Alfredo Serrano Mancilla
Rebelión

No hay excusas. Se perdió. No sirven los pretextos aritméticos característicos del día después. No vale eso del “país dividido” ni hablar de fraude electoral. La derrota es incuestionable. Ganó Macri con su plataforma conservadora (Cambiemos) y perdió Scioli (con el Frente para la Victoria). Esta es la primera conclusión que no debe ser maquillada de ninguna manera. Ellos son más. Las urnas en Argentina, esta vez sí, le dieron la razón electoral. Ganaron por algo más de tres puntos de diferencias. En este siglo XXI, es la primera vez que un proceso de cambio en América latina pierde en las urnas. Esto merece una explicación. O al menos, un intento. He aquí algunos apuntes.

2. La Presidenta Cristina no llegó a decidirse. No logró imponer su candidatura. Aunque tampoco cedió frente al viejo aparato peronista. Prefirió no involucrarse demasiado en la campaña. Quiso siempre consolidar su capital político con independencia: el kirchnerismo como fuerza propia organizada. Seguramente no creyó en Scioli desde el primer momento. Quizás se confío e imaginó que todo estaba ganado. Pero no fue así. Aún falta por ver si la Presidenta ya está pensando en lo que se viene. Va a contar con una importante presencia en el congreso, como primera fuerza. Veremos cuál es su rol político en los próximos meses. De ello dependerá en gran medida mucho de lo que sea el espacio K en Argentina: no se puede tirar por la borda todo lo que se ha avanzando en esta época ganada para las mayorías. Toca afrontar este delicado momento, por ejemplo, tal como lo encaró Chávez cuando perdiera el referéndum constitucional del año 2007. El desafío es levantarse y asumir que hoy ya es mañana. La política sigue.

2. Scioli no era el candidato. Scioli no se escribe con K. Ni es kirchnerista ni pudo disfrazarse como tal. La mayoría del Partido Justicialista (PJ) quiso que fuese él quien pudiera transitar de nuevo hacia el centro de gravedad del peronismo, que no necesariamente significa ser kirchnerista. Scioli está más cerca de un peronista de los noventas que de un kirchnerista del siglo XXI. Hay una distancia sideral entre él y la Presidenta. Su discurso carece de épica, de emotividad. No se siente cómodo en la confrontación. Su carisma brilla por su ausencia. En campaña, no sumó ni un solo voto. No fue un buen candidato. No sirve cualquiera para continuar con un proyecto de cambio por muy bien engrasado que esté. Lo cual obliga a pensar con mayor responsabilidad el tema de la sucesión, quién, cuándo, cómo, qué identidad política representa.

3. Macri se reinventó. La derecha del siglo XXI ya no es la del siglo XX. No quiere ni revanchas ni ajuste de cuentas. Se presenta como la política de la buena onda, amigable, sin confrontar, revestido excesivamente de marketing. Supo sumar sin renunciar a su esencia. No rompió con él mismo, pero sí logró incorporar más perfiles al personaje. Amplió así la base de votos. He aquí la cuestión. Fue agregando siglas, creando coaliciones, alianzas territoriales. Crearon un Macri poliédrico, abarcando muchas dimensiones. Su proyecto político es una coctelera donde cabe casi todo: el Estado y las privatizaciones, lo social y las transnacionales, el FMI y la patria argentina. Al final, le dio sus frutos. Y por tanto, es clave aprender a no subestimar a esta nueva derecha emergente que se complementa -a la perfección- con los medios hegemónicos y con los poderes económicos, pero que se presenta cómo otra cosa, con otro tono, con otras formas.

4. No vale la pena disputar el pasado, la clave está en el futuro. La campaña del miedo no es suficiente para ganar. La lectura hacia atrás no suma lo deseado. Las nuevas generaciones no saben qué es eso de la vieja y larga noche neoliberal. Otros muchos, que sí la padecieron, han naturalizado los nuevos derechos sociales y el nuevo vivir bien fuertemente sustentados en la mejora del consumo. No creen de verdad en que se pueda volver atrás. El cambio de época logró instalar un nuevo sentido común de irreversibilidad. A partir de ello, se trata de pensar el futuro. La construcción de expectativas es la fuente real para encantar a las mayorías; la fidelidad se sostiene con desafíos hacia delante. Scioli jugó más a atacar a Macri centrándose en la idea de la vuelta al pasado en lugar de buscar la manera de seducir al electorado con lo que se podría lograr en los próximos años. Macri hizo todo lo contrario. Evitó hablar del pasado proponiendo una narrativa esperanzadora, de oportunidades futuras. Esta es una lección para los procesos de cambio en la región: se precisa identificar las nuevas demandas de la ciudadanía para seguir avanzando. No sirve de nada viejas respuestas a nuevas preguntas.

A esas claves, hay que sumar los errores propios de la gestión gubernamental, el desgaste de más de una década, la continua restricción externa de los últimos años, la férrea oposición mediática, la dificultad de sortear los obstáculos impuestos por los poderes económicos internacionales, y además, tener que lidiar con las contradicciones propias de un proceso de transformación a tanta velocidad. Todo ello ayuda a explicar y problematizar esta derrota electoral. Pero el análisis no debe llevarnos a un catastrofismo exagerado. Se perdió. Sí, se perdió. Sin excusas. Pero toca pensar en cómo no perder en la próxima cita electoral en cualquier otro lugar de la región; o cómo levantarse de ésta para volver a ganar. El capitalismo nunca tira la toalla, y por lo tanto, nosotros tampoco.

Alfredo Serrano Mancilla es Director del CELAG

@alfreserramanci