A pocos días del inicio del rodaje del nuevo presidente electo se manifiesta con claridad los lineamientos de su proyecto. La dictadura de las formas y los mansos globos seden frente a una agenda concreta de medidas que articulan con los intereses de las clases dominantes; la derecha muestra sus dientes y la revolución de la alegría llega a su fin.
Una consideración asilada sobre las diversas medidas consumadas por Cambiemos, impedirían una comprensión más extensa de lo que esta en juego. Podríamos sostener que el esquema de gobierno del macrismo contempla un decálogo de objetivos estratégicos de altísimo valor; esos deben ser alcanzados a como dé lugar, son los objetivos del círculo rojo, es decir, del poder real en Argentina. En ese cuadro descriptivo, el ingeniero Macri, sin subestimar lo hecho para ocupar el sillón de Rivadavia, es instrumental, y sus socios políticos, como la UCR, solo actores de reparto.
Es que ha operado la consolidación de un nuevo bloque histórico donde el capital financiero internacional, el agro negocio, la banca local, el partido judicial y las élites criollas cierran filas. La empresa iniciada recorre la búsqueda de recomponer la tasa de ganancia empresaria, lesionada por el proceso distributivo que implemento el proyecto nacional y popular, también tiende a re patriar las operaciones especulativas del capital financiero internacional al mismo tiempo que re instala a la vaca sagrada del agro negocio a su pedestal de motor productivo del país con la consecuente re primarización de la economía; todas medidas asociadas a obturar un proceso incipiente de demarcación de la división internacional del trabajo que Argentina intentó la última década.
En otro orden de cosas se acreditan como consideraciones estratégicas la ruptura de las relaciones regionales en pos de un liberalismo a favor del centro y en perjuicio de la periferia. Por último, es cuestión de primer orden la erosión de la figura de la presidenta Cristina Fernandez de Kirchener y de la principales figuras del proyecto, por dos razones: descapitalizar políticamente al liderazgo más importante del país para evitar la posibilidad de su retorno y de forma paralelo, para generar las condiciones básicas para que figuras más permeables al proyecto de la restauración neoliberal puedan disputar la conducción del peronismo, instrumento insustituible para asegurar una gobernabilidad estable y prolongada. Sergio Massa, Juan Manuel de la Sota, Juan Manuel Urtubey, son los resquicios para dividir las aguas, de ser posible en dos o tres porciones. Es en ese contexto donde debe leerse toda la puesta circense de traspaso de mando, que tuvo en vilo al país, ratificando que la disputa simbólica es relevante.
Lograr esta agenda no es sencillo; requiere de piezas irremplazables como la cobertura que solo puede aportar el partido judicial, que es, en última instancia, quien evalúa el control de constitucionalidad de las normas. No hay restauración neoliberal sin Poder Judicial cómplice, al tiempo que se lo requiere para ejecutar la caza de brujas sobre el kirchnerismo que se dará a través de incontables denuncias.
Se habla con mucha constantemente sobre el resquebrajamiento del andamiaje institucional, sobre la crisis republicana que condensan las acciones del ingeniero; es que la agenda impuesta lo requiere, no podría hacerse sin tal avallazamiento. El exabrupto del flamante ministro, Oscar Aguad, quien sostuvo que una ley no puede limitar las facultades del presidente, así lo demuestran.
Es que partimos desde un paradigma según el cual concebimos el núcleo democrático y republicano como atributos; pero debemos modificar el prisma con el cual observamos. El desbarajuste democrático que opera la derecha, solo representan un flanco débil que esta dispuesta a entregar, reservándose la administración de los tiempos y del consecuente conflicto que involucra; es la agenda de gobierno coyuntural que atravesará Macri.
Para cerrar la idea, arriesgo un análisis: el margen temporal que requiere concretar los objetivos estratégicos del poder real es infinitamente inferior que la manda constitucional de cuatro años prevista para el presidente. Con lo cual, la destrucción a todo vapor que realiza Cambiemos no se aparta de lo indispensable para su tarea.
Retomando algunos temas presentados al inicio, debemos impugnar el ya extendido sentido de “resistencia” que parte del pueblo empoderado/auto convocados sostiene. La derecha lo sabe, y nosotros también deberíamos tenerlo presente: el kirchnerismo no es la resistencia a la restauración neoliberal, sino que es, una alternativa de poder real en estado latente. De esta definición se desprende una agenda política, por ello el oficialismo desgasta la figura de CFK y prepara una ofensiva judicial contra todas las primeras líneas. Si aceptamos este estado de cosas, también cambiará nuestro marco de alianzas. Las vacas están muy gordas para la restauración del piquete nacional.
Decía, también, que la derecha busca inducir una grieta al interior del FpV, no trabajan sobre abstracto, sino en una tensión real que existe entre el kirchnerismo y el peronismo siglo XXI, cuestión que el campo popular debe discutir y saldar. Una política correcta para el momento, y un liderazgo que la impulse es lo único que puede contener a una fuerza política, pero no puede relacionarse con este problema desde una respuesta pre concebida, porque la dinámica política es tan veloz que produciría un desfasaje entre ambos. Solo la ratificación del liderazgo de CFK al interior del Partido Justicialista y el re lanzamiento de una nueva transversalidad con una agenda que re discuta que es ser kirchnerista hoy dará respuesta a esta dificultar. Ahí, el huevo de la serpiente.
Mariano Massaro. Miembro fundador del Grupo Rodolfo Walsh.