¡Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con hombres!

Federico Nietzsche

 

Como de costumbre, me dirigía hacia el café para encontrarme con Anacleto. Había apresurado el paso pues pensaba que llegaría tarde. El timbrar de mi teléfono celular me hizo detener la marcha y al mirar en su pantalla pude ver que quién llamaba era con quién disponía encontrarme. Al activar la llamada sólo tuve oportunidad de escuchar: “Hermano te habla Anacleto y no tengo mucho saldo. Así que escuchá lo que te tengo que decir. Estoy en la frontera con Colombia informándome in situ de los acontecimientos. Aquí en La Raya hay un berenjenal porque piensan que en cualquier momento también la cierran”. Hizo una pausa y continuó: “Aquí cada quién cree lo que le da la gana; unos le creen a Santos con aquello de los atropellos y otros piensan que es mentira. Lo más triste son nuestros politiqueros de turno que tratan de pescar en río revuelto, que no pierden una oportunidad pa’ caele a leña al gobierno y a Nicolás, con o sin razón. Andan apuraos ya que quieren aprovechá hasta el último minuto, que según ellos les queda, pa’ bachaqueá y hacerse de una buena lana pa’ aguantá lo que les venga. Quieren seguir engañando a nuestros hermanos indígenas pa’que les hagan el trabajo sucio; todavía hay quién cae, ¡Qué vaina! ¿no?”. Ni siquiera me dejó preguntarle como estaba y remató diciendo: “Por esta frontera no he visto al primero que voluntariamente se haya ido, ya que saben que del otro lado están los que nunca se ocuparon de ellos, los que les robaron sus tierras o le mataron a algún familiar, y aquí han vivido tranquilamente. Bueee, después te cuento, que se me acabó el saldo”.

No hace falta leer el informe “Arco Iris”, ni conocer a fondo la “Masacre de Macayepo”, ni hablar del “Pacto de Ralito”, ni recordar los hechos ocurridos en San José de Apartadó, vereda del municipio de Apartadó (Antioquia), donde degollaron y descuartizaron a unos inocentes niños, ni mencionar a las “Convivir”, ni señalar a la organización criminal “Los Doce Apóstoles” de Santiago Uribe Vélez, hermano de Don Varito, ni relacionar a “Santander Lozada”, “Don Berna”, “Diego Vecino” y “Jorge 40” con el ex-presidente, ni hablar de los falsos positivos, porque bien lo dijo el senador colombiano Horacio Serpa: “Todos los caminos conducen a Uribe”, tanto así, que en febrero de 2007, otro senador colombiano, Jorge Enrique Robledo, sugirió el nuevo término «parauribismo”.

¿Debemos entonces preguntarnos el por qué del éxodo de hermanos colombianos a nuestro territorio? ¿No es obvio? En los años 60’ llegaron miles de colombianos a Venezuela llorando por la muerte de sus familias en tierra neogranadinas por la guerra interna desatada, desde que en 1948 asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán, que dejó unos trescientos mil muertos. En los 80’ llegaron porque en Colombia surgió una nueva clase económica: la de la producción y exportación de drogas, para lo que necesitaban mano de obra y tierras. En los 90’ se dio inicio a la guerra de limpieza social contra la población inerme que encarnó y cumplió Uribe, con el apoyo al paramilitarismo y sus fuertes nexos, desde su época de “Director de la Aeronáutica Civil”, con el narcotráfico. Esta “política” de limpieza social aumentó en los 2000’, durante sus mandatos presidenciales, lo que causó el “desplazamiento forzoso” de miles de campesinos que fueron despojados de sus tierras, sus mujeres violadas y sus niños asesinados.

Ya hemos dicho que en Venezuela viven más de cinco millones de colombianos, desde hace años, que llegaron buscando un mejor porvenir y que lo encontraron. En su “nueva patria” han recibido la atención que ninguno de los gobernantes neogranadinos del 48 para acá les ha brindado: vivienda, atención médica, estudios tanto para ellos como para sus hijos, y sobre todo, trabajo digno. Muchos han aprendido aquí a escribir COLOMBIA. Es cierto, quizá pudo ser mejor aún, pero el cariño de hermano que han recibido suple algunas falencias. No hay comparación entre los que hacen vida aquí con los que viven en El Jarillón, que llevan años solicitando ayuda, porque fueron desplazados por sus propias autoridades a fuerza de atropellos, maltratos y palos, y no reciben respuestas. Aquí existen aún algunos indocumentados, por negligencia propia o por temor a ser deportados, que llevan más de treinta años, y que, como son gente trabajadora, viven tranquilos. Pero, ¿y todos aquellos hermanos neogranadinos, olvidados y excluidos por su gobierno, que pueblan la frontera, y que no pueden regresar a sus tierras sólo porque algún parauribista pudiera sospechar que podrían ser auxiliadores de la guerrilla, como justificación para robarle sus tierras y pertenencias, violar sus mujeres y asesinar sus niños; o por no aceptar el trabajo esclavizante de los grupos del narcotráfico?

Bueno, para ellos la rancia oligarquía colombiana ha creado un nuevo “trabajo”: el “bachaqueo”. Sin duda alguna, el paramilitarismo, apoyado por la derecha mantuana neogranadina, son los encargados de manejar el negocio en la frontera, sobre todo del “bachaqueo”, pues son los que escoltan los vehículos en los que transportan “la carga”, para que ésta llegue segura a su destino. Manejan grandes capitales porque obtienen ganancias de más del 2000% a 3000% y es apoyado por su gobierno, o sea, legal. Y con los productos que extraen ilegalmente de Venezuela, resuelven el abastecimiento de casi diez millones de personas del vecino país, que habitan a lo largo y ancho de la línea fronteriza. Ah, y utilizan esas mismas ganancias para golpear nuestra moneda. ¿Qué economía puede aguantar tal desangre?

En verdad causa hilaridad escuchar a los expresidentes Gaviria, Pastrana y Uribe, por sólo mencionar algunos, y al Presidente Santos, hablar de violación de los derechos humanos para con los “ilegales” deportados, si ellos han sido los primeros violadores de los derechos de 40 millones de colombianos. ¿Alguno de ellos veló alguna vez por el bienestar de su pueblo? ¿Por qué no dicen lo mismo cuando la deportación se las hace España, USA, Inglaterra, Israel, Francia, etc.? Como dijo una desplazada interna en Colombia: “Como va a salir Santos a hablar de violación de derechos humanos a mil y pico de colombianos ilegales deportados de Venezuela, y a acusar a Maduro de inhumano, cuando él jamás se ha acercado a estas quince mil familias desplazadas, que vivimos desde hace años en cambuchas pasando necesidades. Y eso que estamos en nuestro propio país”.

Santander no tuvo la visión de grandeza para la patria como la tuvo Bolívar. Hoy Santos se deja influenciar por quién fuera su jefe hasta no hace mucho y por la rancia oligarquía mantuana, mientras Maduro habla de paz, en una nueva frontera, por mandato de su pueblo. Anacleto cree en el amor bacano y verraco que Venezuela siente por Colombia. Los colombianos de bien viven felices en nuestra patria. Nuestra oposición apátrida sigue soñando con el voto castigo. Por eso no tienen pueblo y por eso ¡NO VOLVERAN!

 

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