Marcos Piña

Días pasados, la presidenta argentina, Cristina Kirchner, hizo referencia a un artículo del ex premio nobel de economía Joseph Stiglitz, titulado «La farsa del TPP» que la propia Cristina recomendó leer y que ella misma hiciera publicar en su página de facebook.

El artículo, Stiglitz (muy admirado por la presidenta) advierte: «El mayor acuerdo regional de comercio e inversión de la historia no es lo que aparenta ser».

«….Oirá mucho sobre la importancia que tiene el TPP para el “libre comercio”. La realidad es que este es un acuerdo para administrar las relaciones comerciales y de inversión de sus miembros y para hacer esto en representación de los más poderosos lobistas de negocios de cada país.

el TPP implementaría una agenda que, en los hechos, funcionaría en contra del libre comercio.

considere lo que haría el acuerdo en cuanto a ampliar los derechos de propiedad intelectual de las grandes compañías farmacéuticas, tal como nos dimos cuenta al leer versiones del texto de negociación que se filtraron al exterior.

La investigación económica muestra claramente las razones por las que tales derechos de propiedad intelectual conducen, en el mejor de los casos, a que la investigación farmacéutica sea débil.

las disposiciones del TPP van a restringir la competencia abierta y elevarán los precios que pagan los consumidores en EE.UU. y en todo el mundo – esto se constituye en un anatema para el libre comercio.

El TPP administraría el comercio de productos farmacéuticos a través de una variedad de ostensiblemente arcanos cambios en las reglas, sobre temas tales como la “vinculación de patentes”, la “exclusividad de los datos” y los “productos biofarmaceúticos”.

El resultado de esto es que a las compañías farmacéuticas se les permitiría alargar prácticamente – y algunas veces casi indefinidamente – sus monopolios de medicamentos patentados, así como mantener fuera del mercado a medicamentos genéricos más baratos y bloquear, durante muchos años, la introducción de nuevos medicamentos por parte de competidores “biosimilares”. Esta sería la forma como el TPP administraría el comercio en lo que respecta a la industria farmacéutica, si EE.UU. se sale con la suya…..»

Es decir, la presidenta argentina recomendó el artículo de Joseph Stiglitz, aunque en su mandato hizo todo lo contrario, pues en materia de propiedad intelectual estableció un escandaloso pacto con Monsanto justificado en que ahora la Argentina tenía patentes del CONICET y que por lo tanto se reconocería la propiedad intelectual de las nuevas semillas de variedades transgénicas intacta RR pro supuestamente desarrolladas por una investigadora argentina que la propia presidenta promocionó como modelo de la ciencia y tecnología nacional, cuando en realidad (no sabemos si por ignorancia supina o negociados descarados) esos desarrollos fueron auspiciados por Monsanto para que una universidad nacional realizara la investigación dirigida, luego patentara el desarrollo y transfiriera los derechos a una subsidiaria de la trasnacional en Argentina.

Es contradictoriamente hipócrita decirpor un lado que se defiende los medicamentos genéricos, y por el otro reconocerle derechos de propiedad intelect ual a Monsanto, simplemente porque la propiedad intelectual y las patentes son un único mecanismo de creación de monopolios se trate de la rama de la industria que sea.

La presidenta describe como maravillosos los desarrollos de especies transgénicas en manos de Monsanto y nos quiere recomendar leer un artículo de Stiglitz que probablemente no haya entendido: al menos hubiera hecho silencio para no evidenciar su propia torpeza de argumentos infundados, falaces y antagónicos con el supuesto predicamento anticapitalista salvaje.

Compañera Cristina: Nada más salvaje que la propiedad intelectual y las patentes.