Será una semana cargada de emociones. Un sector de la sociedad celebrará el inicio del gobierno de Mauricio Macri. Otro tendrá sentimientos encontrados, de orgullo, de pena. No será, como en septiembre de 1955, que de la avenida Rivadavia al norte se festejaba mientras que hacia el sur de esa avenida el pueblo lloraba.
Borges dijo alguna vez que a la realidad le gustan las simetrías. Esta vez, las alegrías y los rencores tienen límites más difusos. Pero, lo más importante es que en la Argentina no hubo interrupción de la vida constitucional y el cambio consiste en la alternancia. La anomalía, o al menos la novedad, es que ganó un partido político liberal y de derecha votado por sectores medios y también de trabajadores. Un partido que en su carta de presentación exhibe sin prejuicios que su identidad no proviene de la política. Textualmente dice la web del PRO: “Somos personas comunes que quieren un cambio en la Argentina. Buscamos el crecimiento verdadero de nuestro país y sabemos que para lograrlo es necesario meterse en política. Muchos de nosotros mirábamos la situación desde afuera y vivíamos reprochándole a la realidad no ser como queríamos que fuera, hasta que nos dimos cuenta que es necesario participar si queremos que las cosas cambien y mejoren”. La sintaxis es una pista para descubrir identidad. No dice “somos personas comunes que queremos un cambio”. Recién en la segunda frase recuperan la primera persona.
Imprevisto
Macri no dio plataforma ni presentó a sus ministros, hizo una alianza electoral sin tomar compromisos con sus aliados y, sin embargo, ganó. Enfrente estaba nada menos que el peronismo. Se dio un escenario imprevisto para propios y ajenos. Recién se vio la pista cuando Aníbal Fernández perdía el distrito bonaerense y quedaban al descubierto las fuertes tensiones al interior del FPV. La primera pregunta que surge de aquí a los meses siguientes es si el peronismo puede mantenerse unido. La segunda es si, como fuerza opositora, el peronismo debe mostrarse belicoso y resistente o si, por el contrario, sus bases reclamarán diálogo y sólo les reclamarán a los dirigentes que se muestren duros y combativos en caso de que el gobierno de Macri ponga en marcha un programa que avasalle derechos.
Algunos hechos muestran que las tensiones en el FPV están al rojo vivo. Macri y sus futuros ministros ya hablan con los gobernadores y con otros actores políticos en base a los atributos más importantes que se manejan desde el Poder Ejecutivo. Y no son precisamente los atributos ceremoniales sino las partidas presupuestarias, la billetera. Dicho de otro modo: el peronismo no está solo, ahora hay quienes inciden en la conformación de los espacios políticos con todas las mañas de la vieja política aunque se presenten como quienes la miraban desde fuera. La prueba de fuego más grande para el peronismo desde el llano parece ser mantener y revalidar representatividad en cada distrito, en los gremios, en las universidades y las entidades de productores y empresarios. Los gestos de dureza no están condenados al éxito. En cualquier estrategia, además de saber avanzar, es preciso saber hacer pausas y hasta no entender los movimientos de repliegue como una traición.
Agenda
Concretamente, antes de tener suficientes elementos de conocimiento, la prudencia suena razonable. En pocos días, Macri tendrá que hablar como jefe de Estado de una República que está en condiciones de culminar el traspaso de mando sin demasiados sobresaltos. Claro, en el plano corto, en la foto y la noticia del día, la grieta está a la vista. Más, cuando en el centro del análisis convergen las dos personas que han sido las más votadas en la última década. Hay que hacer un esfuerzo por salir de la agenda pequeña como es el lugar de entrega de atributos ceremoniales como la banda y el bastón.
Salvo que Cristina Kirchner y Mauricio Macri, o alguno de ambos, sean fetichistas consumados, se trata de un asunto casi irrelevante. Pero, como todo conflicto, pone de relieve que la política en la Argentina se vive con pasión aunque lo que esté a la vista sea algo efímero o, lo que es peor, algo burocrático y protocolar de la vida de Palacio.
¿Qué dice la ley y qué queda librado al propio acuerdo? Los pasados jueves 3 y viernes 4 de diciembre, la Cámara Nacional Electoral tenía previsto entregar los diplomas de los senadores y diputados electos el pasado 25 de octubre, respectivamente. Con los diplomas en la mano, juraron ante las autoridades de ambas Cámaras. El viernes pasado, el nuevo Congreso consagraba la fórmula presidencial. El acto constitucional se completa con el juramento de Macri ante la Asamblea Legislativa, que será el próximo jueves 10. Quien toma el juramento es la presidenta del Senado, o sea, Gabriela Michetti.
