EL QUINTO PATIO
CAROLINA VÁSQUEZ ARAYA
El entusiasmo colectivo ha llevado al país a experimentar uno de los momentos más intensos de su historia reciente. Y no en el sentido negativo, como ha sucedido con demasiada frecuencia durante los últimos años, sino marcado por un renacer de las esperanzas de cambio. El despertar ciudadano tenía que surgir algún día —nadie sabía cuándo— pero los excesos y abusos de la administración de Otto Pérez Molina y su círculo, gatillaron la indignación reprimida durante décadas de corrupción y deterioro del país.
Lo que viene será, sin duda, uno de los mayores desafíos a los que se han enfrentado la institucionalidad y la sociedad en su conjunto. Viene un cambio de estructuras, modos de gobierno, fiscalización y sobre todo la readecuación mental de todo un pueblo hacia la participación activa y la toma de conciencia respecto de la responsabilidad de todos en la conducción de la política nacional. Sin embargo, para comprender la envergadura del reto será imprescindible iniciar un proceso de reflexión y estudio profundo de la problemática desde las bases mismas de los distintos sectores, con el fin de arrancar un proceso de educación cívica y un mapeo del papel jugado por cada ciudadano en este proyecto de nación, ejercicio indispensable en la nueva etapa que comienza. Esta será la parte difícil.
La ciudadanía no está acostumbrada a participar y aun cuando esta vez sus acciones fueron determinantes para lograr algo tan impactante como la caída del gobernante y los demás funcionarios de su entorno, ese hecho no garantiza un giro radical y permanente de actitud hacia la participación activa y sostenible en los asuntos de política gubernamental. La necesidad de fortalecer la participación ciudadana ha quedado en evidencia, pero existe también una tendencia al acomodo provocada por décadas de gobiernos corruptos, autoritarios unos y negligentes otros, pero todos ejerciendo un poder basado en la secretividad y el clientelismo.
Romper los hábitos es una de las tareas más difíciles para un ser humano, pero se complica mucho más en sociedades altamente segmentadas, con una conflictividad creada a partir de la discriminación, el racismo y la marginación de grandes sectores condenados a la pobreza extrema. La irresponsabilidad de los gobernantes —y han sido todos desde el inicio de la era democrática— ha dado, hasta ahora, el resultado de profundizar el subdesarrollo con el propósito de tener un pueblo fácilmente manipulable, tal y como se aprecia en algunos sectores durante las campañas proselitistas con la compra de votos a cambio de bolsas de alimentos, estrategia perversa que pone en evidencia la ruindad de la clase política.
La nueva visión de nación es un ejercicio esencial al cual se deberán aplicar todas las fuerzas vivas del país. Esta visión, sin embargo, deberá surgir no de los centros de poder, sino desde lo más profundo de esa Guatemala joven, rural y urbana cuya marginación la ha tenido condenada al silencio, pero la cual por fin ha alzado la voz para dejar muy claro que no está dormida, no está sometida y tampoco está dispuesta a callar.
elquintopatio@gmail.com
Lo que viene será, sin duda, uno de los mayores desafíos a los que se han enfrentado la institucionalidad y la sociedad en su conjunto. Viene un cambio de estructuras, modos de gobierno, fiscalización y sobre todo la readecuación mental de todo un pueblo hacia la participación activa y la toma de conciencia respecto de la responsabilidad de todos en la conducción de la política nacional. Sin embargo, para comprender la envergadura del reto será imprescindible iniciar un proceso de reflexión y estudio profundo de la problemática desde las bases mismas de los distintos sectores, con el fin de arrancar un proceso de educación cívica y un mapeo del papel jugado por cada ciudadano en este proyecto de nación, ejercicio indispensable en la nueva etapa que comienza. Esta será la parte difícil.
La ciudadanía no está acostumbrada a participar y aun cuando esta vez sus acciones fueron determinantes para lograr algo tan impactante como la caída del gobernante y los demás funcionarios de su entorno, ese hecho no garantiza un giro radical y permanente de actitud hacia la participación activa y sostenible en los asuntos de política gubernamental. La necesidad de fortalecer la participación ciudadana ha quedado en evidencia, pero existe también una tendencia al acomodo provocada por décadas de gobiernos corruptos, autoritarios unos y negligentes otros, pero todos ejerciendo un poder basado en la secretividad y el clientelismo.
Romper los hábitos es una de las tareas más difíciles para un ser humano, pero se complica mucho más en sociedades altamente segmentadas, con una conflictividad creada a partir de la discriminación, el racismo y la marginación de grandes sectores condenados a la pobreza extrema. La irresponsabilidad de los gobernantes —y han sido todos desde el inicio de la era democrática— ha dado, hasta ahora, el resultado de profundizar el subdesarrollo con el propósito de tener un pueblo fácilmente manipulable, tal y como se aprecia en algunos sectores durante las campañas proselitistas con la compra de votos a cambio de bolsas de alimentos, estrategia perversa que pone en evidencia la ruindad de la clase política.
La nueva visión de nación es un ejercicio esencial al cual se deberán aplicar todas las fuerzas vivas del país. Esta visión, sin embargo, deberá surgir no de los centros de poder, sino desde lo más profundo de esa Guatemala joven, rural y urbana cuya marginación la ha tenido condenada al silencio, pero la cual por fin ha alzado la voz para dejar muy claro que no está dormida, no está sometida y tampoco está dispuesta a callar.
elquintopatio@gmail.com
Fuente: Prensa Libre
Blog personal: El Quinto Patio