Teodoro Nelson

 

El dinero tiene dos grandes funciones: la de ser expresión del valor de las mercancías y la de servir de medio de circulación de las mercancías. De su segunda función surge una tercera, la de servir como medio de pago.

 

La velocidad de la rotación de las mercancías así como las necesidades de los medios de producción requieren llegado un determinado punto el empleo de medios de pago. Es decir, para la producción de mercancías se necesita de créditos, préstamos, adelantos, etc. Por ejemplo, el obrero adelanta su fuerza de trabajo para cobrar a final de mes, abriendo el crédito al capitalista al prestarle su trabajo (da lo mismo si se cobra por adelantado, pues el trabajo se emplea antes de la transformación del producto).

 

Sin embargo, de esta función específica surge una gran contradicción. Pues como medio de pago el dinero funciona como dinero aritmético, dinero “imaginario” o futurible 1. Sin embargo, al momento del cobro se hace necesaria su función como dinero contante y sonante, como dinero en su forma de expresión de valor. Esta contradicción es el germen de las llamadas crisis del dinero: la contradicción existente entre dinero aritmético (medio de pago/circulación de mercancías) con dinero real (dinero como expresión del valor de las mercancías, como mercancía de intercambio equivalente universal).

 

En el desarrollo histórico de las mercancías vemos que “Las formas particulares del dinero, simple equivalente de mercancías, o medio de circulación, o medio de pago, tesoro y dinero mundial, indican, según el distinto volumen y la primacía relativa de una u otra función, grados muy diversos del proceso social de producción” 2.

 

El absoluto dominio del capital bancario es lo que define a la etapa más desarrollada del capitalismo. Si el proceso común del capital se sitúa en el ciclo D-M-D’ (entrar en el mercado con dinero, comprar mercancía y venderla obteniendo así un beneficio y transformando el dinero en capital, valorizando el valor) en la fase final es el capital bancario hegemónico 3, es decir, el proceso simplificado en D-D’ (dinero que genera plusvalía). La absoluta centralización de la industria y los mercados bajo el capital bancario provoca un desarrollo de la riqueza y un nivel de organización nunca visto antes en la historia, ni siquiera en el capitalismo industrial.

 

Sin embargo, es aquí donde la contradicción que vimos al principio cobra mayor dimensión y sentido. Debido a las crisis de sobreproducción –“estalla la burbuja”– y sobre todo a la imperiosa necesidad de producción de capital y de revolucionar continuamente los medios de producción, el desarrollo del dinero como medio de pago se redimensiona a niveles increíbles.

 

O sea, la necesidad de recapitalización continua, de aumentar los beneficios al mismo tiempo que se mantienen las relaciones sociales capitalistas, provoca que aparezca el “capital ficticio”. Al manejarse todo el proceso económico desde el trono de la banca, es el dinero aritmético el que se alza como verdadero dios del cual el sistema financiero es único vicario.

 

En la circulación normal de las mercancías vemos como es esta forma es la dominante; países enteros se ven sometidos por la deuda, la especulación se convierte en una muleta de las potencias desarrolladas, países enteros se convierten en paraísos fiscales para engrasar el desarrollo de este capital. La resolución de las contradicciones del capitalismo aparece no en la realidad, sino en el dinero imaginario, en la idea de una expresión social abstracta donde se comparan trabajos objetivados.

 

Así, la falta de mercado, de consumo y la velocidad en la rotación de las mercancías se arregla con la mercancía dinero. Eso explica la inmensidad de la masa monetal mundial en comparación con la producción total de mercancías. La propia preocupación por acortar la vida (el valor de uso efectivo) de las mercancías 4 refleja también ese proceso. Como este proceso continúa desarrollándose cada día con más fuerza, cada vez es necesario aumentar el capital ficticio para poder general lo que aún llamaremos “capital”. La burbuja no puede hacer sino crecer, aún cuando ya ha explotado.

 

Dentro de la esfera de circulación de mercancías este proceso se soluciona, permitiendo que los consejos de administración sigan registrando más y más beneficios al mismo tiempo que los mercados se contraen y las mercancías carecen de valor de uso al no ejercer efectivamente en el consumo (por lo tanto su valor es cero) Ingeniería financiera y todo tipo de “engaños” permiten ir parcheando las calderas. La solución ante la devaluación real del dinero es simple: aumentar la masa monetal (el papel moneda) o forzar un valor alto del dinero (como el sostenimiento del valor del dólar vía imposición militar o política) 5.

 

Sin embargo, un proceso se va gestando poco a poco fuera del “ajetreado” intercambio de mercancías. Al final, el proceso se ha convertido en una hidra y nadie puede encontrar a un hércules que asegure poder transformarla en algo más que dinero “imaginado”, beneficios inventados. Estalla la burbuja, y todo el mundo corre, para acto seguido, volver a iniciar la burbuja. Después, claro, de grandes reajustes en el la industria para obtener un mínimo de capital real sobre el que volver a levantar la burbuja.

 

Al final, la imperiosa necesidad de los propios capitalistas les lleva a ejercer la segunda parte de la ecuación: al final, todos abandonan los fantasmas y se dirigen a la alocada búsqueda del dinero “real.” La reiterada contradicción vuelve a aparecer: el dinero aritmético, tan buen engrasante para los beneficios, tiene que volver a enfrentarse al pequeño pero imbatible David del dinero contante y sonante.

 

¿Cómo es esto posible? ¿Cómo es posible que cuando más beneficios se obtenían, cuando más alta era la cuantía de la producción de mercancías, cuando más desarrollado y veloz eran los mercados, se entre en barrena? ¿Por qué no se soluciona adecuadamente esta contradicción, si la producción de plusvalía y la masa de mercancías era mayor que nunca?