Recién después de eso, se hace la movida tradicional de la entrega del bastón y la banda. ¿Importa dónde? El diputado del PRO Emilio Monzó agregó chicana a esta cadena de malos entendidos o malas voluntades: Cristina puede dejar el bastón y la banda en la Corte Suprema de Justicia. ¿Quién tiene prioridad para elegir el lugar, el presidente saliente o el entrante? No hay norma escrita. Y la respuesta depende de la visión política de cada quien. Un comentario menor a este tema muy menor: en la circulación mediática se hizo una telenovela donde Cristina tiene el papel de la mala y afirma que Cristina debería adaptarse al pedido de Macri respecto de hacer el traspaso en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Pero, a su vez, Macri echa leña al fuego con declaraciones poco felices como que Cristina se va por la puerta chica.
Fortaleza
Difícil encontrar en la historia institucional argentina alguien que salga del poder tan fuerte como Cristina. Aunque las encuestas estén en dudas, una hecha por Ricardo Rouvier el 30 de noviembre le da una imagen positiva –entre muy buena, buena y regular– de un 46,4%. Macri, a su vez, está fortalecido, con una imagen positiva del 65,8%. A su vez, difícil saber cómo será la dinámica de esa imagen y cómo avanzarán las duras internas del peronismo.
¿Hay posibilidades de que las gradas del Congreso se llenen de gente que vaya a chiflar a Macri? En primer lugar, no parece sensato para ningún dirigente peronista o kirchnerista alentar a sus seguidores a que le compliquen la asunción al presidente entrante. La idea de la institucionalidad pegó fuerte en este largo, excesivamente largo, año electoral. Sin embargo, el cambio de gobierno requiere tener precisiones. Emilio Monzó sostuvo ante los cronistas parlamentarios que no hay conflicto de autoridad para el 10 de diciembre: el presidente entrante ejerce el poder desde ese día a la 0 hora. Es decir, que el funcionamiento de las instituciones públicas nacionales tiene un instante preciso de cambio. Cristina ejerce el gobierno hasta el miércoles 9 a las 24 horas. Respecto del Congreso, los invitados y la seguridad del Parlamento, corre por cuenta de las nuevas autoridades.
Desde el llano
Si van o no van los militantes de Cristina a las gradas de la Cámara de Diputados cuando Macri jure ante la Asamblea Legislativa es algo que debe ser tomado como algo normal. Estará en ellos saber cómo manejarse desde el llano, aprender a hacer oposición como parte de una fuerza compleja, diversa y con internas fuertes como es el peronismo. Las últimas sesiones donde se dio media sanción de Diputados a casi un centenar de leyes es un anticipo del país conflictivo. Fue el mismo gobernador de La Rioja, Luis Beder Herrera, quien llamó a los tres diputados de su provincia para que no dieran quórum. Lo hizo después de recibir un llamado del gobierno entrante respecto del envío de fondos a La Rioja a fin de mes. En el caso del histórico Carlos Kunkel, su ausencia de la sesión fue porque ya tomó distancia de Cristina. Es más, dijo que volvería a su banca cuando se trataran las leyes que tocaban los intereses de los trabajadores, como la expropiación del ex hotel Bauen, gestionado por los trabajadores desde marzo de 2003. Es decir, hace demasiados años.
Tensiones
La reunión de Cristina con los gobernadores peronistas, muchos de los cuales mantienen poder territorial, fue tensa. Estaban en juego los distintos candidatos a cubrir la titularidad de la Auditoría General de la Nación y la presidencia del bloque de diputados del FPV. Resultaron Ricardo Echegaray y Héctor Recalde, propuestos por Cristina. Quizá queden heridas pero, la pregunta es: ¿son buenos nombres? En cuanto a Recalde, un indiscutido dialoguista, respetuoso y con un plus importante para el período que viene: legislar a favor de los trabajadores, defender los derechos conquistados y buscar consensos para los muchísimos que faltan. Respecto de Echegaray, el propio Macri antes de las PASO le había ofrecido seguir en la AFIP en caso de llegar a la Casa Rosada. Ahora, el enfoque de muchos medios es que Cristina tuvo un gesto de autoritarismo interno al imponer su nombre por el de Eduardo Fellner, que contaba con el respaldo de algunos mandatarios provinciales.
Buena parte de la prensa oscila entre denunciar las fracturas inminentes dentro del FPV. Algunas cosas pasaron en estos últimos meses para que ganara Macri dentro del kirchnerismo y el peronismo. Pero, más allá de las facturas que se pasen unos y otros, también sucedieron cosas en la Argentina de los últimos 12 años para que el FPV haya perdido el poder pero gobierne en 14 provincias, sea primera minoría en Diputados y mayoría en el Senado. En pocos días más, el centro de la atención estará en conocer el plan de gobierno de Macri, ver cómo se comportan los precios, qué deciden sobre la cotización del dólar y qué medidas se tomarán en cada área. El FPV deberá estar atento a lo que suceda en el país y a encontrar su lugar. Esto es, a intentar bajar los decibeles de las internas y a construirse como una fuerza opositora.