Darío Pignotti-Página12
Desde Brasilia
Dilma lo dijo sin eufemismos y ante un auditorio calificado: la oposición se apresta a dar un “golpe democrático a la paraguaya”. Fue durante la reunión de gabinete convocada de urgencia el jueves pasado antes de embarcar hacia Colombia para una visita de Estado que debía ser de 48 horas pero se acortó a menos de 12 debido a la escalada de la crisis.
Tres ministros revelaron que Rousseff citó el ejemplo paraguayo para alertar a su equipo de colaboradores sobre lo que puede ser una inminente embestida destituyente, quizá la semana próxima.
De acuerdo con esas fuentes, luego de citar el presunto plan para derrocarla Dilma, agregó “sólo que Brasil no es Paraguay, porque aquí tenemos instituciones fuertes”, publicó ayer el diario Folha de Sao Paulo.
Los dichos de Dilma citados por el diario paulista causaron ayer un roce diplomático con el gobierno de Asunción que expresó su “sorpresa y desagrado” al embajador brasileño José Felicio. Este comentario atribuido a Dilma durante una reunión de gabinete en el Palacio del Planalto fue el segundo, sobre el mismo tema, formulado en cuatro días.
El lunes, ante decenas de periodistas, al presentar su nuevo equipo de gobierno, la presidenta había dicho a sus colaboradores que se preparen para trabajar duro hasta 2018, fecha en la que finaliza su mandato según lo establece la Constitución. Esa afirmación, con la que cerró su discurso, fue entendida como un aviso de que no piensa dejar el gobierno ya sea renunciando o aceptando el impeachment sin presentar resistencia.
En 2012 el Congreso de Paraguay juzgó y destituyó en tiempo record al presidente Fernando Lugo, que fue sucedido por el hasta entonces vicepresidente Federico Franco. Luego de la caída de Lugo, el gobierno de Brasil votó por la suspensión transitoria de Paraguay como miembro del Mercosur hasta la celebración de nuevas elecciones.
El jueves, al comparar el actual escenario en Brasilia con el de Asunción hace tres años, Dilma estaba flanqueada por su jefe de Gabinete, Jaques Wagner, del Partido de los Trabajadores (PT), y el vicepresidente Michel Temer, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Los ministros que estuvieron en la reunión describieron con qué gesto reaccionó Michel Temer cuando se evocó la traición del ex vicepresidente Federico Franco hacia el presidente Lugo. Las declaraciones de las últimas semanas de Michel Temer sobre Dilma, cuando dijo que dudaba que pueda terminar el mandato, siembran sospechas sobre su lealtad hacia la mandataria.
Las sospechas son sobre Temer y parte del PMDB cuyo comportamiento en el Congreso es ambiguo. Un sector “pemedebista” manifiesta su respaldo al gobierno y otro, minoritario, encabezado por Eduardo Cunha, expresa su abierta adhesión a la fórmula destituyente.
La eventualidad de un “impeachment relámpago” es considerada probable en Brasilia donde se tienen en cuenta un conjunto de circunstancias, entre ellas la vulnerabilidad de un gobierno acorralado por la crisis política, la recesión económica y al cual no le responden sus bases en el Parlamento. Y la urgencia de Cunha por desatar una un escenario de “tormenta perfecta” a fin de salvar su propio pellejo. Esto porque según noticias publicadas en la noche de ayer la Justicia de Suiza confirmó que es la firma de Cunha la que aparece en documentos bancarios ligados a cuentas secretas en las que se habría lavado dinero del escándalo Petrolao a expensas de la petrolera Petrobras.
Convencido de que no podrá escapar a las evidencias en su contra, Cunha, del PMDB, conocido por su audacia, daría curso al trámite que inicia el impeachment en complicidad con un sector del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), el conducido por Aécio Neves, ex candidato presidencial en 2014. Otro sector del PSDB, con Fernando Henrique Cardoso a la cabeza, apoya la salida de Dilma pero estima que es temerario aliarse a Cunha, quien además de lavar dinero en Suiza depositaba plata sucia en cuentas de una iglesia evangélica. Claro que para perpetrar el impeachent relámpago los grupos destituyentes, comandados por Cunha y Neves, necesitarán contar con mayoría en el recinto, y es esto lo que el gobierno pretende impedir.
En paralelo a las intrigas palaciegas sigue en curso la propaganda para legitimar el golpe blando. Un analista importante de la cadena Globo dijo ayer al mediodía en una radio del grupo que sería un “error” adelantar el impeachment. Didáctico, el periodista recomendó a los dirigentes opositores, en especial Cunha y Neves, que moderen su impaciencia y en lugar de votar en el juicio por impedimento la semana que viene, se dediquen al trabajo de “explicar” a la opinión pública que destituir a Dilma “no es golpe”.
Igual que Globo, otras empresas de noticias machacan a diario sobre la idea de que voltear a la presidenta es “parte del juego democrático”. Para tornar más digerible al golpe blando varios medios se valen de argumentos como aquel que justifica el fin del mandato anticipado en el hecho de que popularidad de la presidenta está por el piso (10 por ciento según Ibope). Un artificio que sitúa en un pie de igualdad al resultdo de encuestas (no siempre fidedignas) con la legitimidad surgida de 54 millones de votos obtenidos hace 12 meses.
Para confrontar con ese discurso el último jueves fue lanzado en San Pablo el Frente Pueblo Sin Miedo, formado por movimientos populares y organizaciones gremiales como la Central Unica de los Trabajadores, ligada a PT. “Nosotros nos posicionamos contra toda salida propuesta por la derecha, empezando por el impeachment” explicó Guilherme Boulos, coordinador del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo.
Desde el flamante Frente se proponen impedir el ajuste neoliberal del ministro de Hacienda Joaquim Levy y disputarles las calles a las clases medias entusiasmadas con la salida de Dilma para lo cual hasta justifican aliarse con Eduardo Cunha, el de las cuentas en Suiza. El poderoso diputado evangélico además de su alevosía golpista ha defendido en el Congreso “una agenda que ataca a los derechos de los trabajadores, apoyando la ley de tercerización laboral que nos hará volver a la época de la esclavitud” aseguró Adilson Araújo, de la Central de los Trabajadores de Brasil.