 

Evidentemente, la respuesta debemos buscarla más allá de la circulación de mercancías. En un principio, el capitalista obtiene el beneficio de “comprar barato y vender caro”. Pero la plusvalía (no confundir con beneficio) no se obtiene del intercambio simple de mercancías. La sentencia de comprar barato y vender caro no sólo presupone la existencia de un grupo de personas que compran sin vender nada (es decir, que sólo le compran al capitalista sus productos por un precio superior verbi gratia, que están ahí sólo para él) sino que sería lo mismo que afirmar que la plusvalía, el dinero valorizado, se obtiene a través de la estafa, de engañar con el valor de las mercancía a través del aumento nominal del precio. Así exclamaba cínico Benjamin Franklin: “la guerra es un robo, el comercio, una estafa” 6.

 

Si yo robo o consigo estafar a alguien o por cualquier motivo vender más caro y obtengo un beneficio de X, esa X no ha aumentado su valor. Si yo compro un osito de peluche por 3 euros y se lo vendo a mi hermana por 6 euros (¡el negocio es el negocio!) nada ha aumentado su valor: los 6 euros siguen siendo seis y el coste del oso sigue siendo 3. Simplemente ha habido un cambio de manos, dinero y mercancía han pasado de una persona a otra. Mi beneficio de 3 se debe únicamente al intercambio, no ha que se haya generado valor ni más dinero. Equivaldría a afirmar: la riqueza se produce cuando todos nos estafamos entre todos 7. De ser cierto tal cosa, lo que se ganaría vendiendo se perdería comprando.

 

Así pues, la valorización real del propio valor, debe ejercerse al mismo tiempo fuera y dentro de la circulación. Para que las mercancías respalden efectivamente este dinero que ahora es dinero aumentado y no sea simplemente una devaluación o un proceso meramente aritmético, debe existir una mercancía “mágica” cuya habilidad sea la de ser “fuente de valor”.

 

Esta mercancía es el trabajo 8. El capitalista desde su punto de vista sólo ve que “compra” el trabajo al igual que compra cordón y cuero para fabricar zapatos. Pero la fuerza de trabajo no sólo se repone continuamente al consumirse, sino que al hacerlo genera valor. Es la única mercancía capaz de hacer esto.

 

El hecho ineludible del trabajo como creador de valor nos explica las contradicciones, revelando al mismo tiempo la verdadera lucha, escondida en lo más profundo de las relaciones sociales: la contradicción entre el obrero y el capitalista.

 

Paradójicamente, esto se debe al despertar de las poderosísimas fuerzas latentes del trabajo humano y del socialismo, cuyo modo de producción se comienza a vislumbrar con la concentración económica del imperialismo financiero. En la «epidemia de la sobreproducción», causa original de todas las crisis capitalistas, «las fuerzas productivas de que dispone ya no sirven al fomento de las relaciones de propiedad burguesas; por el contrario, se han tornado demasiado poderosas para estas relaciones, y éstas las inhiben; y en cuanto superan esta inhibición, ponen en desorden toda la sociedad burguesa, ponen en peligro la existencia de la propiedad burguesa» 9Como ya hemos visto, el capitalismo supera estas crisis «preparando crisis más extensas y violentas y reduciendo los medios para prevenir las crisis» 10.

 

NOTAS

 

1 De una forma muy simplificada, tú me vendes un oso de peluche y yo te debo 3 euros. Esos 3 euros no son materiales, es dinero supuesto, dinero “imaginado” para que se haga efectivo el intercambio.

2 Karl, Marx. El Capital. Akal, 1976. Pág. 228 (epígrafe 3. Compra y venta de la fuerza de trabajo. Libro I, Tomo I). Este artículo se basa en el capítulo 3 y 4, dese el epígrafe atesoramiento hasta la sección tercera, producción de la plusvalía absoluta.

3 Que el capital bancario o puramente aritmético sea el hegemónico no hace sino mostrarnos que esta es la etapa donde dicha contradicción alcance su punto -o movimiento- crítico.

4 La obsolescencia programada.

5 Hoy día y más aún desde el fin de la convertibilidad del dólar, parece bastante claro que ni el oro ni las mercancías existentes en el imperialismo occidental pueden respaldar todo el dinero y los créditos. El tamaño de la reserva federal y su incapacidad de respuesta se ha convertido en un cuento de terror para economistas. Que el tipo de interés esté, o casi, al 0% demuestra cómo se han dedicado a inventarse el dinero. El ahora aumento de los tipos de interés al 0,25-0,50% solucionará, como vemos, el problema por ahora, creando no obstante una mayor burbuja de deuda. El proceso es siempre el mismo, generando nuevas contradicciones.

6 Op. Cit. 

7 El capital genuinamente comercial, obtenido de comprar por prácticamente nada en los mercados cautivos (o por ejemplo, a los reyes negros cambiando conchas por esclavos) para vender caro en la metrópoli o en otras colonias, el es capital típico de las primeras fases del capitalismo. Es equiparable al capital usurario, o a los botines de guerra. No es, en efecto, capital, en su verdadera expresión capitalista, ni produce verdadero beneficio más allá de su calidad de «robo» o «estafa». Con la decadencia del capitalismo, este método de hacer «botín» reaparece periódicamente bajo varias formas.  

8 Que no trabajo físico. Al ser el trabajo abstracto lo que sirve de igualador de las mercancías, da igual el tipo de trabajo útil empleado. En general, gasto de energía humana: gasto intelectual, de músculo…

9 Karl, Marx. Friedrich, Engels. Manifiesto del Partido Comunista. 1998 Crítica. 

10 Íbid.

 

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