Marco Antonio Moreno-

 

El siempre creciente flujo de dinero en efectivo que inundó a los mercados emergentes desde mediados de los años 80 podría estar llegando a su fin y arrojar a la economía mundial por el despeñadero. Las políticas que impulsaron la desregulación financiera en los años 80 no tuvieron en cuenta que la promesa del crecimiento continuo -como ofrecía la corriente monetarista- era una falacia. Ahora que se han alcanzado los límites en el crecimiento, la inversión, el comercio y el empleo, y cuando el estancamiento secular parece ser el único horizonte, los flujos de capital se desvanecen. La reversión de estos movimientos financieros por primera vez en tres décadas comienza a provocar un nuevo foco de desestabilización a la ya inestable economía global.

Desde mediados de los 80 los flujos de capital se convirtieron en el motor de los países emergentes al impulsar cuantiosas inversiones en estos países. La inyección creciente de estos recursos facilitó el desarrollo y ayudó a impulsar la economía y sacar de la pobreza a cientos de millones de personas. Pese a que los resultados no siempre eran del todo favorables, los movimientos de capital adquirieron su propia dinámica y los países fueron eliminando las barreras para que entraran e intervinieran libremente en la economía. Ni la crisis mexicana de 1994 ni la crisis asiática de 1997 lograron menguar la fuerza de los flujos de capital pese a dejar al descubierto sus falencias. La economía se hizo altamente dependiente del capital financiero y esto fue potenciado y llevado a sus límites por la banca.

Ahora que estos flujos se han debilitado considerablemente se complica el escenario para los países emergentes que comienzan a sufrir una seria estrechez financiera. Según un estudio del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), la salida de capitales de estos países se está acelerando y este año superará a los ingresos por primera vez desde 1988. La desaceleración económica en China y la incertidumbre a una subida de tipos en EEUU son los causantes de este escenario atípico.

Según los últimos cálculos del IIF, los mercados emergentes recibirán este año inversiones por valor de 548.000 millones de dólares, una cifra ínfima si se compara con 1,074 billones del año pasado. En términos de PIB, las inversiones sólo alcanzarán el 2% cuando en 2007 suponía el 8%.

La caída de la inversión ya comienzan a sufrirla China, Brasil, Nigeria y otras 30 economías para las que no empiezan a salir las cuentas, ya que si a estas inversiones se le resta la salida de capitales de 1,089 billones de dólares el saldo negativo para este año es de 541.000 millones de dólares. Las salidas no son sólo en acciones, sino que las divisas y los bonos también sufren las dudas.

La desaceleración china no solo se limita a China, sino que golpea al resto del mundo. En los últimos 30 años los países emergentes construyeron su economía en base a las exportaciones a China. Brasil basó gran parte de su economía desenterrando el hierro para alimentar el auge de la producción acerera de China. Con esto, Brasil se convirtió en el segundo mayor exportador de hierro después de Australia.

Dinámica devaluatoria
Pero las acereras chinas no están rugiendo hoy como en años anteriores y su producción de acero ha tenido un descenso sin precedentes en los últimos 20 años. Esto tiene hoy el precio del hierro un 60 por ciento por debajo de su valor de 2013. Y a medida que los precios del hierro se han desplomado también lo han hecho los ingresos de los exportadores de este gran mineral como Brasil. Esto ha llevado al real brasileño a caer más de un 40 por ciento frente al dólar.

La dinámica brasileña se repite en todo los países emergentes que confiaron sus exportaciones de materias primas a China. El rublo ruso se ha devaluado un 45 por ciento respecto al dólar, el peso colombiano ha caído un 32 por ciento mientras la lira turca ha descendido un 27 por ciento respecto al billete verde. Las monedas de Indonesia, Malasia y Sudáfrica también han sufrido caídas significativas.

Este cambio de tendencia se encuentra estrechamente ligado con el proceso de desaceleración económica que está sufriendo china. Después de crecer a tasas de dos dígitos durante 30 años se encuentra sincerando un crecimiento en torno al 5 por ciento. China no será el comprador agresivo que hemos visto en los últimos años y puede hacer continuar la caída de los precios de las materias primas.

Esto generará serias dificultades en los países en los que las empresas se endeudaron de más en los últimos años, sobre todo en dólares. Corren el riesgo de crecientes quiebras corporativas y un debilitamiento de las inversiones. Los países con más peligro son los que combinan altos déficits por cuenta corriente, un fuerte endeudamiento empresarial en divisas extranjeras e incertidumbres políticas agudas. En las grandes economías de los mercados emergentes la deuda de las empresas no financieras se cuadruplicó entre 2004 y 2014. En este contexto, bastaría un leve movimiento al alza en la tasa de interés de la Reserva Federal para que estas empresas se vayan a la quiebra y arrojen al desempleo a miles de trabajadores.