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El próximo 22 de noviembre, Argentina asistirá al primer balotaje de la historia del país, confrontando dos modelos políticos antagónicos: el expresado por el Frente Para la Victoria, actualmente en el gobierno, y el encabezado por la coalición conservadora PRO+UCR, que busca retomar el poder político en el país luego de doce años de gobiernos kirchneristas.

¿Cuál es la importancia regional que revisten estos comicios? ¿Por qué las derechas latinoamericanas están agazapadas aguardando un hipotético triunfo de Macri? Ya pasada la novedad de la cercanía entre Daniel Scioli (FPV) y Mauricio Macri (PRO), expresada en las urnas el pasado 25 de octubre, es preciso dar cuenta de la inserción de la segunda vuelta argentina en el marco de un debate regional.

Para contextualizar: luego de las decisivas elecciones en Argentina vendrán dos importantes citas electorales en América Latina. El 6 de diciembre Venezuela deberá renovar su Asamblea Nacional, en una disputa creciente entre el oficialista PSUV y la alianza conservadora MUD; y el 21 de febrero del año próximo Bolivia acudirá a las urnas para definir si habilita la repostulación de Evo Morales Ayma para un nuevo período presidencial.

Por ello Henrique Capriles se pronunció apenas conocida la noticia de la segunda vuelta argentina, para decir que «el gran reto que tiene Mauricio Macri si quiere ganar el balotaje es ser el líder del cambio». ¿Qué busca Capriles? Que un hipotético triunfo de Mauricio Macri apuntale a la derecha venezolana, para buscar el 6 de diciembre vencer en las urnas al chavismo, algo que no ha sucedido nunca -a excepción del referéndum 2007- desde que Chávez llegó a Miraflores en 1999.

De igual manera lo hizo el empresario cementero boliviano Samuel Doria Medina -también ex candidato presidencial- quien saludó «la unidad liderada por Macri, unidad que será victoria el 22N», para luego anunciar que «llega un nuevo tiempo». ¿Cuál es la intención de Doria Medina? Que un hipotético triunfo de Macri apuntale el «NO» a una posible repostulación de Evo Morales. También hay que destacar el vínculo del banquero ecuatoriano y líder de la oposición a Rafael Correa, Guillermo Lasso, quien dijo que «la lucha de Mauricio Macri nos inspira y llena de ánimo para alcanzar mejores días en Ecuador».

De verificarse un avance de la derecha en Argentina, podría tener repercusiones directas no sólo en los comicios de Venezuela y Bolivia, sino también en el andamiaje institucional que la región construyó durante estos años. Un ejemplo: ¿se avanzará en una «flexibilización» del Mercosur -tal como exigían Aécio Neves en Brasil y Luis Alberto Lacalle Pou en Uruguay en las respectivas campañas de 2014- para que los países miembros puedan firmar TLC de vía directa con, por ejemplo, la Unión Europea? A juzgar por el documento presentado en abril pasado por el «Grupo Consenso» -espacio de encuentro de referentes de política internacional del PRO y del radicalismo-, sí, al pedir «fortalecer nuestras relaciones con Europa y Estados Unidos» y avanzar en una «rápida, amplia y franca discusión con nuestros socios del Mercosur», buscando una apertura hacia la Alianza del Pacífico.

No es descabellado, entonces, con estos importantes elementos, considerar que la segunda vuelta de la Argentina tendrá una trascendencia que sobrepasa, con creces, a las propias fronteras del país. Se pone en juego, tal como sucedió en las elecciones de Venezuela 2013 y Brasil 2014, uno de los gobiernos más importantes de las administraciones posneoliberales en la región, aquellos que precisamente le dijeron que NO al Alca, diez años atrás.

¿Habrá «restauración conservadora» o el pueblo argentino confrontará esta opción, tal como ha venido sucediendo en los últimos comicios regionales? A juzgar por estos antecedentes directos -ningún gobierno del «cambio de época» derrotado en elecciones- se puede ser optimista.

 

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*Politólogo UBA / Analista internacional, Argentina