Sun Tzu, el famoso general chino que hace siete mil años escribió el igual de famoso libro El arte de la guerra, comenzaba diciendo claramente la síntesis de su planteamiento: «El arte de la guerra se basa en el engaño». Eso quiere decir que el principio de la estrategia es prepararlo todo para que el adversario haga lo que ya uno tiene calculado, y aprovechar las debilidades profundizadas de esta manera para derrotarlo, muchas veces sin necesidad de realizar un ataque franco. Este es también el principio del ejercicio del poder, como lo planteó Michel Foucault, el filósofo del poder más importante del siglo XX.

Éste decía que el ejercicio del poder es hacer que otros actúen de acuerdo a la voluntad de quien realiza tal ejercicio. La dominación consiste en incidir o configurar la voluntad del otro más que la aplicación de la fuerza, que en sí misma es un medio entre otros para conseguir lo primero. «Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza», dijo Bolívar en el Discurso de Angostura. Someter al enemigo es el designio de quien se sabe en una guerra o la declara.

El mayor logro, quizá el único, de la oposición venezolana sería hacer creer a la gente que en realidad no estamos en guerra. Que la guerra es un invento del Gobierno. La guerra es poner a pasar trabajo al enemigo, debilitar al enemigo, engañar al enemigo, dividir al enemigo, infiltrar al enemigo, disolver al enemigo. Y es esto lo que ha puesto en práctica la burguesía parásita, la política y la económica: la desaparición de los productos básicos, la dificultad para comprar comida, el aumento irracional y agresivo de precios fuera de todo cálculo. Las fallas en el suministro de agua, rotura de tuberías; fallas en el suministro eléctrico, voladura y quema de puntos de distribución de energía.

Comida, agua y luz. No es casual que esto se intensifique a medida que se acerca una fecha electoral. Lo hemos vivido en los últimos años, pero el ataque a nuestras necesidades básicas es tal que hace que lo olvidemos o no lo veamos y terminemos por mirar hacia el Gobierno, sentir y opinar que no hace nada o que no es suficiente. Eso es la guerra, dominar nuestra voluntad y nuestro razonamiento. Desmovilizarnos o, eventualmente, movilizarnos contra el Gobierno, es el objetivo de quienes declararon la guerra. Entender esto es una de las cosas fundamentales ahora. Se trata de una guerra de resistencia: veamos quién aguanta más. El Presidente aumenta los salarios para que el pueblo resista más; los parásitos aumentan más los precios, desaparecen más los productos, atacan más los servicios.

Hay que retomar los referentes, no perder el sentido político. Somos los que buscamos beneficios para el pueblo contra los que quieren beneficios solo para ellos. En la conversación telefónica entre Mendoza, el parásito mayor, y Haussmann, el tecnócrata ladrón, lo ilustraron claramente: «Yo estoy en guerra», dijo uno de ellos. ¿Guerra contra quién? ¿Quién es su enemigo? El engaño quiere creamos que su enemigo es el gobierno de Nicolás. Pero si vemos a quiénes están atacando directamente los ricachones y sus sirvientes nos damos cuenta de a quién le han declarado la guerra: su enemigo somos nosotros, su enemigo es el pueblo.

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