Nicolás Álvarez Guevara

 

La evidente falta de autocrítica que inunda a la presidenta, sus ministros, diputados, senadores y organizaciones sociales son una clara muestra de la soberbia política que recorre las filas del kirchnerismo ante la contundente derrota propinada por la derecha representada por Mauricio Macri, presidente electo de Argentina.

Esta verdadera pesadilla que vivimos los argentinos tiene responsables principales y secundarios. Los primeros son la presidenta Cristina Fernández, su hijo Máximo y Carlos Zaninni, pertenecientes a la denominada mesa chica política del ultra kirchnerismo quienes decidieron acudir a un perfecto idiota como es Daniel Scioli para encabezar la fórmula presidencial que a todas luces no podía competir con los dos candidatos impuestos por los Estados Unidos, Macri y Massa, quienes con los votos de sus seguidores sumados eran claros ganadores en la segunda vuelta electoral o balotaje.

Los segundos culpables de esta trágica derrota para el campo popular que puede hacer retroceder a la sociedad a la infame década de los 90s, son los dirigentes de La Cámpora, degenerados en militantes-funcionarios con ínfulas de patrones de estancia, los líderes de las organizaciones prokirchnerista que funcionaron como señores feudales de los planes sociales que entregaba el gobierno y fuerzas de choque-aparatos para hacer público a la presidente en la Casa Rosada (aunque no juntando votos a la hora de las elecciones) y los propios funcionarios gubernamentales como Aníbal Fernández que cada vez que hablaba por los medios restaba más votos en la provincia de Buenos Aires, bastión del peronismo que fue perdido luego de 25 años de gobiernos en manos de una casi nula gobernadora derechista de 36 años construída mediáticamente para captar el voto blanco de la mayor provincia argentina.

Así, la no militancia del grupo político de la presidenta por la candidatura de Scioli contibuye a la fuerte sospecha que se visualizó durante la campaña, de una apuesta de la presidenta al fracaso del candidato del kirchnerismo para, en un supuesto escenario de crisis económica argentina, tener la posibilidad del volver al gobierno en 2019 como salvadora de la Patria, luego de ser asediada por los medios de comunicación y parte de la justicia en casos de enriquecimiento ilícito a través de los emprendimientos hoteleros que posee Cristina y su familia en El Calafate, denuncias que erosionaron la imagen presidencial ante la clase media.

Cristina ante semejante extorsión debió negociar su salida temporaria para dar paso al hijo tonto predilecto del sector económico concentrado y las corporaciones de Shell, Monsanto, Grupo Clarín, Techint y otros sectores que luego de aplicar un paquete económico neoliberal harán arrepentir a los millones de argentinos engañados por la derecha canalla y mafiosa que enviarán a la pobreza a los sectores medios para apoderarse de las riquezas del país aumentando los precios de los servicios públicos, los combustibles, los alimentos, medicamentos, todo a costa del esfuerzo de los trabajadores argentinos.