Bernardo Coronel
Rebelión

Mauricio Macri asumirá el poder en un país dividido entre una endeble mitad que lo eligió y la otra mitad, más solida, que votó en su contra. Todavía no asumió y algunos que lo votaron ya empiezan a dudar de la validez de su voto, y los otros anuncian movilizaciones en el mismo día y lugar donde recibirá la banda presidencial.

Macri es uno de los últimos resabios de una generación que al igual que Vargas Llosa y Felipe González, sigue pensando que el mercado es más importante que los seres humanos. Una generación que todavía sueña con el fin de la historia en el que ni el propio Fukuyama ya cree.

Macri tuvo los votos suficientes para ser presidente, pero no tendrá el suficiente sustento político para hacer los cambios que pretende. La cámara de senadores y las gobernaciones están controladas por la oposición, y ni siquiera tiene mayoría propia en la cámara de diputados. En la medida que su vocación autoritaria lo lleve a tratar de modificar las conquistas sociales logradas en más de una década de gobierno kirchnerista encontrará a las organizaciones populares en pie de guerra.

Latinoamérica cada día se acerca más a Rusia y China, y cada vez más se aleja de los yanquis, y Macri no llega al poder para hacer un buen gobierno, sino para desestabilizar la región. Durante toda su campaña decía que el país estaba en bancarrota, pero apenas ganó las elecciones dirigió todo su odio hacia Venezuela, lo que demuestra que es una simple pieza de un imperio en decadencia, que busca mantener al subcontinente como su patio trasero, conspirando contra gobiernos legítimos.

No se avizoran buenos tiempos para los argentinos, y tampoco para Macri, quien tendrá que gobernar en medio de tormentosos años de enfrentamiento con el movimiento popular si realmente quiere cumplir sus promesas del “paraíso” neoliberal.

La maldición argentina

En la Argentina hay una especie de maldición, en estos más de 70 años de la fundación del partido peronista ningún gobierno no peronista pudo terminar su mandato, así fue con Arturo Frondizi, Arturo Illia, Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa.

Además de la mitad de los argentinos la propia história está en su contra. Hoy están todos los condimentos para que la norma se siga cumpliendo y no hay razones certeras para pensar que Macri pueda ser la excepción de la regla.