Sebastián Valdomir-republica.com.uy
Los países que negociaron el TPP son Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. El texto del acuerdo negociado por los ministros de comercio exterior debe ser ratificado en los diferentes congresos para luego de un determinado período, entrar en vigencia.
Los antecedentes de este nuevo acuerdo se encuentran en el Tratado de Libre Comercio entre Singapur, Chile y Nueva Zelanda, al cual luego se le sumó Brunéi, vigente desde 2006.
Con la incorporación de nuevos países, particularmente Estados Unidos y Australia, el proceso de negociaciones tomó nuevo impulso luego de la crisis financiera global de 2008-2009. Luego de cinco años de negociaciones, finalmente se cerró el texto del acuerdo, constituyendo el mayor acuerdo alcanzado hasta ahora por fuera de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Poco transparente, desbalanceado y peligroso
Sucede a menudo con los temas de negociaciones comerciales globales, que los grandes titulares y siglas dejan en segundo plano la posibilidad de analizar realidades más complejas y menos complacientes.
En el caso del TPP, se trata de un acuerdo que incluye aspectos que van más allá (mucho más allá) del comercio de bienes, como los Servicios, las Inversiones, la Propiedad Intelectual, Empresas Estatales y Contratación Pública, Disposiciones Laborales, Ambientales y Solución de Disputas. Hay que agregar dos elementos que complejizan aún más el análisis del TPP: de los 29 capítulos de negociación, solamente se filtró un borrador del capítulo sobre Propiedad Intelectual a través de WikiLeaks, aumentando la preocupación sobre el tenor de las disposiciones incluidas en el acuerdo.
Adicionalmente a esto, la discusión en los parlamentos se hace a tapa cerrada, aprobándose o rechazándose el texto como un todo sin posibilidad de hacerle enmiendas.
A lo largo de las negociaciones, fueron varios los aspectos del TPP que generaron preocupación pública. Un tema ya clásico es el mecanismo de solución de eventuales controversias o disputas “comerciales”. Se establece que las demandas a los estados se dirimen en Tribunales de Arbitraje externos a los sistemas judiciales de los países, por ejemplo en el CIADI (tribunal que funciona en la órbita del Banco Mundial y que es donde se está “resolviendo” la demanda de la tabacalera Philip Morris a Uruguay por su política de salud pública relacionada al tabaco).
En abril de este año, un conjunto de reconocidos juristas estadounidenses, entre ellos Laurence Tribe, mentor del Presidente Obama en su pasaje por la Escuela de Derecho de Harvard, enviaron una carta al Congreso en la que definieron dicho mecanismo como “contrario a las tradiciones y principios jurídicos estadounidenses”.
Dicha carta también fue suscrita por el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, y en ella se alerta que “el mecanismo de solución de controversias Inversor-Estado permite a los inversores extranjeros (y solo a los inversores extranjeros) evitar las cortes y en su lugar argumentar en tribunales privados especiales, pues creen que ciertas acciones gubernamentales disminuye el valor de sus inversiones”.
¿Libre comercio para los monopolios?
En un plano más general, Stiglitz se refirió en reiteradas ocasiones de manera crítica hacia el TPP. “Algunos llaman al TPP un motivador de reformas, yo lo llamo motivador de desigualdad. Es una movida equivocada”. Otro economista que ha cuestionado el TPP ha sido Paul Krugman, específicamente por las disposiciones incluidas en el capítulo sobre Propiedad Intelectual.
A principios del 2014, en una columna de opinión en el New York Times, Krugman indicó que “lo que el TPP hará es aumentar la capacidad de ciertas corporaciones para controlar la propiedad intelectual. (…) ¿Es esto algo bueno desde un punto de vista global? Dudosamente. El tipo de derechos de propiedad del que estamos hablando aquí se pueden describir como monopolios legales.
Es cierto que los monopolios temporales son la forma en que recompensamos las nuevas ideas, pero el argumento de que necesitamos aún más monopolios es muy dudoso y no tiene absolutamente nada que ver con los argumentos clásicos para el libre comercio”.
El ingreso de las patentes a las negociaciones sobre libre comercio es talvez el ejemplo más nítido de lo contradictorio de los objetivos buscados con estos acuerdos. En sentido estricto, las patentes son mecanismos de defensa de los “derechos de la propiedad intelectual” que tienen las empresas sobre determinados productos e inversiones.
Cuando esos productos son medicamentos, y las inversiones son los procesos de investigación científica que dan por resultado esos medicamentos, y los actores que quieren proteger esas inversiones son las transnacionales farmacéuticas, el problema es la oposición entre salud pública y derechos comerciales.
Porque los medicamentos son más que simples bienes o inversiones. Y una patente es un derecho de monopolio sobre un conocimiento determinado. Por alguna extraña razón proveniente del pensamiento neoliberal, las patentes (monopolios) se negocian e incluyen en los acuerdos que supuestamente buscan “liberalizar” el comercio.
En este terreno lo que se ha consolidado en una abrumadora cantidad de acuerdos de libre comercio negociados a nivel mundial es la posibilidad de patentar no solo el resultado final (no solo el medicamento en sí) sino también el proceso de investigación por el cual se llega a él, además de las pruebas de las investigaciones, por plazos más prolongados de tiempo y con cláusulas más restrictivas de acceso al conocimiento por medio de la renovación de las patentes (por ejemplo con cambios menores en la presentación comercial de la misma droga o principio activo).
