Alberto Dearriba-tiempo.infonews.com
La magra diferencia exhibida en la elección de ayer entre el candidato peronista del Frente para la Victoria (FPV), Daniel Scioli, y el conservador de Cambiemos, Mauricio Macri, fue vivida como un triunfo de la oposición y obliga a definir en segunda vuelta quién sucederá a Cristina Fernández, a partir del 10 de diciembre próximo.
La ciudadanía deberá dilucidar por primera vez en la historia en un balotaje que se realizará el 22 de noviembre el pleito entre el candidato oficialista que propone construir a partir de lo hecho por el kirchnerismo en doce años de gobierno y el que pretende retornar a un modelo más afín al mercado que al Estado.
La elección se vivió como una derrota en el oficialismo porque sus adeptos esperaban liquidar la cuestión en primera vuelta, en tanto el segundo puesto de Macri, a escasos puntos del ganador, fue saludado con globos y bailes en virtud de que Cambiemos consiguió el objetivo que se fijó tras las primarias, que era llegar al balotaje.
Desde su irrupción en la escena política nacional a mediados del siglo pasado, el peronismo sólo fue derrotado en elecciones presidenciales libres por los radicales Raúl Alfonsín en 1983 a la salida de la última dictadura militar y Fernando de la Rúa en 1999, cuando el modelo neoliberal estaba en sus últimos estertores. Pero nunca un candidato de perfil claramente conservador consiguió desafiarlo electoralmente del modo que lo hizo Macri.
Los magros resultados del FPV quedaron patentizados en los cómputos de la provincia de Buenos Aires, el distrito histórico del peronismo, que absorbe el 37% del padrón nacional. En ese territorio estratégico, Scioli obtuvo una escasa diferencia a su favor y la candidata macrista a gobernadora, María Eugenia Vidal, derrotó inesperadamente al postulante kirchnerista, Aníbal Fernández.
La pésima elección del oficialismo en la provincia rememoró la derrota de Néstor Kirchner en 2007 como primer candidato a diputado nacional, frente a un advenedizo en política, Francisco de Narváez. Aquel resultado tiñó el comicio de un modo que fue leído como un triunfo opositor, pese a que el FPV había resultado la fuerza más votada a nivel nacional. Ayer ocurrió algo parecido.
Con un claro perfil de derecha, el alcalde porteño logró encolumnar al radicalismo, que sólo padeció la mínima disidencia de los progresistas de Margarita Stolbizer, mientras que el FPV sufrió la fractura de Sergio Massa, que terminó restándole votos que hubieran podido consagrar a Scioli en primera vuelta.
Es difícil predecir cuál será el destino en el balotaje de los votos de la izquierda que concentró Nicolás del Caño, como los de los progresistas que optaron por Stolbizer, pero es más natural que los electores de Adolfo Rodríguez Sáa y, fundamentalmente, buena parte de los de Massa, se inclinen por Scioli.
Algunos sondeos con simulación de balotaje realizado con antelación a la elección de ayer, detectaron precisamente que más electores de Massa preferían votar a Scioli que a Macri en una eventual segunda vuelta.
En realidad, aunque el caudal de sufragios de quienes no votaron a Scioli ni a Macri se dividiera por mitades, el candidato oficialista ganaría el balotaje, ya que conservaría la escasa diferencia que logró ayer. Sin embargo, la ventaja tan fina y el envión que Macri recibió ayer en las urnas, amenazan con cumplir con la sentencia turfística que sostiene que «caballo que empareja, gana».
La necesidad de pescar los votos peronistas que se fueron con Massa y de los kirchneristas disconformes con la tibieza de Scioli, apareció claramente en el discurso pronunciado anoche por el candidato oficialista, aún antes que se supiera públicamente con certeza que habría segunda vuelta. Scioli adoptó un tono enérgico y un contenido claramente peronista, que no utilizó tanto en la campaña al tratar de conquistar electores independientes.
