Humberto Gómez García
El presidente neogranadino Juan Manuel Santos se ha caracterizado por estos días por cometer un sin fin de voluminosos errores políticos donde se está evidenciando la carencias de políticas para dar respuestas políticas a la grave crisis -no precisamente humanitaria sino política y económica- que se ha generado por el oportuno cierre de la frontera venezolana/colombiana ordenado por el presidente Nicolás Maduro y la soberana decisión de decretar el Estado de Excepción en 10 municipios del estado Táchira.
La reacción de los factores políticos de poder colombianos -entiéndase la oligarquía, las mafias económicas, los grupos paramilitares que comandan el capo Barito y todas las estructuras del poder- no esperaban aquel misil que lanzó el presidente Maduro. La causa fue el artero ataque que un grupo de terroristas paramilitares lanzó contra una patrulla de militares venezolanos que estaban investigando un contrabando de alimentos. La acción fue en pleno día, en una céntrica calle y sorprendió tanto al Ejército como al Gobierno. Aquel artero ataque fue, para decirlo en lenguaje coloquial, la gota que rebasó el vaso de una situación irregular que se toleró por muchos años y que prácticamente, no las ciudades tachirenses sino el Estado Táchira todo estaba en manos de mercenarios extranjeros, de terroristas, contrabandistas, narcotraficantes ante la práctica inacción del Estado venezolano.
¿Midieron los mandos terroristas paramilitares colombianos, el propio expresidentes Uribe que es quién dirige la estrategia invasora/secesionista del estado Táchira, las consecuencias de aquella emboscada a los militares venezolana en la ciudad y a plena luz del día? ¿Qué venía después de aquel artero ataque a traición, que no fue en lo absoluto iniciativa del grupo paraco/terroristas sino que recibieron la orden desde los altos mandos paramilitares?
Sin dudas que había un plan militar de gran envergadura para atacar a Venezuela que iba mucho más allá de una emboscada, plan elaborado en los mandos paramilitares en Cúcuta y Bogotá. Lo que no se logró durante las guarimbas y el plan ‘La salida’ de 2014, donde Uribe y su mini ejército paramilitar se empleó a fondo intentando apoderarse del Táchira, con el apoyo indiscutible de los alcaldes fascistas -Ceballos y compañía- que no sólo permitieron aquel acto monstruoso de abrirle las puertas del país a grupos mercenarios, sino que participaron enmascarados en las acciones paramilitares como activistas de los grupos de voluntad impopular y primero injusticia buscando derrocar el gobierno. Una explosiva combinación antinacional que pudo haberle permitido que el territorio del Táchira pasara a ser controlado por el secesionismo colombiano que ambicionaba -se lo dice Uribe a J J Rendón en un correo electrónico jactándose de ser el virtual dueño de la media luna venezolana,- la llamada medialuna venezolana, integrada por los estados Táchira, Mérida, Trujillo, Zulia y Apure.
El gobierno, las Fanb y el pueblo venezolano derrotaron militarmente a las guarimbas en Táchira y el resto del país, pero en el estado andino la oligarquía colombiana cambió la estrategia, se recrudeció la guerra económica, el contrabando como gran insdustria, el robo de gasolina, la penetración de grupos paramilitares que llegaron a controlar importantes zonas en todo el estado. Fueron redimensionadas, en primer lugar, las políticas de destruir la moneda venezolano en una combinación internacional de Colombia, Estados Unidos y España -Miami, Bogotá/Cúcuta, Madrid-. Se afinó la política del contrabando en una alianza antivenezolana de la oligarburguesía venezolana y la oligarquía colombiana, y se monta una verdadera industria binacional del contrabando, industria aún no desmontada, el contrabando en gran escala es hacia Colombia por la extensa frontera tachirense, por las trochas, por los puentes internacionales, pero también por mar desde Falcón, Sucre; por las fronteras de Amazonas, Apure, Bolívar.
Todo eso y mucho más ha quedado al desnudo y en evidencia. Nada más que hacia Cúcuta llega un volumen tan gigantesco de comida que se alimentan con ella entre 8 y 10 millones de colombianos mensualmente, por eso no hay comida en los anaqueles de los supermercados de Caracas y otras ciudades de Venezuela. Por ello la decisión del cierre indefinido de la frontera agarró al bandidaje colombiano fuera de base. Ya no pueden venir los cuarentamil vehículos diarios desde Cúcuta a llevarse un millón diario de litros de gasolina. Claro, no estamos contando la gasolina que se llevan por las trochas fronterizas, por los ríos, por mar. Algo está podrido en Pdvsa que hay que estirpar, pues la gasolina sale de los llenaderos, pero una poderosa mafia enquistada en altos cargos de dirección en la empresa petrolera se mueve clandestinamente y desvía un 40% de esa gasolina para sacarla de contrabando.
El presidente Santos cambió la política de Estado y de la diplomacia por las políticas mediáticas, del marketin publicitario, de la mentira y la infamia contra Venezuela y su gobierno a través del micrófono y las campañas mediáticas. Apeló a un discurso demagógico para ganarse la voluntad de los infelices cucuteños que le exigen ingenuamente gobierne para los pobres. Los indocumentados expulsados de Venezuela, mezcla de bachaqueros, paracos y otros especímenes igualmente alborotados y preocupados porque ya no tienen la teta venezolana de la que han mamado por años de manera inmisericorde.
Mientras Santos acompaña su discurso de infamias con gestos destemplados por las televisoras de Colombia y del mundo capitalista, sus paisanos de las bandas paramilitares del expresidente terrorista, llaman desde la Plaza Bolívar de Bogotá y otras ciudades, ante la imagen de Nicolás Maduro, al asesinato público de éste y Santos no parece enterarse de lo grave y peligroso que es esa campaña fascista. Llama un diálogo pero pone condiciones. Comete error tras error. Manda a su siniestra ministra del exterior a un show distraccionista dizque a conversar con Venezuela sobre los daños que a nuestro país el contrabando, el paramilitarismo, etc., etc. y había que ver a la damisela compungida, hipócrita, reconociendo el daño que se le hace a nuestro país, y mientras hacía su show, desde Cúcuta el presidente Santos la desautoriza y pone en ridículo y la muy boba se cala aquella humillación y después, más rastrera aún, sale desde Cúcuta a decir infamias y estupideces sobre la posición venezolana y a desdecirse de todo lo que dijo en la reunión con nuestra ministra de relaciones exteriores por la televisión de los dos países.
La política colombiana hacia Venezuela está llena de infamias como aquella del Procurador que piensa pedir a la Corte Internacional que pongan preso en el exterior al presidente Maduro y a otros dirigentes civiles y militares venezolanos y con el cuento de los derechos humanos hasta está imaginando una guerra entre los dos países. Una fundición de los tapones colectivo a todo el Ejecutivo colombiano.
¿Ese presidente Santos es el que supuestamente está buscando la paz con las Farc?
Tamaño pillo, embustero, cara de tabla ¿creen que va a respetar, junto al resto de la oligarquía colombiana y el imperialismo, los acuerdos de paz a los que se lleguen en La Habana?
Yo lo dudo. No me trago esa píldora. Me viene a la memoria lo ocurrido con la Unión Patriótica: 5 mil asesinados después de pacificarse. ¿Será ese el destino de los guerrilleros después que se pacifiquen? Ojalá me equivoque.