Nicolás Álvarez Guevara

 

Una de las tesis que se imponían entre los dirigentes y la militancia argentina era que Cristina iría a las elecciones presidenciales del 25 de octubre de 2015 con un candidato propio, que no era precisamente Daniel  Scioli, sino alguno de los tantos cuadros políticos que generó el kirchnerismo en estos 12 años de gobierno y especialmente luego de la desaparición física de Néstor Kirchner, ideólogo y líder indiscutido de esta corriente política.

 

Sin embargo, y para sorpresa de algunos, la presidenta decidió convocar a Daniel Scioli para ofrecerle liderar la fórmula presidencial junto a Carlos Zaninni (alter ego de Néstor) y así conformar un binomio potable para la fuerza política propia y capaz de conseguir los votos independientes que aseguraran un triunfo en primera vuelta electoral, o en el balotaje.

 

Al mismo tiempo Cristina decidió ir a internas primarias en la provincia de Buenos Aires, entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández, evento que generó el recelo de varios alcaldes peronistas y de la militancia, quienes ante el triunfo de Aníbal, resolvieron abstenerse de votarlo como candidato a gobernador, siendo que presentaba muchos flancos débiles que fueron explotados por los medios de comunicación para generar además un corte de boleta que finalmente llevó a la derecha macrista a gobernar el principal Estado del país.

 

Luego de estos dos errores estratégicos de Cristina, quien prácticamente ninguneaba a su candidato Scioli y continuaba hablando por televisión sobre los logros de su gobierno, sin generosidad hacia el candidato que debería continuar el proyecto nacional, promociónó en las listas a diputados a ciertos jóvenes de la agrupación liderada por su hijo Máximo (candidato a diputado) y otros más que no traccionaban votos y al decir verdad, los “piantaban” (espantaban en idioma lunfardo) siendo desde un principio considerados como “piantavotos” que generaban rechazo en amplios sectores de la militancia por ser advenedisos políticos, paracaidistas, esposos, esposas, hermanos, hermanas, primos, primas, novios, novias, tíos, tías, padres, madres, amigos o amantes, que ingresaron a la función pública con suculentos sueldos.

 

La satanización de los medios a estas debilidades políticas fue además otro motivo para no lograr los números que le hubieran dado el triunfo al Frente Para la Victoria, quien en su derrota histórica entregó el legado de Néstor, la integración latinoamericana y los derechos logrados a una junta de imbéciles intelectuales dominados por los intereses económicos del liberalismo puro y duro que, vestidos de ovejas y con laboratorio de márketing y técnicas de convencimiento neurolinguístico, lograron captar el voto de sectores medios y bajos a través de los medios audiovisuales.

 

Cristina Kirchner y su kombo camporista son el verdadero fracaso de estas elecciones que se enmarca en una verdadera traición a las esperanzas, ilusiones y proyectos de millones de argentinos que confiaban en que Cristina se jugaría todas las fichas en un candidato propio de buena trayectoria, con elevados valores morales y humanos para continuar el proyecto construido colectivamente por buena parte de la militancia y el pueblo argentino, que ahora padecerá los males que azotarán a millones de habitantes de este suelo, por obra y gracia de la responsable política de esta debacle regional, que envalentona al nuevo fascismo del siglo XXI en nuestra amada Argentina.

 

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