En el caso del TPP, lo negociado y acordado va más allá de lo que se negocia en el marco de la OMC que es donde negocian todos los países del mundo. El TPP va más allá en el sentido de otorgar patentes de mayor duración a las empresas farmacéuticas. Al respecto de ello, el economista uruguayo José Manuel Quijano explicó en una entrevista reciente a la agencia rusa de noticias Sputnik (RiaNovosti) que el TPP “procura extender aún más el plazo de secretización de la investigación científica farmacéutica, llevarlo hasta doce años, lo cual implica que se mantiene por un período más prolongado el monopolio del investigador respecto de su invento”.
Sin lugar para los débiles
No todos los países que manifestaron interés en algún momento de sumarse a las negociaciones del TPP finalmente dieron el paso necesario, luego del análisis del tipo de acuerdo que se estaba procurando. Un ejemplo de ello fue Corea del Sur.
Otro ejemplo es el de Malasia, que si bien firmó el acuerdo, ha manifestado varias reservas con el texto final del TPP. Uno de los puntos controversiales para Malasia es justamente el capítulo sobre Propiedad Intelectual, argumentado preocupaciones acerca de los precios de los medicamentos y el acceso a los mismos para su población.
Además de ello, Malasia manifestó sus reservas con relación al régimen relacionado a las empresas de propiedad estatal y los mecanismos de contratación pública. En este terreno, el gobierno malayo se ha caracterizado por otorgar preferencia a las empresas nacionales en la compra de insumos, contratos de servicios y construcción de proyectos de infraestructura.
Sin embargo, una cláusula básica del TPP es proporcionar un trato igual y no discriminatorio a las empresas de otros países miembros, que deben recibir las mismas oportunidades de inversión que las que se reservan para las empresas nacionales.
Finalmente, Malasia también solicitó excluir las medidas de control del tabaco de las disciplinas del TPP (que pueden estar dispersas en muchos de los capítulos de Inversiones, Solución de Controversias, Obstáculos Técnicos al Comercio, Coherencia Regulatoria y un largo etcétera).
La preocupación de Malasia se funda en dos antecedentes bien concretos: las demandas de Phillip Morris a Uruguay por su política de salud pública relacionada a desestimular el consumo de tabaco, y a Australia por su política comercial de permitir la venta de tabaco sin marcas.
El planteo de Malasia fue muy valorado por diversas entidades ligadas a los temas de salud pública, que dirigieron su presión y cabildeo para que Estados Unidos no bloqueara la propuesta. Incluso el New York Times le dedicó un editorial al tema.
Según consignó Martin Kohr, director ejecutivo del Centro del Sur, una red intergubernamental con sede en Ginebra que apoya a los países del sur en las negociaciones globales, el gobierno de Malasia se comprometió a través de su ministro de Comercio e Industria a realizar estudios de costo-beneficio sobre los impactos del TPP en la economía nacional, asegurando que solo se firmaría si se concluye que el país obtendría beneficios netos.
En julio pasado, el ministro de Comercio de Malasia llegó a admitir que su país podría llegar a no firmar el acuerdo para decidir internamente sobre la conveniencia o no del TPP.
Malasia no fue el único en plantear preocupaciones, puesto que de hecho todos los países plantearon diferentes alternativas en un acuerdo que incluyó aproximadamente 18.000 líneas arancelarias con diferentes modalidades o plazos de desgravación. De todas formas, el resultado fue la firma del acuerdo, y el inicio de los procesos de ratificación parlamentaria en cada uno de los países firmantes.
América Latina flanco Pacífico
Los tres países latinoamericanos que integran el TPP -Chile, Perú y México- se caracterizan por tener esquemas de inserción internacional basados en los Tratados de Libre Comercio que tienen suscritos con Estados Unidos, la Unión Europea y otra amplia cantidad de países del mundo. Los tres integran a su vez, junto con Colombia, la llamada Alianza del Pacífico. En el caso de Chile, la presidenta Bachelet expresó que “nuestra participación en el TPP es expresión de la profundización de una política internacional de más de 25 años”.
Chile, con esos 25 años a cuestas de ser el mayor exponente regional (y hasta mundial) de la firma de Tratados de Libre Comercio, tendrá beneficios según detalló la presidenta Bachelet en su comunicado oficial por la firma del TPP en “los sectores agrícolas, agroindustriales y forestales”. Es decir entonces que la apuesta de la política de comercio exterior de Chile sigue estando atada a las exportaciones de bienes primarios, materias primas o productos con poco valor agregado.
Esos 25 años de una política exterior consistente en la apertura comercial no han logrado diversificar la matriz productiva del país trasandino, manteniendo su foco en aquellos sectores en los cuales históricamente ha basado su economía. Por el contrario, según consta en el último Informe anual de Comercio Exterior de Chile, el destino de las exportaciones manufacturadas es prioritariamente la región, donde se colocan el 22% de las exportaciones chilenas.
El caso de Perú es básicamente similar. México tuvo un énfasis en la negociación del apartado relacionado a la industria automotriz del TPP. Para el caso de Colombia, varios actores corporativos y empresariales ligados a la industria minera cuestionan al gobierno por no haberse incorporado al TPP.
Pero más allá de las situaciones particulares, se continúa consolidando una brecha en la región entre aquellos países que apostaron a abrir y liberalizar sus economías, por la vía de la desregulación y la liberalización comercial (como los que integran la Alianza del Pacífico, que siguen siendo básicamente países primario-exportadores) y aquellos países que por otra vía siguen apostando a una inserción distinta en la economía mundial. En como se resuelve esa brecha de política estratégica como es la inserción internacional, estará buena parte del futuro de la región.