obligación humana y moral de no guardar silencio ante la injusticia. Guardar silencio nos convierte en cómplices.

 

Y para terminar quiero decir que no soy ninguna periodista de altos vuelos, ninguna escritora vendedora que encaje en lo de los libros más vendidos, pues soy anti sistema.  No escribo esto para darme aires de mártir.  Soy un ser humano más de los millones que hay en el mundo, soy una paria, una nadie como los miles que viven en las alcantarillas. Pero soy, no aparento. Soy real y desde esta invisibilidad de pueblo marginado por lo menos cuestiono el por qué de la injusticia social, y no, no me gustan las palabras rebuscadas, soy transparente y directa, soy arrabal. Queda una pregunta en el aire, ¿cuál es la finalidad de censurar a los parias e iletrados? ¿Somos peligrosos acaso? ¿Peligrosos para qué, para quienes?¿La libertad de expresión acaso es derecho de unos cuántos debido a su grado de escolaridad y estatus social? 

 

 

 

Ilka Oliva Corado.  @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com

16 de febrero de 2016.

Estados Unidos.

Blog de la autora: Crónicas de una Inquilina