Convertido en árbitro de la porfía, Massa dijo que en los próximos días convocaría a una reunión nacional de su fuerza en la que seguramente el Frente Renovador definirá una posición ante la segunda vuelta, habida cuenta del papel en que lo ubicó la historia.
Macri también apuntó en su discurso al voto peronista al reivindicar una vez más las ideas de la justicia social, que no hace mucho tiempo eran consideradas una rémora por el alcalde porteño, hasta que descubrió que en la Argentina no es posible llegar al gobierno sin votos peronistas.
En las primeras horas de la madrugada todavía faltaban computar buena parte de los votos, por lo que cualquier análisis se tornaba un tanto prematuro. Lo único cierto es que al gobierno no le fue bien ayer y que Macri resultó el ganador político de la jornada, aunque matemáticamente no lo haya sido. «
El balotaje rompió el invicto
Los argentinos elegirán por primera vez en la historia a un presidente de la Nación mediante el sistema de balotaje electoral introducido en la Constitución durante la reforma de 1994, luego de que ni el candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, ni el de la alianza conservadora Cambiemos, Mauricio Macri, obtuviera el porcentual de votos o la diferencia necesaria para consagrarse en la primera vuelta electoral.
Este mecanismo originado en Francia fue establecido manu militari en 1973 por el general Alejandro Agustín Lanusse para complicar al peronismo en la elección que definiría al jefe de estado democrático que sucedería a la dictadura.
Los militares dispusieron que para llegar a la presidencia de la Nación el ganador debía superar el 50%, porque de lo contrario, debía realizarse una segunda vuelta electoral en la que podrían participar todas los postulantes que hubieran superado el 15 por ciento de los sufragios.
El objetivo militar de frenar al peronismo se frustró porque el candidato del Frejuli, Héctor J. Cámpora, arañó el 50%, por lo que el radical Ricardo Balbín declinó su candidatura y el peronista quedó consagrado automáticamente como presidente electo. En 1994, Raul Alfonsín y Carlos Menem acordaron incorporar el ballotage a la Constitución y definieron un sistema en el que el ganador debía conseguir el 45% de los votos, o bien el 40% y 10 de ventaja sobre su más inmediato perseguidor. En la primera elección realizada tras la reforma constitucional de 1994, Menem obtuvo casi el 50% en primera vuelta y en 1999, Fernando de la Rúa consiguió el 48,37, pero en 2003 Menem sumó el 22,45% y Néstor Kirchner el 22,24%, por lo que correspondía realizar por primera vez una segunda vuelta. Sin embargo, el riojano dimitió convencido de que sería derrotado y con el objetivo de deslegitimar el triunfo de su adversario, que fue consagrado así presidente con escasos votos, pero construyó luego un amplio consenso popular por su obra de gobierno. Desde que en 1951 el peronismo instauró el voto femenino con el impulso de Eva Perón, lo cual universalizó realmente el voto popular, sólo Kirchner y el radical Arturo Humberto Illia, que llegó al gobierno con algo más del 30% de los votos en 1963, cuando no se aplicaba el ballotage, hubieran necesitado una segunda vuelta electoral.
Perón obtuvo el 62,49% en 1951 y 61,83% en 1973; Frondizi arañó el 45% en 1958; Alfonsín obtuvo casi el 52% en 1983; Menem el 47,5% en 1989 y casi el 50% cuatro años después, en tanto De la Rúa logró el 48,37% en 1999.
Si bien el sistema de doble vuelta no fue aplicado nunca hasta ahora en la Argentina para definir la presidencia de la Nación, fue utilizado en cambio desde 1973 para elegir a 22 gobernadores provinciales, a 14 senadores nacionales y a cuatro jefes de gobierno porteño.
En la Capital Federal, no se llegó en 2000 a aplicar el ballotage porque Domingo Cavallo desistió ante el frepasista Anibal Ibarra; en 2003 Ibarra derrotó en segunda vuelta a Macri; en 2007 y 2011, Macri vencio al kirchnerista Daniel Filmus del mismo modo y en julio pasado, el macrista Horacio Rodriguez Larreta derrotó a Martín Lousteau.